El amarillismo genera más violencia a corto plazo

El discurso de la NRA busca chivos expiatorios en la ‘erosión de la familia nuclear’ o la ‘violencia en los medios y los videojuegos’

La excesiva cobertura, la atención desmedida de los medios contribuye mucho más en lo inmediato que la representación/recreación de tiroteos en otros medios como el cine, explica el sicólogo Jorge Javier Negrete-

El pasado 3 de agosto un joven de 24 años entró a un centro comercial en El Paso, Texas, y abrió fuego contra los presentes, dejando un saldo de más de una veintena de muertos y un número similar de heridos. Políticos, personalidades e intelectuales condenaron el hecho desde ese día a ambos lados de la frontera.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, tardó un par de días en expresar su opinión sobre la tragedia; dos días después de lo sucedido emitió un discurso desde la Casa Blanca donde culpaba a la radicalización del internet, los videojuegos y la industria del entretenimiento en general de los hechos.

Las palabras de Trump coinciden con otras que se han expresado después de desgracias similares. Por ejemplo, en 1999, figuras de los medios norteamericanos culparon a la cinta The Matrix, estrenada unas semanas antes, del tiroteo ocurrido al interior de una escuela secundaria en Columbine, Colorado, porque los asesinos vieron la película antes de atacar a sus compañeros.

Diversos directores y productores han intentado entender este tipo de eventos mediante su reproducción en pantalla. Elefante (Elephant, 2003), de Gus Van Sant, intenta retratar de manera realista la vida de varios estudiantes involucrados en una tragedia similar a la de Columbine, por ejemplo; o Tenemos que hablar de Kevin (We Need To Talk About Kevin, 2011), donde la directora Lynne Ramsay indaga en la vida de una madre cuyo hijo perpetró un ataque contra sus compañeros de clase, dejando un gran número de víctimas fatales.

Esas y otras películas se han vuelto un blanco para aquellos que buscan culpar de la tragedia a la industria del entretenimiento. Sin embargo, como explicó Jorge Javier Negrete, locutor de Resistencia Modulada en Radio UNAM y psicólogo clínico de los Servicios de Salud Pública de la Ciudad de México, ésta es sólo una salida fácil que no busca encontrar la raíz verdadera del problema.

Las películas no generan más tiroteos “porque no existe evidencia para afirmarlo, el discurso de la NRA (Asociación Nacional del Rifle, por sus siglas en inglés) busca chivos expiatorios en la ‘erosión de la familia nuclear’ o la ‘violencia en los medios y los videojuegos’, existe, primero que nada, un tema de accesibilidad a las armas.”

“Sí existe una repercusión en la forma que los medios, especialmente los noticieros, cubren estas tragedias. El peligro yace en que otros potenciales tiradores perciben que existe una suerte de ‘movimiento’ u ‘oleada’.

La excesiva cobertura, la atención desmedida contribuyen mucho más en lo inmediato que la representación/recreación en otros medios como el cine, el teatro o la literatura,” apuntó el especialista.

“Seguramente mientras tenemos este intercambio, alguno de los grandes emporios del streaming ya cocina una serie, documental o recuento de los hechos recientes, no en un esfuerzo por sanar sino por explotar una narrativa que tiene demanda en el mercado actual. Una atención y cobertura irresponsable es la que pienso que podría degenerar en más tiroteos”, añadió.

Negrete también afirmó que dentro del cine se pueden encontrar ejemplos que abordan la manera en que estos tiroteos suceden y sus consecuencias, representaciones que ayudan al público a entender mejor qué pasó, además de ayudar a la sociedad en general a encontrar puntos de catarsis.

“Están, por ejemplo, Polytechnique, del canadiense Denis Villeneuve, y Afterschool (2010), del estadunidense Antonio Campos. Películas poco conocidas por el manejo particularmente sombrío del tema y cuyo refinado esteticismo es digno de todo cuestionamiento.”

“Mismo caso de Tenemos que hablar de Kevin que a través de una estilización que oscila entre lo barroco y lo abstracto, plantea una hipótesis de la forma en que se llegan a gestar tragedias como esta. A final de cuentas, la forma de representar la sociedad actualmente está atravesando un cambio por la abrumadora fuerza de varios movimientos sociales, el reto será ver cómo es que dichas políticas de representación impactan no en la sociedad mediática, sino en la civil,” subrayó el también colaborador del programa Mi Cine Tu Cine de Canal 11.

“Las matanzas forman parte de un discurso público que se ha vuelto cotidiano, eso lo sabemos todos, pero el tema llega a la palestra pública cuando dicha violencia ataca a grupos vulnerables o minorías. El tema se habla con libertad e incluso se usa como plataforma política, ¿cómo podría ser tabú cuando la clase política las usa con tal descaro y cinismo?”

El profesional de la salud de los Servicios de Salud Pública de la Ciudad de México sugirió que los medios de información y entretenimiento en general deben buscar maneras más efectivas y menos sensacionalistas al cubrir eventos como el de El Paso.

Optar por la sobriedad, no hacer de la tragedia algo redituable que se transforme en rating.

“Siempre resulta más efectivo y sutil evitar la crestomatía, es decir, la mera recreación y elegir abordar el tema desde otras áreas de impacto, menos colectivas y más individuales. Desde ahí se puede hacer una vinculación emocional mucho más efectiva. Es inevitable que los traumas se recreen en un esfuerzo por sanarlos en el imaginario colectivo, como el paciente que después de tiempo está listo para hacer un recuento de la narrativa del evento en cuestión y considero que no existe una forma “correcta” de hacerlo”.

“Es mejor sugerir que mostrar, siendo que el poder de la sugestión es un detonante mucho más poderoso para una eventual catarsis. En el caso de tiroteos en escuelas, y particularmente en aquellos donde niños y adolescentes están involucrados, es indispensable tener una responsabilidad moral y ética con las víctimas y evitar explotar el dolor, sea con fines comerciales o artísticos. Debe existir un consentimiento o cuando menos un acuerdo implícito, tragedias de este tipo pertenecen a quienes la padecen, no a quienes las atestiguan”, concluyó.

(Con información de Gaceta UNAM)

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