Conozca algunas técnicas de manipulación en la política

Manipular es sembrar la conciencia y la mente con ideas, actitudes, conceptos y aspiraciones que benefician al político y no a la gente

Para la Política, las campañas electorales y el ejercicio de gobierno; comunicar, convencer, persuadir y manipular; suelen ser sinónimos, distinguir que es una y que es la otra, resulta muy difícil. De hecho, la manipulación es una parte imprescindible y fundamental del quehacer político desde los orígenes de la humanidad.

Manipular es una de las primeras cosas que aprendemos en la vida. A muy temprana edad, los bebes descubren el poder del llanto, el berrinche, los pataleos, la risa o alguna “gracia” como recursos para demandar atención, exigir comida, pedir ayuda o simplemente mantener ocupada a la gente. Nuestras actitudes de adultos reflejan lo mucho o poco que algunos maduraron, procesaron y rebasaron ese periodo.

A diferencia de la educación, manipular es sembrar en la conciencia y en la mente de la gente ideas, actitudes, conceptos y aspiraciones preferentemente falsas, inmorales y deshonestas que sirvan a los objetivos -ocultos o abiertos- de sus manipuladores, pero no de los destinatarios, es decir a los ciudadanos.

Pero ¿Cómo se manipula en Política?

1) La sociedad vulnerable. Para que exista un manipulador, debe haber una base de ciudadanos indefensos, dóciles, desinformados, emocionales, reclutados, pagados o simplemente indiferentes a la política para quienes mantenerse dependientes, es muchas más simple que reflexionar, participar, criticar o luchar para cambiar las cosas.

Los apoyos de gobierno, como se hizo en los gobiernos del PRI y el PAN, el bajo nivel de la educación, los medios de comunicación y la propaganda permanente, pueden ser usados como instrumentos de soporte a la manipulación.

Entre más grande sea esta base de apoyo, menor es la capacidad de resistencia de la parte crítica y revolucionaria de la sociedad. En el contexto de la democracia de masas, aunque las minorías criticas resistan y prevalezcan, perderán simplemente por las mayorías manipulables.

2) El altruismo y la similitud. El manipulador político destruye y explota al mismo tiempo la necesidad de autoestima del pueblo. Tiene que convencer a la sociedad de que sus orígenes, identidad y aspiraciones son los mismos; que es un ser ordinario con una capacidad de autosacrificio extraordinaria por los suyos y que sus recompensas son morales o materiales, ese será su eterno discurso.

Adoptando las formas populares, sus dichos y sus usos; con un ingreso bajo y un estilo de vida sencillo, el manipulador suaviza los cuestionamientos; se ubica en el nivel promedio y puede comunicarse con empatía; pero al mismo tiempo, legitima su incompetencia y mediocridad, justifica su falta de calificaciones y puede evadir sus responsabilidades públicas.

O adoptando formas elitistas, sus prácticas, su estilo de vida fresa, con un ingreso alto y un estilo de vida de la “alta sociedad”, el manipulador soslaya los cuestionamientos, se ubica en un alto nivel y se comunica con empatía, pero al mismo tiempo legitima su incompetencia y mediocridad, justifica su falta de calificaciones y puede evadir sus responsabilidades públicas, como lo hicieron los gobiernos del PRI y el PAN.

3) Victimización y el enemigo superior. Los manipuladores usan con frecuencia la técnica de ser la victima eterna, Suelen inventar voces críticas, demandantes o que no comparten sus ideas y los etiqueta como parte de sociedades secretas, clases estigmatizadas, aliados de gobiernos extranjeros o los ultraconservadores o ultraliberales que se oponen a las reformas estructurales que dice representar.

De esta forma, el manipulador derecha o de izquierda mantiene el rechazo del pueblo a otras opciones, contagia y expande sus fobias sobre el manipulado. La hace creer que sus temores, exageraciones e inseguridades personales deben ser de ambos. Exige lealtad sin cuestionamientos y sin referencias a otras formas de pensamiento. El ciudadano prefiere rendirse antes de arriesgarse al posible retorno de los enemigos más perversos. Tal como lo hicieron los gobiernos neoliberales que pusieron a los cárteles de la droga como los enemigos a vencer, mientras ellos saqueaban impunemente el país.

4) La verdad incuestionable y la trascendencia histórica. Comunicar para que el manipulador sea percibido como un personaje que forma parte de la historia por sí mismo, que representa un cambio único y que forma parte de la moral y los ideales superiores de la sociedad, es un ingrediente fundamental de las campañas electorales, como lo hizo el PAN para llegar en el 2000 y para el retorno del PRI en el 2012.

Abrogarse los legados de figuras históricas y populares; usar un concepto aceptado y superior como disminuir la pobreza, acabar con el crimen o terminar con la corrupción son metas incuestionables; pero al mismo tiempo, justificaciones de medidas extremas, como la fallida y sangrienta guerra contra los sicarios del narco, cambio de socios, nuevas cuotas, verdades a medias y formas para ocultar nuevas prácticas corrompidas tal como los órganos anticorrupción generados por el PRI y el PAN que no sirvieron para nada más que para simular.

Los manipuladores hacen uso del hartazgo y la molestia de la gente para explotarla en su favor, canalizan la furia popular hacia sus contendientes y con la mano escondida reciben los dividendos de aquellos a quienes denunciaban como sus adversarios, mover todo de lugar no cambia el fondo de los problemas sociales, es decir la historia del neoliberalismo y las presuntas reformas estructurales.

5) Presencia permanente. El manipulador es celoso, a veces casi paranoico; no admite cuestionamientos ni quiere que nadie ocupe su espacio, sabe que su vigencia depende de presencia controladora (Recuérdese el gasto de publicitario de miles de millones de pesos durante el sexenio de Peña Nieto, por ejemplo). Todos los días, hay que marcar la línea de discurso, incidir en el debate, marcar la pauta de lo que se diga en política, no importa la calidad sino la cantidad (tal como se instauraron las reformas Educativa y Energética, por ejemplo, con el uso y abuso de los medios).

El ridículo vale la pena si con ello se logra una cortina de humo; la distracción y la superficialidad son formativas (Salir en revistas como Hola, por ejemplo); sacar la verborrea, creatividad, sarcasmos, demagogia, ocurrencias, bromas, excusas, evasiones todo eso sobra en cualquier merolico, standupero o grillo político (frases como “sé que no van a aplaudir”. “Haiga sido como haiga sido”). Que la gente haga de la política espacio de chismes y parodias es mucho mejor y más fácil que comprometerse en generar certidumbre, ofrecer resultados claros o rendir cuentas, tal como sucedió en los gobiernos del PRI y el PAN. Y esperemos que no se repita en los gobiernos morenistas.

(Con información de Forbes México y Redacción)

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