América Latina, la ideología de género y su politización

La jerarquía católica creó el concepto “ideología de género” para englobar el pensamiento de las personas adscritas a la diversidad sexual

A mediados de la década de los años 90 del siglo XX, la jerarquía católica creó el concepto “ideología de género” para englobar el pensamiento de las mujeres y las personas adscritas a la diversidad sexual que ya no tenían como única opción el modelo de moral heterosexual que impera en el mundo.

Años después, en 2010, surgieron en Francia los primeros movimientos antigénero para combatir esta ideología que, según ellos, intenta adoctrinar a las personas, imponerles la idea de que no hay diferencias naturales entre hombres y mujeres, y acabar con la familia tradicional.

Desde entonces, los movimientos antigénero no han dejado de proliferar en Europa, articulados por la Iglesia católica, los partidos populistas y los movimientos de extrema derecha.

“En América Latina, el surgimiento de los movimientos antigénero –una de cuyas consignas más famosas reza: ‘Con mis hijos no te metas’– ha sido más reciente pero, a diferencia de lo que ocurre en Europa, donde la Iglesia católica desempeña un papel fundamental en su organización y estructura, aquí, en nuestro continente, las iglesias evangélicas son las que se han politizado y posicionado contra la ideología de género”, indica Karina Bárcenas Barajas, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM que estudia cómo se ha dado este fenómeno en México y Brasil.

De acuerdo con Bárcenas Barajas, las iglesias evangélicas que predominantemente han asumido una posición contraria a la ideología de género en todos los países latinoamericanos son aquéllas de corte pentecostal y neopentecostal.

“Las iglesias pentecostales y neopentecostales se distinguen de otras iglesias evangélicas por el hecho de que, en ellas, la manifestación del Espíritu Santo desempeña un rol central en el modo de vivir tanto la religiosidad como la relación con el cuerpo. En este sentido, la moral sexual se vive de manera más estricta que en la Iglesia católica.”

En las iglesias evangélicas, el tema del cuerpo es central, porque el cuerpo se asume como un vehículo de comunicación con Dios.

“Así, para sus miembros, todas las prácticas relacionadas con el cuerpo que contravengan la moral heterosexual, la cual consideran clave en sus principios religiosos, son asociadas a cuestiones demoniacas y vistas, desde la óptica de lo que llaman una guerra espiritual, como parte del Mal. De ahí que tengan que llevar a cabo una serie de acciones para construir el Reino de Dios en la tierra”, apunta la investigadora universitaria.

Cada vez más

Los evangélicos han aumentado mucho en Brasil (incluso en las elecciones de 2018 jugaron un papel muy importante para que, en combinación con otras maniobras, Jair Bolsonaro ganara la presidencia de ese país sudamericano); además, cuentan con una bancada legislativa.

“En México también han aumentado, y aunque todavía no hay una bancada legislativa evangélica, el Partido Encuentro Social (PES) participó activamente en la estructuración de iniciativas que iban enfocadas a consolidar una agenda neoconservadora, sobre todo en el contexto de la iniciativa presidencial del presidente Enrique Peña Nieto para que el matrimonio igualitario fuera reconocido a nivel nacional. Y no debemos olvidar las manifestaciones en contra de la iniciativa a favor de la infancia trans. Es decir, tanto en el caso brasileño como en el mexicano, con bancada legislativa evangélica o sin ella, los movimientos antigénero despliegan sus estrategias en alianza con los actores religiosos, los actores políticos y otros que no tienen un perfil claro (yo los llamo actores ideológicos), pero que ejercen una función esencial en las redes sociodigitales”, dice Bárcenas Barajas.

En opinión de la investigadora de la UNAM, la influencia de las iglesias en la toma de decisiones de Estado o de gobierno ha crecido con el tiempo.

“Las alianzas se fortalecen cada vez más. Líderes religiosos de México han tendido puentes con líderes religiosos de otros países de América Latina, como Brasil y Perú. Y todos actúan bajo una misma estrategia y con un mismo objetivo: influir en las decisiones políticas. Esto se podría explicar a partir del concepto gubernamentalidad, que hace referencia a las sociedades donde el poder es descentralizado y donde sus miembros juegan un rol activo en su propio autogobierno. Los movimientos antigénero transitan hacia la gubernamentabilidad con la finalidad de imponer una agenda neoconservadora.”

Un ejemplo de este tránsito pudo verse, según Bárcenas Barajas, durante la discusión de la ley a favor de la infancia trans. Ese día, afuera de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, hubo manifestaciones convocadas por actores evangélicos y una “cita tuitera” que consistió en colocar en las redes sociodigitales un conjunto de hashtag como trending topic en contra de la aprobación de esa ley.

“Este tipo de acciones ocasionan, por un lado, que haya polarización social y pánico moral, un término que se ha asociado al impacto que los movimientos antigénero han tenido de manera muy inmediata en la sociedad, y, por el otro, que se siga estigmatizando y discriminando a los movimientos feministas y de la diversidad sexual”, añade.

Trampa

Además de las iglesias evangélicas, en México hay otros grupos de la sociedad civil que han conformado alianzas políticas y buscado incidir en las decisiones de gobierno para frenar el avance de las agendas feminista y de la diversidad sexual, e impulsar una agenda que responda a intereses neoconservadores.

“Por ejemplo, en las elecciones de 2018, el Frente Nacional por la Familia buscó que los candidatos se posicionaran abiertamente a favor de esta agenda neoconservadora”, refiere la investigadora.

Asimismo, los actores ideológicos que actúan en las redes sociodigitales contribuyen a generar pánico moral por medio de noticias falsas y otras estrategias de desinformación.

“Al igual que las estrategias políticas, estas estrategias de desinformación causan tensiones que pueden dividir a la población respecto a cuál es la percepción en torno a comunidades como la LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transgénero) y a la agenda feminista, cuyo punto primordial es la interrupción legal del embarazo. Creo que tendríamos que estar muy alertas para no caer en la trampa que nos tienden”, finaliza Bárcenas Barajas.

(Con información de Gaceta UNAM)

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