El relajo sanitario entre las autoridades y los ciudadanos

Los más pobres sufren mucho con la covid 19 y gran parte marcha al eterno oriente, mientras los políticos suelen salir sanos

CHOTIS. Estoy sujeto a una rígida disciplina sanitaria que se relaja cada vez que hay relajo. Dice el dicho: uno pone, Dios dispone y viene el Diablo y descompone. Los mexicanos, y en especial buena parte de tabasqueños, no nacimos para ajustarnos a normas ni instituciones, las esquivamos como se esquivan las malas hierbas en un campo de beisbol improvisado. Podemos, sin problemas, jugar un partidito en un campo minado con navajilla, pangola y zacatón.

En estos días de inundaciones familias enteras han vivido en casas de cartón, plástico y lámina sobre la carretera, otros en la azotea de sus viviendas han improvisado cuartos y hasta celebran sus fiestas bajo estas condiciones. El espíritu festivo, el sentido de la vida y de la muerte no descansa, más golpes da el hambre que el agua y la pandemia. Armados con algo más que necesidad, hay quienes en plena inundación con un anafre en el cayuco se dispusieron a vender empanadas, pozol y tamales.

Cuando nos visitó Hugo López-Gatell, junto con el gobernador, brindaron por nuestra salud en un restaurante de mariscos. Luego dieron una conferencia de prensa, muy a propósito, en el salón José Gorostiza de Palacio, llamado así en reconocimiento al autor del poema:
“Muerte sin fin”. Tabasco con más de tres mil muertos, tres inundaciones al hilo, tres errores desastrosos de la federación, muestra huellas de cansancio, pero no se rinde, ¡joder!, jamás lo hacemos, ni con el agua hasta la garganta, pandemia y desempleo, y no es que seamos muy salsas, es que ya estamos acostumbrados.

JODIDOS pero acostumbrados, dice el dicho y dice bien. Largas filas para recibir una despensa. Largas filas para recibir el apoyo a adultos mayores. Largas filas para conseguir un vale para media tonelada de cemento en 850 pesos. Largas filas para solicitar ayuda, para recibir los vales de 8 y de 10 mil pesos. Largas filas para todo y en la desesperación y la desobediencia civil, nadie se preocupa por la sana distancia, el cubrebocas sale perdiendo, unos lo ignoran, otros lo llevan puesto en la nuca, en la frente o en la bolsa.

Cubrebocas relavados, con un mes de uso. No hay para más, solo la estampita que dijo Obrador, como repite el promocional de Tele reportaje pues los hermanos Sibilla están convencidos que el cubrebocas no sirve para maldita la cosa, pues el “preciso” no lo usa, ni el gabinete, menos López-Gatell.

ANARQUÍA. Por más llamados a la unidad y a la disciplina sanitaria que hacen los medios calificados como “conservadores”, la población no los escucha y el presidente ayudó a empeorar la situación cuando envió un mensaje supuestamente para motivar a cuidarse que terminó siendo un llamado a la anarquía, dijo que obedecer las normas sanitarias es cuestión voluntaria, nadie está obligado y omitió el uso del cubrebocas que es el principal elemento protector contra la pandemia.

Aunque han existido bajas lamentables entre los políticos, existe la tesis de que la mejor vacuna contra el Covid-19, es el poder. El presidente, los altos funcionarios, los gobernadores, legisladores federales y locales, son prácticamente inmunes, asintomáticos, el Covid-19 se muestra respetuoso y los ataca levemente, a los dos o tres días ya no tienen nada.

Dios guarde se descuide un damnificado, pensionado, subempleado o desempleado, iletrado y fanático, regidor de municipio pobre, pequeño comerciantes o ambulante, campesino sin tierra y sin machete, estos sufren mucho con la enfermedad y gran parte marcha al eterno oriente, allá donde no hay nada que hacer.

La disciplina se relaja cada vez que hay relajo. Pordiositosanto.

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