Más de mil muertos a manos de la policía en Estados Unidos

Usan la fuerza, que se supone que no es mortal, pero puede ser mucho más fácil de ocultar que el disparo del arma de un oficial

Washington, Estados Unidos. Carl Grant, un veterano de Vietnam con demencia, salió de una habitación de hospital para cargar un teléfono celular que imaginaba tener. Cuando se rehusó a quedarse quieto, el policía que lo escoltaba le aplicó una maniobra corporal que hizo rebotar la cabeza del paciente contra el suelo.

Taylor Ware, un exmiembro de la Infantería de Marina y aspirante a estudiante universitario, caminaba por terrenos cubiertos de césped de una parada de descanso en una autopista interestatal para tratar de sacudirse las voces en su cabeza.

Después de que Ware huyera de un oficial, fue atacado por un perro policía, recibió la descarga eléctrica de un arma aturdidora, fue inmovilizado en el suelo y le inyectaron un sedante.

Y Donald Ivy Jr., exatleta de tres deportes, se alejaba solo de un cajero automático una noche cuando agentes policiales lo consideraron sospechoso y trataron de detenerlo. Ivy trató de irse, y la policía lo derribó, le aplicó una pistola paralizante, lo golpeó con porras y lo mantuvo boca abajo.

Todos esos hombres estaban desarmados. Ninguno de ellos era una amenaza para la seguridad pública. Y a pesar de eso, murieron después de que la policía utilizó un tipo de fuerza que se supone que no es mortal, y que puede ser mucho más fácil de ocultar que el disparo del arma de un oficial.

Diariamente, la policía se apoya en tácticas comunes que —a diferencia de las armas de fuego— están destinadas a detener a las personas sin matarlas, tales como las maniobras corporales para restringir, las armas aturdidoras y los golpes al cuerpo. Pero cuando se utilizan mal, estas tácticas pueden derivar en la muerte, como sucedió con el afroestadunidense George Floyd en 2020, lo que provocó una evaluación a nivel nacional sobre la actuación policial. Y si bien ese encuentro fue grabado en video y capturó las últimas palabras de Floyd —“no puedo respirar”—, muchos otros en todo Estados Unidos han pasado desapercibidos.

En el transcurso de una década, más de mil personas murieron después de que la policía las sometiera por medios que no pretendían ser letales, según encontró una investigación encabezada por The Associated Press. En cientos de casos, a los agentes policiales no se les enseñó o no siguieron las mejores prácticas de seguridad para el uso de la fuerza física y las armas, lo que creó una receta para la muerte.

Afroestadunidenses, las mayores víctimas

Este tipo de encuentros fatales ocurrieron en casi todas partes, según el análisis de una base de datos creada por la AP: grandes ciudades, suburbios y zonas rurales de Estados Unidos. En estados de tendencia republicana y en estados de tendencia demócrata. En restaurantes, centros para personas que requieren asistencia y, más comúnmente, en o cerca de la casa de quienes murieron. Los fallecidos procedían de todos los ámbitos de la vida: un poeta, un enfermero, un saxofonista de una banda de mariachi, un camionero, un director de ventas, un payaso de rodeo e incluso algunos agentes policiales fuera de servicio.

Sin embargo, el número de víctimas recayó desproporcionadamente en estadunidenses negros como Grant e Ivy. Las personas de raza negra constituyeron un tercio de quienes murieron a pesar de representar sólo el 12% de la población estadunidense. Otros a los que la policía aplicó fuerza física estaban incapacitados por una emergencia médica, de salud mental o de consumo drogas, un grupo especialmente susceptible a la fuerza incluso cuando se aplica con menor intensidad.

(Con información de La Jornada)

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