Crisis ambiental, la filosofía y la sostenibilidad de la vida

El filósofo alemán Martín Heidegger abrió el camino para pensar las condiciones ontológicas y existenciales del ecologismo radical

Hace algunos años, Enrique Leff, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, consideró que el filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1976) podía ser un referente importante para seguir sus indagatorias sobre el tema ambiental. Fue así como, después de un arduo trabajo de investigación y reflexión, escribió el libro El fuego de la vida. Heidegger ante la cuestión ambiental (Siglo XXI Editores, 2018).

La inquietud e interés de Leff por Heidegger surgieron a partir de las primeras lecturas que hizo de este filósofo, las cuales se plasmaron de manera un tanto marginal en sus libros anteriores a El fuego de la vida. Pero conforme fue abordando la cuestión ambiental desde la economía, la sociología, la antropología y la ecología, supo que había que cuestionar el enigma de la crisis ambiental desde la filosofía, en el marco de la historia de la metafísica, y que el pensamiento de Heiddeger podía ayudarlo en esta tarea.

Este enigma, según Leff, puede plantearse así: cómo es que el Homo sapiens sapiens, este supuesto ser supremo de la creación, este ser racional que por la vía de la razón pensaba comprender su mundo y sus condiciones de existencia, ha dañado las condiciones de sustentabilidad de la vida, en esta etapa de la historia, generando una crisis ambiental tan profunda como la que estamos viviendo.

“Y como este enigma no lo resuelve ninguna de las ciencias, ni la conjunción de todas ellas, había que indagar el pensamiento filosófico, es decir, la cuna de los modos de razonamiento de la mente humana que condujeron a instaurar el régimen de la racionalidad de la modernidad que ha desencadenado los procesos de degradación de la naturaleza”, dice.

Mundo objetivado

¿Qué hay en el pensamiento de Heidegger que se conecta con la irrupción del pensamiento propiamente ecologista, primero, y del ecologismo radical, después?
“En primera instancia se debe resaltar el hecho fundamental por el cual Heidegger es reconocido: su rompimiento con el idealismo trascendental que va desde Kant hasta Husserl, lo que implica un cuestionamiento profundo de los límites del conocimiento científico y de aquello que se construye socialmente desde la ‘legitimidad’ del pensamiento científico, entendido éste como el modo superior de comprensión del mundo y de la condición humana. Así pues, la ontología existencial de Heidegger, que cuestiona el saber y la comprensión de las cosas del mundo desde la condición existencial del ser humano, aparece como un eje fundamental de la crítica profunda del ambientalismo a la historia de la metafísica y a la comprensión propiamente científica de la crisis ecológica que padecemos. O sea, era inevitable pasar por Heidegger”, indica Leff.

Ahora bien, dentro de la obra de Heidegger destaca concretamente el texto de una conferencia dictada en la Academia Bávara de Bellas Artes el 18 de noviembre de 1953 y publicada junto con otras conferencias y artículos bajo el título Vorträge und Aufsätze en 1954, desde el cual se desprende una conexión con lo que, a partir de los últimos 60 años, se ha ido construyendo como el pensamiento crítico ambiental: Die Frage nach der Technik (La pregunta por la técnica).

“Lo que en resumidas cuentas dice Heidegger en este texto es que toda la historia de la metafísica, o la historia de la humanidad dominada por el pensamiento filosófico de Occidente, ha desembocado en la modernidad en la configuración de ‘la época de la imagen del mundo’, en la que se ha estructurado un mundo objetivado en un marco de comprensión. La Gestell, que caracteriza al mundo moderno, es una ‘estructura’ de emplazamiento, ordenamiento, disposición y dominio de la totalidad de los entes. En este momento de la historia de la civilización humana, la comprensión de las cosas del mundo, la producción de los acontecimientos y las dinámicas del mundo, así como la búsqueda de su verdad objetiva, comprobable a través de los procedimientos de falsación de la ciencia, se inscriben en el molde de la racionalidad del ser humano configurado por el pensamiento ontológico, aquel que privilegió la pregunta por el ser sobre la pregunta por la vida. Esta configuración de la mente humana terminó objetivando al mundo, convirtiéndolo en un mundo en el que la totalidad de los entes ha quedado dispuesta, dice Heidegger, para ser apropiada mediante el cálculo y la planificación. Este modo de comprensión al cual ha llegado la humanidad a través del dominio del orden ontológico de la racionalidad tecno-económica –que no es el de las civilizaciones y culturas de los pueblos originarios–, se ha construido sobre la base del dominio del Logos, de la Ratio, del Ego cógito y del principio de la razón suficiente a lo largo de la historia de la metafísica.”

