La historia del PRI y la de José Caca, paralelismos

Por estar ocupada no había podido referirme a la sesuda y lapidaria declaración del brillante aún presidente, Enrique Peña Nieto sobre su partido y el de muchos otros caídos en desgracia:

El PRI debería cambiar de nombre y de esencia, si conserva los apellidos entonces no funciona…

No pude evitar recordar un cuento que alguien contó cuando yo estaba en la primaria.

Debo decir que está corregido y aumentado:

Érase una vez un hombre honrado, trabajador, educado y amable pero no del todo feliz, desde niño era la botana de la escuela.

Kinder, primaria, secundaria, preparatoria y hasta en la universidad era la burla.

El buen hombre -por cierto- no mal parecido, tenía un buen trabajo y pensaba que había llegado la hora de formar una familia, sin embargo, primero tenía que resolver un deseo que le daba vueltas en la cabeza.

El hombre se llamaba José Caca, así, tal cual, se llamaba José y solo tenía un apellido: Caca.

Así pues, José Caca, Pepe Caca -para los cuates- trabajó, se esforzó y ahorró para cumplir su ansiado anhelo: cambiarse de nombre.

Fue entonces que el buen Pepe Caca inició un largo peregrinar entre autoridades varias de todos los niveles con el único fin de cambiarse el nombre, solicitó citas, entregó cualquier tipo de documentos, recorrió distancias de varias horas y esperó pacientemente. Por fin alguien le dijo que podría cambiar el nombre de su acta de nacimiento, pero el problema era que lo habían bautizado como José Caca, por tanto, era necesario que el Papa concediera un permiso especial para cambiarle su nombre de bautizado.

La condición no amedrentó a Pepe Caca, que sin perder tiempo investigó, hizo reservaciones, compró pasajes y abordó un avión con destino a Roma.

Llegó hasta la Plaza de San Pedro, en la ciudad del Vaticano, y pese a verse perdido en un mar de personas desconocidas, se abrió paso entre ellas para llegar, finamente, a un lugar por donde pasaría Su santidad.

El buen Pepe logró llamar la atención del Papa a quien pudo pedirle que le cambiara de nombre.

Su santidad aceptó, pues Pepe le contó gran parte de su travesía, entonces, el Papa le dijo con voz pausada: ¿y bien, hijo, ya me has dicho tu nombre y que lo quieres cambiar, pero dime, ¿cómo quieres llamarte ahora?

Y el buen Pepe Caca, con una gran sonrisa, respondió emocionado: ¡¡¡Juan Caca!!!

El PRI puede cambiar de nombre y apellido, pero tarde o temprano será el PRI de siempre…

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