La violencia contra mujeres, un acto deshumanizante

El feminismo surgió como un movimiento que intenta humanizarlas por medio de la palabra y las prácticas, afirmó Amneris Chaparro

Para erradicar los significados de la masculinidad y la feminidad jerarquizados se requiere de mucho trabajo. Esta labor debe ser continua, día a día, para crear estructuras nuevas, para pensar formas novedosas de relacionarnos entre las personas, afirmó Amneris Chaparro, secretaria académica del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG).

Hay prácticas, acciones, refranes, chistes y muchas otras formas de deshumanizar a las mujeres. Por eso el feminismo surgió como un movimiento que intenta humanizarlas por medio de la palabra y las prácticas. “¿Qué es la violencia contra ellas sino un acto deshumanizante? ¿Qué es el impedir que accedan a derechos básicos sino un acto que dice que no eres una igual?”

Al participar en el coloquio ¿Qué tiene que ver el Género con las Ciencias Aplicadas y la Tecnología?, la experta señaló que en este tema los cambios estructurales son muy necesarios. Por ejemplo, tenemos siglos con una mentalidad que establece que el espacio de las mujeres es el doméstico, y el de los hombres es el público; aunque se ha ido transformando, ha sido muy difícil cambiarla, porque está naturalizada y normalizada.

En el auditorio del Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología, Chaparro refirió que se tiene la idea de que las feministas “llegan, pintan, rayan, destruyen, prenden fuego, rompen vidrios; sin embargo, aunque esta narrativa es cierta y puede ser problemática, esconde las reivindicaciones detrás del movimiento feminista estudiantil en nuestro país”.

Se trata, opinó, de un movimiento vivo y una de sus principales luchas es por el reconocimiento de los derechos reproductivos de las mujeres y en contra de la violencia de género.

La violencia contra las mujeres obedece a un orden de género donde los cuerpos femeninos son vistos y tratados como algo distinto a lo humano; no es una violencia anecdótica, sino de carácter estructural, y de ahí que se haya tipificado en los códigos penales el delito de feminicidio para hablar de los asesinatos de mujeres por el simple hecho de serlo.

Presencia femenina

Al referirse a la presencia femenina en la ciencia y la tecnología, dijo que en el mundo sólo 28 por ciento de quienes hacen investigación son mujeres; en México, la cifra asciende a 33 por ciento. En la UNAM, 63.7 por ciento de los investigadores que pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) son varones, y ellas son sólo 36.3 por ciento.

A pesar de que hay un avance al respecto, relacionado con la feminización de la educación, continúa la disparidad. Ejemplo de ello es que 97 por ciento de los premios Nobel en ciencias (Física, Medicina y Química) han sido para varones.

En cuanto a tecnología, no es coincidencia que asistentes inteligentes como Siri y Alexa usen nombres y tengan voz de mujer, y que incluso haya usuarios que generen formas de violencia contra ellos. “Podríamos pensar que no hay problema en cometer actos de abuso verbal o sexista contra un ‘mayordomo inteligente’, no obstante, ese tipo de conductas refuerzan estereotipos de género que mantienen a las mujeres en una posición de inferioridad, de desigualdad con respecto a los hombres”.

La especialista reiteró que hay un acceso desigual de las mujeres a los campos de la ciencia, la educación científica y la creación de conocimiento; es un problema de representación.

Hay diferencias creadas socioculturalmente entre hombres y mujeres. Los valores que culturalmente asociamos con la masculinidad y la feminidad varían de una cultura a otra: en la nuestra son, por ejemplo, fuerza y ternura en cada caso. “Tales valores se expresan en prácticas, pero las más prestigiosas se asocian con la masculinidad”.

En muchos campos los varones ocupan espacios de prestigio y eso genera y reproduce desigualdades. De ese modo, no es difícil entender por qué 60 por ciento de los científicos del país son hombres o por qué la ciencia está considerada un área masculinizada.

A las mujeres les sigue costando mucho entrar, enfrentan graves trabas para acceder a los espacios de creación del conocimiento, y cuando lo logran se les considera intrusas, o se descalifican sus conocimientos. Por eso los cambios estructurales son muy necesarios.

La paradoja de la universidad de hoy es que ya es un espacio muy feminizado; la matrícula es en su mayoría femenina. Pero eso no se traduce en acceso a espacios de poder.

(Con información de Gaceta UNAM)

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