Se disculpa el papa por daños a indígenas canadienses

La integración forzada de los nativos a la sociedad cristiana destruyó sus culturas, separó familias y marginó a generaciones

Maskwacis, Canadá. El papa Francisco ofreció ayer una histórica disculpa por la cooperación de la Iglesia católica en la “catastrófica” política canadiense en internados indígenas, y reconoció que la integración forzada de los pueblos nativos a la sociedad cristiana destruyó sus culturas, separó familias y marginó a generaciones, al tiempo que condenó la “mentalidad colonialista de las potencias”.

“Estoy profundamente dolido”, declaró el Papa argentino en medio de los aplausos de sobrevivientes a los malos tratos en esas escuelas y de miembros de comunidades indígenas reunidos en un ex internado al sur de Edmonton, Alberta. Jorge Mario Bergoglio calificó la política escolar de “error devastador” incompatible con el evangelio, y afirmó que es necesario seguir investigando y sanando.

En el primer acto de su “peregrinación penitencial” de una semana de duración, el Papa viajó a las tierras de cuatro naciones cree para orar en un cementerio, y luego ofreció la tan buscada disculpa en los terrenos ceremoniales powow. Cuatro jefes acompañaron al pontífice hasta el lugar, cerca del ex internado Ermineskin para indígenas, y le entregaron un tocado de plumas después de su intervención.

“Pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas”, declaró Francisco, quien se desplaza en silla de ruedas debido a un dolor de rodillas.

Sus palabras fueron más allá de su disculpa previa por los “deplorables” actos de los misioneros, y en lugar de ello asumió la responsabilidad por la cooperación institucional de la Iglesia católica con la “catastrófica” política de integración de Canadá que, según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación del país, fue equivalente a un “genocidio cultural.”

Más de 150 mil niños nativos de Canadá fueron obligados a asistir a escuelas, en su mayoría cristianas, financiadas por el gobierno desde el siglo XIX con el propósito de aislarlos de la influencia de sus hogares y su cultura. Este sistema de internados funcionó hasta 1996, cuando cerró la Gordon’s Residential Scholl de Puunnichy, la última instalación administrada por el gobierno federal. El objetivo era cristianizarlos e integrarlos a la sociedad en general, que gobiernos canadienses previos consideraban superior.

Ottawa ha reconocido que los abusos físicos y sexuales estaban muy extendidos en estas escuelas, y que los alumnos eran golpeados por hablar en su lengua materna. Los líderes indígenas han dicho que esos abusos y la separación de las familias son una de las causas principales de las elevadas tasas de adicción al alcohol y a las drogas que existen actualmente en las reservaciones indígenas canadienses.

El descubrimiento de cientos de posibles entierros en escuelas ya cerradas en el último año atrajeron la atención internacional sobre el legado de los internados en Canadá y Estados Unidos. Las revelaciones llevaron al Papa a atender el llamamiento de la comisión de la verdad para que se disculpara en suelo canadiense por el papel de la Iglesia en los abusos. Órdenes religiosas católicas gestionaron 66 de los 139 internados del país.

Entre llanto y aplausos el papa Francisco pronunció su discurso en español, el cual fue traducido al inglés.

“Es algo que se necesita, no sólo para que la gente escuche, sino para que la Iglesia rinda cuentas”, dijo Sandi Harper, quien viajó con su hermana y un grupo eclesiástico desde Saskatoon, Saskatchewan, en honor a su difunta madre, alumna de un internado.

Harper consideró “muy genuina” la disculpa del Papa.

“Aunque reconoce que el camino hacia la reconciliación va a llevar tiempo, él está realmente de acuerdo con nosotros”, expresó.

Muchos de los presentes vestían trajes tradicionales. Otros llevaban camisetas naranjas, que se han convertido en un símbolo de las víctimas de los internados, recordando la historia de una mujer cuya querida camiseta naranja, regalo de su abuela, fue confiscada en una escuela y sustituida por un uniforme.

A pesar de la solemnidad del acto, el ambiente parecía por momentos alegre: los jefes nativos entraron en procesión en el recinto al ritmo de un hipnótico tambor, los ancianos bailaron y la multitud vitoreaba y coreaba canciones de guerra, de victoria y, finalmente, de sanación.

El jefe Wilton Littlechild, ex alumno de la escuela Ermineskin, quien formó parte de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, dio la bienvenida al jerarca religioso y aseguró a los presentes que el pontífice había comprendido su dolor.

(Con información de La Jornada)

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