Brenda Milner, la vida a los 98 años

El instructor de manejo se limpió la frente con un pañuelo, y no solo debido al calor. Su estudiante ⎯ una mujer mayor, que entrecerraba los ojos por encima del tablero ⎯ estaba golpeando el borde de la acera en un esfuerzo por estacionarse lo más derecho posible.

“Llegamos a un acuerdo, justo ahí en ese momento: Él me dejaría pasar la prueba, y yo prometía nunca conducir”, dijo Brenda Milner, sonriendo para sí misma ante el recuerdo de décadas atrás. “Verá, mis habilidades espaciales no son muy buenas. Esa es principalmente una función de la parte derecha del cerebro”.

Milner, profesora de psicología en el departamento de neurología y neurocirugía en la Universidad McGill en Montreal, es mejor conocida por su descubrimiento de la sede de la memoria en el cerebro, el hallazgo fundacional de la neurociencia cognitiva.

Pero también tiene facilidad para captar las peculiaridades sutiles del comportamiento humano y vincularlas con la función cerebral; en la misma forma en que lo hizo con las suyas durante el examen de manejo.

A los 98 años de edad, Milner no está renunciando a una carrera de casi 70 años para aclarar la función de muchas regiones cerebrales ⎯ lóbulos frontales, y temporales; centros de visión y tacto; el hemisferio izquierdo y el derecho ⎯ habitualmente sometiendo meticulosamente a pruebas a personas con lesiones cerebrales, a menudo debidas a cirugías.

Su prominencia hace tiempo trascendió el género, y se impacienta con quienes esperan que sea una activista social. Para Milner, la ciencia está primero, dicen colegas cercanos, en su laboratorio y en su vida.

Sentada recientemente en una silla en su pequeña oficina, resplandeciente en un vestido de satín negro y un prendedor dorado y flanqueada por torres de expedientes viejos, devolvía las preguntas en vez de responderlas. “La gente piensa que porque tengo 98 años debo ser emérita”, dijo. “Bueno, para nada. Sigo siendo entrometida, ya sabe, curiosa”.

Milner continúa trabajando, porque no ve razón para no hacerlo.

Ni McGill ni el afiliado Instituto y Hospital Neurológico de Montreal le han pedido que renuncie. Ella tiene financiamiento: en 2014 ganó tres premios al logro prominentes, los cuales vinieron con dinero para la investigación. Tiene un proyecto: un estudio para investigar cómo el hemisferio izquierdo intelectual del cerebro sano se coordina con su más estético hemisferio derecho para pensar y memorizar.

Y se ha adaptado a la vida de una investigadora sénior innegablemente mayor. “Vengo a la oficina unos tres días a la semana, eso es mucho”, dijo Milner.

“Y tengo algunas reglas”, añadió. “Recibo a estudiantes postdoctorales, pero no a estudiantes de posgrado. Los estudiantes de posgrado necesitan saber que uno va a seguir existiendo cinco años más, y bueno” ⎯ soltó una risita, mirando hacia el techo ⎯ “bueno, es difícil si tienen que cambiarse con alguien más, ¿sabe?”

El proyecto actual de Milner es, muy adecuadamente, un intento por entrelazar dos de los aspectos de investigación más ricos de la ciencia cerebral, ambos de los cuales ella originó hace muchísimo tiempo.

Uno es la biología de la memoria

Milner cambió el curso de la ciencia cerebral para siempre como una doctora recientemente graduada en los años 50 al identificar al órgano cerebral específico que es crucial para la formación de los recuerdos.

Lo hizo observando el comportamiento de un hombre de Connecticut de 29 años de edad que se había sometido recientemente a una operación para aliviar ataques epilépticos severos. La operación fue un experimento: basado en una corazonada, el cirujano succionó dos zanjas de tejido del cerebro del hombre, una de cada uno de sus lóbulos temporales mediales, ubicados debajo del cráneo aproximadamente al nivel de las orejas. Los ataques disminuyeron.

Pero el paciente, un obrero de línea de ensamblaje llamado Henry Molaison, quedó alterado para siempre. Ya no pudo formar recuerdos nuevos.

Preocupado e intrigado, el cirujano contactó al doctor Wilder Penfield y a Milner en el Instituto Neurológico de Montreal, quienes habían reportado previamente dos casos de amnesia en pacientes tratados ahí. Así empezó una colaboración ahora famosa.

Ella empezó a tomar el tren nocturno desde Montreal para presentar una serie de pruebas a Molaison, quien era conocido en los reportes de investigación como H.M. para proteger su privacidad.

