¡Sábado del recuerdo! Cosas de desfiles y disfraces

Cuando Sacrosanta me preguntó por qué no quería tomar agua, le respondí, obvio -sin juntar los labios- que no quería despintarme

Creo que siempre me ha gustado disfrazarme. El 12 de octubre, en el Federico Froebel se hacía un pequeño desfile sobre el Paseo de la Burrita, éramos pocos alumnos, pero desfilabamos con vestidos característicos de distintos países y a poca distancia de nuestros padres.

Creo que fue en mi primer desfile cuando mi abuelita Geña maravillosa me confeccionó un traje de sevillana, era rojo con lunares blancos, tenía escote en V con una flor roja y olanes maravillosos en mangas y falda, me peinaron con un chongo y una peineta, pero debo decir que recuerdo todo lo anterior porque esa fue la primera vez que me pusieron brillo en los labios y claro, yo no quería ni tomar ni comer nada, y mantuve un gesto, parecido a una sonrisa congelada tipo Miss, con la boca abierta, en un intento por evitar que el brillo se perdiera. Cuando Sacrosanta me preguntó por qué no quería tomar agua, le respondí, obvio -sin juntar los labios- que no quería despintarme. Debo decir que tomé agua después de que ella me asegurara que me retocaría el labial.

Por desgracia no he tenido la suerte de encontrar esa foto entre tantas que guarda Sacrosanta, pero ya empecé una búsqueda exhaustiva.

Así que mientras eso ocurre compartiré una con mi traje autóctono y eso sí, con unas trenzas postizas maaaravillosas. Creo que ese día era la posada, de lo que no tengo duda es que de ahí surgió mi gusto por los trajes autóctonos de todo tipo y me encanta lucirlos con accesorios y todo lo que se pueda.

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