Agricultura argentina en auxilio de una economía a la deriva

Al volante de su 4×4, Federico Zerboni, productor agrícola en la llanura de la zona pampeana argentina, recorre sus extensos campos. Sobre esas tierras fértiles, donde crece trigo, colza, maíz y soja descansa gran parte de la salud de la tercera economía de América Latina.

Argentina es uno de los principales productores mundiales de cereales, oleaginosas y productos agroindustriales. El país sudamericano, octavo del mundo por su extensión, es el primer exportador mundial de harina y aceite de soja.

Tras una campaña agrícola 2017/2018 catastrófica debido a la peor sequía en décadas, el sector vuelve a sonreír en este fin de año con una cosecha que se anuncia récord, según las previsiones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

«Eso va a ser clave para la reactivación del país. (…) Así como otros países tienen petróleo, Argentina depende de su producción agropecuaria como su principal ingreso de divisas, sea el gobierno que sea», explica a la AFP Zerboni, productor de 53 años que cultiva 6.000 hectáreas y emplea a 10 personas en los alrededores de San Antonio de Areco, a 120 km de Buenos Aires.

Argentina fue sacudida este año por una crisis económica que llevó al gobierno de Mauricio Macri a pedir ayuda del Fondo Monetario Internacional, del que obtuvo un préstamo de 56.000 millones de dólares.

Después de haber levantado los impuestos a las exportaciones agrícolas, en una de sus primeras medidas al asumir en diciembre de 2015, Macri tuvo que restablecer las tasas a las ventas externas, en el orden de 10%, para llenar las arcas del Estado.

La medida generó malestar entre los productores agrícolas, aliados al gobierno, pero fue mejor recibida que los abultados impuestos a las exportaciones que pagaban en tiempos de la expresidenta Cristina Kirchner (2007-2015), con quien se enfrentaron abiertamente.

«No vemos una discriminación al sector como había antes. (…) Eso es poner el hombro. A nosotros no nos sirve ser un sector que funcione bien en un país que se cae a pedazos», afirma Zerboni, al evocar que la política fiscal del gobierno anterior favorecía a la industria frente al agro.

Dependencia del agro

«Es un impuesto que llamamos distorsivo, no es un impuesto a las ganancias, sino un impuesto al ingreso. Es decir que se sigue pagando, aún perdiendo dinero», relativiza en su oficina de Buenos Aires Gustavo Grobocopatel, gigante del sector, dueño de la multinacional agroindustrial Los Grobo y apodado «el rey de la soja».

Un poco más lejos, en sus tierras, Federico Zerboni muestra un silo horizontal, consistente en una enorme bolsa blanca de plástico donde son almacenados los granos: «Es mi banco».

«Nuestra herramienta para protegernos ante una volatilidad del dólar es quedarnos con el producto. Muchas veces el país, que necesita que se venda para generar dólares para que ingresen a la economía, se queja que el productor no lo vende», explica.

La crisis cambiaria ocurrida a fines de agosto y principios de septiembre aceleró el alza de los precios. Desde enero, el peso se derrumbó 50% frente al dólar, estimulando la inflación. A cambio del financiamiento, Buenos Aires firmó un acuerdo con el FMI que prevé contener la masa monetaria, muy altas tasas de interés (por arriba de 60%) y enmarcar el tipo de cambio entre 34 y 44 pesos por dólar.

«Cómo le vaya al agro, eso genera un efecto derrame sobre el resto de la economía. No se siente tanto en el área metropolitana pero más en el interior del país», explica el economista Rodolfo Santángelo, del estudio Macroview, quien subraya «la dependencia de Argentina del agro», que representa 50% del ingreso de divisas del país.

Los representantes del sector dicen comprender las medidas tomadas por el gobierno de Macri pero advierten que tasas de interés tan altas no son viables por mucho tiempo.

«Entendemos que las últimas medidas que ha tomado el gobierno en el último plan monetario, son unas medidas razonables a los efectos de estabilizar el tipo de cambio… Pero nos preocupan los efectos que tienen esas medidas», destaca Gustavo Idigoras, presidente del Centro de Exportadores de Cereales (CEC).

«Es necesario que el gobierno revierta el efecto de la medida lo antes posible. Porque si no, los niveles de inversión en Argentina el año que viene van a ser muy bajos. Por eso nos preocupa la recesión», advierte.

(Con información de AFP)

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