Tabasqueños resignados a aguantar lo tupido

Gran reto le dejó Evaristo Hernández a Yolanda Osuna cuyo partido, Morena, inexplicablemente volvió a ganar

TOCO MADERA.
Si ya aguantamos tres chingadazos, qué nos cuesta aguantar tres más. Bien dice un tío mío que camella en el ayuntamiento, que comiendo peje y tomando pozol blanco podemos aguantar lo que resta de este austero y liberal sexenio y más vale no meternos en narcopolítica que es tema para iniciados.

A los tabasqueños nos vale que haya crisis o no, ya estamos acostumbrados, nos han tupido tan duro que ya ni la sentimos, cuándo no son los petroleros que nos discriminan, son los electricistas que nos cortan la luz o los del SAT que nos tachan de evasores, o de plano los mismos paisanos de la 4T que nos hacen a un lado.

Un morenista de cepa me preguntó: “Por qué será que a los malos les va mejor que a los buenos?”. He vivido lo suficiente como para hacerme cargo de mí mismo, eso decía en 2018, antes de que cayera la pandemia como anillo al dedo. Pordiositosanto.

TOC…TOC…TOC.
Qué pena he pasado esta semana al tratar de atender a dos amigos que pasaron a Villahermosa para luego enfilarse a la Riviera Maya. Dónde quiera me salían baches al paso, policías de tránsito con ganas de morder, ni un bendito lugar dónde estacionarse, materiales de construcción en la vía pública, fugas de agua, conductores con ganas de pelear, fuentes sin funcionar, banquetas usadas de estacionamiento, parques y jardines convertidos en basureros, calles sin nomenclatura, entre otras cosas.

No los llevé al malecón para evitar más comentarios ingratos. Lo único que salvó del fracaso mi tarea de guía de turistas con cubrebocas y mascarilla permanente, fue la jovialidad de la gente de mi pueblo que mostró su mejor rostro a pesar de la desesperanza.

¡AYYYY!
Me duele que los visitantes se lleven tan ingrata impresión de la capital de Tabasco, sobre todo aquellos que nos han visitado frecuentemente y han visto su evolución, de una ciudad atractiva, armoniosa y segura con sabor provinciano que daban ganas de quedarse, a una ciudad convertida en desastre, desarticulada, sucia, destruida.

Mis amigos opinaron que vivir en Villahermosa es un calvario y se compadecieron de mí. Traté de justificar el caos en que vivimos argumentando que después de la inundación de 2007 Villahermosa sufrió serios daños en su equipamiento urbano y cayó en depresión.

LA ÚLTIMA.
Compasivos respondieron que hasta las zonas donde no llega el agua están peor que antes. Desesperado, tratando de salvar la dignidad de la ciudad, agregué que no es que Villahermosa esté destruida, es que en comparación con otros estados del Sureste las actividades petroleras cada vez más intensas no le han dado tiempo de reponerse.

Resultó peor la cosa, pues vino el cuestionamiento a nuestras autoridades: ¿Por qué en Campeche que es de mayor actividad petrolera si han podido ordenar y embellecer su ciudad con los recursos que tienen y en Villahermosa no?

Bajé la cabeza y me di por vencido, sí esa es la opinión de nuestros visitantes, hay que tomarla en cuenta para corregir el rumbo. Gran reto le dejó Evaristo Hernández a Yolanda Osuna cuyo partido, Morena, inexplicablemente volvió a ganar, lo que merece todo un estudio antropológico y de psicología social para saber qué nos pasa.
Sea por Dios.

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