Si la memoria es olvidadiza aún nos queda la escritura

Si no podemos manejar el futuro por la incertidumbre que guarda, lo que si podemos es revisar el pasado y vivir el presente

Parodiando a Carlos Monsiváis en Días de Guardar y al estilo del filósofo de Güemes: “Aquí uno se acuesta viejo y se levanta más viejo”. Últimamente me he despertado con esa sensación.

Cuando dijeron ¡Quédate en casa! confirmaron lo que mejor sé hacer, pues usted no está para saberlo ni yo para contarlo, pero el oficio de periodista por el que se percibía un sueldo, desapareció hace más de un año.

A mitad de la primera cuarentena terminé de hacer todas las tareas de este dramático año y el insomnio se fue apoderando de mí. Pude ver hasta las fallas más mínimas en el techo de mi recámara, me culpé de no supervisar con dedicación a los albañiles hace 12 años cuando se construyó y llegué a la conclusión que había que demoler y volver a construir.

Tracé proyectos formidables en la madrugada que (¿desaparecían?) al clarear olvidaba. Con tantas noches de desvelo preocupante, para evitar que la falta de sueño afectara mi memoria y arrebatara mis recuerdos, me dispuse a escribirlos para protegerlos del olvido.

Los encierros suelen ser estresantes y limitantes. Por ejemplo: mi amigo el talentoso periodista jalisciense, Jesús Montoya (Picheto), que Dios lo tenga en su santa gloria, me comentó que un Mecenas conociendo su buena pluma le pagó hotel de lujo y comida, cigarros y bebida con el fin de que permaneciera encerrado maquilando un libro sobre un tema previamente convenido.

Al mes, a pesar de su burbujeante talento que hacía fluir ideas como pompas jabonosas, apenas llevaba dos cuartillas. A pesar de la garantía de ganar dinero por hacer lo que le gustaba, la tarea obligada, tantas horas sin ver la calle y repastar como toro manso en una suite, bloquearon su mente a cal y canto.

Si no podemos manejar el futuro por la incertidumbre que guarda, lo que si podemos es revisar el pasado y vivir el presente con buena intención.

Como muchos padecemos de claustrofobia, para contrarrestar la ansiedad, el estrés, la angustia que provoca la cuarentena que ya va en su segunda edición, propongo que hagamos en casa un ejercicio mental muy sencillo: Escribir la historia de la familia.

Sin preocupación alguna podemos maquilar un diario personal extemporáneo, contar las anécdotas de nuestros antepasados y las propias. Podemos buscar en la maraña de los datos sueltos las ramas de nuestro árbol genealógico para saber de dónde venimos, quienes somos, cuántos y que hacemos.

No interesa subirlo a las redes, no importa la amplitud ni la brevedad del texto, ni las reglas gramaticales, no importa el estilo, solo los relatos, esos recuerdos imperecederos que cada uno de nosotros guarda en su corazón y merecen recordarse siempre, pues nos llenan de alegría, emoción, ternura y deseos de vivir más y mejor.

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