Sin opción de jubilarse en EU por bajos ingresos

Fue una imagen impactante: Un hombre de 89 años de edad arrastrando como podía un carrito de paletas. Fidencio Sánchez seguía trabajando muchas horas todos los días porque no podía darse el lujo de jubilarse. La foto y su historia se hicieron muy populares en la web y miles de personas donaron más de 384 mil dólares para que pueda dejar de trabajar.

Su historia, no obstante, es una ventana que permite asomarse a una dura realidad: Incluso en un país desarrollado como Estados Unidos, mucha gente de bajos ingresos jamás podrá jubilarse.

Gwen Strowbridge, de 71 años de edad, de Deerfield, Florida, dice que no ha ahorrado dinero y que va a seguir trabajando hasta que le dé el físico.

«No concibo dejar de trabajar. Seguiré haciéndolo mientras mi salud me lo permita», manifestó. La anciana trabaja seis días a la semana cuidando a una mujer de 100 años.

Estudios revelan que una tercera parte de los trabajadores de bajos ingresos como Strawbridge consideran que nunca podrán jubilarse. El problema es particularmente agudo entre las mujeres hispanas y de otros grupos minoritarios.

Un estudio hecho este año por la Associated Press y el Centro NORC para Investigaciones de Asuntos Públicos reveló que una cuarta parte de los trabajadores de 50 años para arriba dicen que no se jubilarán. Entre los que ganan menos de 50 mil dólares al año, un tercio cree que jamás podrá dejar de trabajar.

En su primer trabajo, en la década de 1960, Strowbridge ganó 98 centavos la hora. De ahí en más siguió trabajando en empleos con sueldos bajos durante cinco décadas. Crió tres hijos con su esposo Ryan, quien descargaba barcos en el puerto. El poco dinero que ahorraban lo usaron en gastos médicos.

Strowbridge dejó de trabajar por un tiempo al cumplir 63 años para atender a su esposo, que había sido sometido a un cuádruple bypass. Su Seguro Social (la jubilación estadunidense) no alcanzaba para cubrir los gastos médicos, el alquiler, la comida y demás expensas. Cuando él falleció, ella volvió a trabajar.

Jacquelyn B. James, codirectora del Centro para los Ancianos y el Trabajo del Boston College, dice que es común que la gente de bajos ingresos siga trabajando y no planee jubilarse.

«Es muy fácil decir ‘voy a seguir trabajando el resto de mi vida’, pero a veces pasan cosas», expresó James. Sobre todo, problemas de salud.

Un informe de este año del Instituto Nacional sobre la Seguridad de los Jubilados indicó que muchas mujeres hispanas, negras y asiáticas tienen que trabajar pasada la edad de jubilarse para poder cubrir los gastos básicos. Las mujeres tienen un por ciento más de probabilidades de ser pobres que los hombres.

Las investigaciones indican que entre los hombres de 70 y 74 años, 19 por ciento de sus ingresos proviene de sueldos. Entre las mujeres, 15 por ciento.

«No podía dejar nada en el banco porque ganaba muy poco», dijo Strowbridge. «No ganaba lo suficiente como para ahorrar»-

Januario Selgado tiene una situación parecida. Nunca ahorró y ahora, a los 64 años, no puede jubilarse. Trabaja diez horas diarias, seis días a la semana, en una tienda de comestibles en un suburbio de Chicago.

«No pude ahorrar», dice Salgado en español. «Trabajé mucho para ayudar a mi familia. Le mando dinero a mis padres en México».

Si bien cuidar a los padres es la norma en la cultura mexicana, muchos de los hijos ya no piensan que eso es su responsabilidad, según Salgado, quien vino a los Estados Unidos hace 40 años. Sus hijos figuran entre ellos.

Salgado dice que comenzará a cobrar el Seguro Social a los 65 años, pero seguirá trabajando mientras pueda hacerlo. No quiere ser una carga para sus hijos.

Para Esther Bolaños, de 64 años, la situación es más difícil todavía. Se trata de una empleada doméstica que ahorró algo, pero no lo suficiente. Y no cobrará Seguro Social porque está en el país ilegalmente.

«Mi situación es muy triste. Tuve que cerrar mi negocio y sacrificar la estabilidad económica que tenía en mi país para venir aquí», declaró Bolaños en español. «Lo dejé todo por la violencia».

Bolaños tenía una exitosa fábrica de quesos en la Ciudad de México, pero eso la convirtió en un blanco de delincuentes. Su esposo fue asesinado y a ella le robaron dos veces a punta de arma. Después del segundo robo, decidió emigrar hacia el norte.

«Le dije a mi hija, ‘te voy a llevar a un sitio seguro'» incluso si tengo que trabajar en limpieza», relató. De haberse quedado en México, Bolaños se hubiera podido jubilar. En Estados Unidos, cree que nunca podrá hacerlo.

«No pienso en la jubilación», comentó. «Pienso en lo que pasaría si me enfermo».

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