La crisis humanitaria en Sudán del Sur

Es el país del que más refugiados salieron en 2016, un territorio que desde hace tres años es escenario de una cruenta guerra civil sin visos de resolución cercana. Sudán del Sur también es el país más joven del mundo.

Su independencia de Sudán en 2011, después de un largo conflicto de más de 20 años, llevó la esperanza a una de las naciones más pobres del planeta.

Cinco años después, el nuevo Estado tiene poco que celebrar.

«La reciente visita de la Comisión a Sudán del Sur sugiere que ya se está llevando a cabo un proceso continuo de limpieza étnica en varias áreas mediante el uso del hambre, las violaciones grupales y el incendio de pueblos», dijo recientemente Yasmin Sooka, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas en el país africano.

¿Un nuevo Ruanda?

Sooka también alertó de que «se están poniendo las bases para que se repita lo que sucedió en Ruanda» en 1994. Durante el genocidio ruandés, más de 800 mil personas, la mayoría tutsis, fueron masacradas en tres meses.

El gobierno de Sudán del Sur, presidido por Salva Kiir, negó estas acusaciones.

Pese a su magnitud, la guerra y la crisis de refugiados en este país rara vez llega a las portadas de los medios de comunicación.

Desde que se desencadenó el conflicto civil en diciembre de 2013, más de 1,174,000 personas buscaron refugio en las naciones vecinas, especialmente en Uganda, Etiopía, Sudán y Kenia.

Los desplazados alcanzan los 1.8 millones.

«Desde julio de 2016, hablamos de más de 400 mil personas que huyeron del país», dice Eujin Byun, vocera del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados en el joven Estado.

En el mismo periodo, el número de refugiados sirios en los países vecinos creció en algo más de 200 mil hasta superar los 4.8 millones.

Este año, Sudán del Sur se unió a Siria, Afganistán y Somalia al grupo de países con más de un millón de refugiados.

Las razones de la crisis

Pero, ¿cómo llegó esta nación rica en recursos a esta situación crítica?

La guerra civil actual estalló dos años después de la independencia del país.

En diciembre de 2013, el presidente Salva Kiir destituyó de su gobierno a su vicepresidente, Riek Machar, a quien acusó de haber tramado un golpe de Estado fallido.

Ambos pertenecían al mismo partido, el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán.

«Unas horas después, los militares también se dividieron y empezaron a escucharse tiros en Juba, la capital», le cuenta Raimundo Rocha dos Santos, un sacerdote brasileño que vive y trabaja en Sudán del Sur como misionero.

«Ese fue el inicio de la crisis política que dura ya tres años. El conflicto en su origen es muy político. Una profunda división dentro del partido de gobierno».

Sin embargo, a la rivalidad política se sumaron tensiones entre las dos etnias mayoritarias del país: los dinka, grupo al que pertenece Salva Kiir y que representa un 15% de la población, y los nuer, al que pertenece Riek Machar y suponen alrededor del 10% de la población.

En 2015, los grupos enfrentados alcanzaron un acuerdo de paz. La hoja de ruta preveía el retorno de Machar al país y su reincorporación como vicepresidente a un gobierno de unidad presidido por Kiir.

Tres meses después de su regreso en abril, Machar fue expulsado del gobierno y el conflicto estalló de nuevo en julio de 2016.

Un país rico en petróleo

Pero las causas de la guerra no son exclusivamente políticas y étnicas.

«Sudán del Sur es un país muy complicado desde el punto de vista político. Hay muchos factores que influyen en este conflicto: las rivalidades étnicas son una de las razones obvias, pero también las económicas», destaca Byun.

«Hablamos de una inflación del 800%. Hace un año, un dólar estadounidense equivalía a 3 libras sursudanesas. Ahora estamos hablando de 120 por cada dólar».

«La criminalidad también aumentó. Y otro de los motivos que dispararon estos enfrentamientos es el petróleo. Ambas partes quieren controlar los campos petrolíferos. Esto también desencadenó gran parte de los combates», agrega.

Sudán del Sur, con una extensión similar a la de Francia y una población de cerca de 12 millones, es -según el Banco Mundial- el país del mundo más dependiente del petróleo.

El crudo, un sector en el que China es el principal inversor extranjero, copa prácticamente la totalidad de sus exportaciones y supone cerca del 60% de su Producto Interno Bruto (PIB).

Sin embargo, la mayor parte del territorio mantiene una economía de subsistencia y la situación fue empeorando en los últimos años: el PIB de Sudán del Sur pasó de 17,000 millones de dólares en 2011 a apenas 9 mil m millones de dólares en 2015.

Civiles «se convierten en objetivo»

El impacto de la guerra está siendo brutal, tanto desde el punto de vista económico como humanitario.

«No tenemos una cifra clara, pero se suele hablar de que más de 50.000 personas murieron en estos tres años de guerra. Esto generó una crisis humanitaria enorme, sin precedentes», cuenta Rocha.

De los casi dos millones de desplazados internos, más de 200 mil se encuentran en Centros de Protección de Civiles gestionados por Naciones Unidas.

«La situación es muy difícil. En cuestión de seguridad se puede decir que están relativamente bien porque están protegidos por las fuerzas de paz de la ONU», relata el misionero brasileño.

«Pero también hay desplazados internos están escondidos en los bosques: sin seguridad, sin comida, agua ni necesidades básicas. Es una situación desesperada».

«Cuando los combates se desatan cerca de un pueblo o de una ciudad, estos lugares son atacados, los civiles se convierten en objetivo. Y tienen que huir para salvar sus vidas», agrega.

Desde el terreno advierten que la situación es probable que empeore con el fin de la época de lluvias, que suele durar de marzo a octubre.

«Esperamos que en la época seca, que ya ha empezado, veremos más enfrentamientos esporádicos a lo largo de Sudán del Sur. Esto puede aumentar el número de desplazados y de refugiados en los países vecinos», apunta Byun.

«El problema es que tenemos una gran falta de recursos. Ese es nuestra preocupación principal. Mucha gente de la comunidad internacional ni siquiera sabe qué está pasando en Sudán del Sur», concluye. (Con información de BBC Mundo)

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