Macabro ‘juego’ de farmacéuticas con salud de diabéticos

La historia de la insulina muestra una de las complejidades desconcertantes del mercado farmacéutico estadounidense, al ser un medicamento de larga duración que se vuelve más caro con el tiempo, señala The Washington Post.

El diario recordó que hace 75 años expiró la patente original de ese fármaco, pero en lugar de disminuir los precios, tres compañías hicieron mejoras para generar nuevas patentes y beneficios, a fin de obtener una familia de insulinas modernas por miles de millones de dólares.

Según la publicación, las empresas hablan de perfeccionamiento en sus productos, pero expertos médicos aseguran que algunos de esos cambios son solo una estrategia para mantener los costos altos y cuestionan su influencia en una real mejoría de la salud de los pacientes.

La última generación de insulinas de ‘acción ultra-larga’, en particular, ha generado un debate en torno a si las versiones más recientes realmente valen el precio a pagar por ellas.

En medio de ese panorama, el Post indicó que la nación enfrenta una epidemia de diabetes, con unos seis millones de adultos dependientes de la droga para su vida diaria.

Como ocurre con muchos tratamientos, los pacientes no desembolsan el valor completo y el aumento del costo de la insulina suele enmascararse por el seguro de salud, pero quienes tienen cobertura escasa o rompen un frasco, aprenden de la manera más dura cuánto ha subido, agregó.

Publicidad divulgada por el periódico en la década de 1960 anunciaba frescos de insulina por 84 centavos, y la más cara incluida entonces era de menos de dos dólares.

Una versión del fármaco costaba 17 dólares en 1997, pero en la actualidad se incrementó hasta 138; otra variante lanzada hace dos décadas a 21 dólares, hoy se comercializa a 255.

De acuerdo con un análisis del Post, en los últimos 20 años las farmacéuticas Eli Lilly y Novo Nordisk -de origen danés- elevaron los precios de sus insulinas humanas en 450 por ciento por encima de la inflación.

Tal tendencia contradice lo anticipado por Eli Lilly en 1982, cuando presentó al mercado la marca Humulin y expresó públicamente el deseo a largo plazo de reducir el precio, aunque en ese momento no anticiparon cuánto demoraría ese proceso.

Mientras tanto, los críticos no sostienen que los últimos productos son ineficaces, sino que centran el debate en conocer si los nuevos beneficios son proporcionales al aumento de los costos.

Para el periódico, eso deja un legado mixto, pues muchos pacientes ahora pueden vivir normalmente gracias a ese tipo de medicamentos, pero al mismo tiempo se sienten atrapados en una espiral de precios cada vez más altos. (Con información de Prensa Latina y Washington Post)

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