En opinión del economista y sociólogo ambiental universitario, más allá de dictaminar lo que Heidegger pudo haber pensado sobre la cuestión ambiental tal como se piensa desde el pensamiento ambiental crítico, lo importante es reconocer que abrió el pensamiento para comprender la cuestión ambiental desde sus condiciones ontológicas, “y así, por una parte, saber que estamos viviendo en un mundo objetivado, construido desde los modos de producción de conocimiento y de verdades científicas que han desquiciado la estructura ecológica de la biosfera y que no alcanzan para comprender la cuestión ambiental ni para resolver la crisis ambiental; y por la otra, reconocer otros modos de comprensión que no se rigen por la razón pura, sino que se configuran en los modos de significancia de la facticidad de la vida y en los imaginarios sociales que mobilizan la actuación de la gente desde otros impulsos y sentidos de vida”.

Frases crípticas

Leff señala que Heidegger no llegó a desplegar plenamente los principios de su crítica de la modernidad en La pregunta por la técnica sobre la degradación de la naturaleza.

“Es verdad que acuñó frases en las que afirma que el mundo de la técnica, de la representación de las cosas del mundo, desencadena la destrucción del planeta, pero uno se pregunta hasta dónde están pensando los filósofos en los sentidos y las consecuencias de lo que dicen cuando escriben este tipo de frases aforísticas, a veces un poco crípticas. Cuando Nietzsche dice: ‘El desierto crece’, ¿está pensando en la desertificación de los territorios, en el calentamiento global, en el desquiciamiento de los ciclos ecológicos del planeta, o es una metáfora del nihilismo de la razón, de la ‘desertificación del alma humana’? Cuando Heidegger se refiere al modo dominante de comprensión del mundo dispuesto a ser apropiado por la técnica, uno se pregunta hasta dónde llega esa comprensión en cuanto al peso que la racionalidad científica y la racionalidad económica tienen en el desencadenamiento de la degradación ecológica del planeta. Heidegger no despliega las consecuencias ecológicas del mundo objetivado. Deja suelta esa frase que ahora podemos reelaborarla desde la perspectiva de la crisis ambiental. Pero antes hay que pasar por Marx y entender no sólo cómo el mundo está dispuesto a ser apropiado mediante el cálculo y la planificación, sino también cómo el modo de producción capitalista incide en el desquiciamiento ecológico del planeta a través del proceso económico que en su dinámica acumulativa genera el consumo destructivo de la naturaleza y destina la ‘muerte entrópica del planeta’, siguiendo la segunda ley de la termodinámica, como lo señaló Nicholas Georgescu Roegen.”

Así, de acuerdo con el economista y sociólogo ambiental, Heidegger no es el fundador del ambientalismo. Ni tampoco lo han sido otros grandes filósofos que lo siguieron críticamente, como Derrida, cuya gran obra se desplegó justamente cuando irrumpió la crisis ambiental planetaria en los años 60 y 70 del siglo pasado.

“Es también lo que ocurre con Marx. Hoy en día, más de un pensador busca rescatar un supuesto ecologismo en Marx al ver hasta qué punto el modo de producción capitalista ha sido el motor de la destrucción del planeta. Obviamente, más que en Heidegger, en Marx están los elementos para entender cómo la racionalidad económica, asociada a la ciencia y la tecnología, ha desencadenado esta crisis ambiental. Pero eso no implica que Marx haya sido propiamente un ambientalista o un precursor del ecologismo, porque no desplegó las relaciones entre la producción de plusvalía en la acumulación de capital y la degradación de la trama de la vida en la biosfera. Sin duda la crítica de Heidegger al pensamiento metafísico aporta elementos para fundamentar el pensamiento ecologista. Pero la cuestión ambiental ha sido pensada de modo radical desde una ‘ontología de la vida’, desde el pensamiento emancipatorio decolonial, desde las condiciones ecológicas y culturales del Sur”, concluye.

(Con información de Gaceta UNAM)

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