En un trascendental artículo de 1957 que Milner escribió con el cirujano de Molaison, ella concluyó que las áreas temporales mediales ⎯ que incluyen, de manera importante, un órgano llamado hipocampo ⎯ deben ser esenciales para la formación de los recuerdos. Ese hallazgo dio un vuelco a la teoría aceptada en ese entonces, la cual sostenía que ningún área en específico era esencial para apoyar la memoria.

Milner continuó trabajando con Molaison y posteriormente demostró que su memoria motriz estaba intacta: recordaba cómo realizar ciertas pruebas de dibujo físicas, aun cuando no recordara cómo las había aprendido.

La conclusión, reportada en 1962, demostró que hay al menos dos sistemas en el cerebro que procesan la memoria: uno que es explícito y maneja los nombres, los rostros y las experiencias; y otro que es implícito e incorpora las habilidades, como montar en bicicleta o tocar una guitarra.

“Claramente recuerdo hasta ahora mi emoción, sentada ahí con H.M. y viendo esta hermosa curva de aprendizaje desarrollarse ahí frente a mí”, dijo Milner. “Supe muy bien que estaba atestiguando algo importante”.

El otro aspecto de su nuevo proyecto de investigación incorpora su especialización hemisférica: cómo las dos mitades del cerebro, la derecha y la izquierda, se dividen el trabajo mental.

A principios de los años 60, científicos que incluían a Milner habían demostrado que el hemisferio izquierdo del cerebro se especializa en el lenguaje y el razonamiento, y que el derecho hace juicios más holísticos, más estéticos; es más sensual que intelectual.

Sin embargo, en personas con lesiones cerebrales, particularmente en los lóbulos frontales detrás de la frente, los dos hemisferios podían compensarse trabajando juntos en formas sutiles.

En una era antes de la tecnología de toma de imágenes precisas, las pruebas estándares con lápiz y papel no podían detectar fácilmente los déficits causados por lesiones específicas.

En una serie de estudios, y usando la misma facilidad para la observación exhaustiva, Milner demostró que varios tipos de pruebas podían ayudar a describir las lesiones de los lóbulos frontales.

Una de estas, por ejemplo, es llamada prueba de fluidez verbal, la cual evalúa la capacidad de una persona para generar palabras en ciertas categorías o que empiecen con ciertas letras; una prueba de la integridad del hemisferio izquierdo.

“No solo daba a la persona una prueba y anotaba la puntuación”, dijo la doctora Marilyn Jones-Gotman, una vieja amiga y colega. “No, se sentaba con las personas, ponía atención a todo lo que hacían y decían, y lo ponía todo por escrito. Todo eso se registraba, y daba indicios de lo que realmente estaba ocurriendo en sus mentes que las puntuaciones en sí mismas no podían aportar”.

El nuevo proyecto está encaminado a comprender cómo la coordinación hemisférica ayuda a la recuperación de los recuerdos bajo circunstancias normales, en personas sin lesiones cerebrales.

Milner encabeza a un equipo de investigación que ha estado tomando exhaustivas imágenes cerebrales de resonancia magnética en los participantes mientras resuelven problemas y se someten a exámenes de memoria.

¿El hemisferio derecho artístico ofrece indicios para ayudar a su otra mitad más orientada a la lógica a recuperar palabras? Si es así, ¿qué tipos de indicios parecen más poderosos?

En un experimento, los participantes en el escaneo cerebral trataron de recordar una lista de palabras que acababan de estudiar. Algunas de esas palabras eran concretas, como perro o casa, y conjuraban una imagen específica; otras, como concepto o estrategia, no. Los escaneos rastrearon cuidadosamente la activación a través de los hemisferios de un momento a otro, mientras sucedía la recuperación.

Las conclusiones tienen el enorme potencial de ayudar a las personas con demencia temprana, algunas lesiones cerebrales e incluso discapacidades del aprendizaje.

“Las personas con signos tempranos de demencia pueden tener problemas con las imágenes, y para cuando la enfermedad ha avanzado pierden esa capacidad”, dijo Joelle Crane, sicóloga clínica del Instituto Neurológico de Montreal. “Un área con la que podría ayudarnos este nuevo trabajo es en entrenar a la gente para aprender en una forma más visual”.

Para Milner, después de una vida explorando el cerebro, el motivo para el trabajo es tanto personal como profesional. “Vivo muy cerca; a 10 minutos caminando colina arriba”, dijo. “Así que me da una buena razón para venir regularmente”.

(Con información de El Financiero)

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