¿El pueblo se equivocó o el presidente erró de profesión?

El caso de Culiacán ha sido una puesta en escena con un guion seguido al pie de la letra por cada uno de los participantes voluntaria o involuntariamente

La sonrisa le duró poco al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, luego de dar inicio a las obras de lo que será el nuevo aeropuerto de Santa Lucía.

Apenas unas horas después, hubo lo que hemos llamado una puesta en escena tragicómica en la cual participaron los más altos funcionarios del gabinete de seguridad del país (la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, el Ejército Mexicano y la Guardia Nacional).

Tragedia, porque significó la muerte de varios policías, un ciudadano y sicarios, además de otros tantos heridos y el terror de miles de habitantes de la zona noreste de la ciudad de Culiacán en el estado de Sinaloa.

Comedia, porque pareció una farsa teatral desde las primeras escenas narradas: iba pasando un convoy con policías ministeriales por una zona habitacional cuando fueron atacados desde una casa y tras responder la agresión, ingresaron al domicilio y ¡zas! Que se encuentran a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán.

La presunta corrección estuvo peor al día siguiente (el viernes) en la rueda de prensa, los secretarios y el gobernador de Sinaloa fueron “acribillados” al referir que había sido una acción precipitada de los ministeriales que sin contar con una orden de cateo se presentaron a detener Ovidio.

Luego, la tragedia de las muertes y el caos urbano, por la movilización de los narcotraficantes que supuestamente orillaron a liberar al presunto narcotraficante para “no poner en riesgo la vida de inocentes”.

En la mañanera, el presidente, ya sin la sonrisa del día anterior, dio cuenta somera de los hechos y remitió a la rueda de prensa del Gabinete de Seguridad que según iba a dar detalles y toda la verdad, nada más que la verdad y lo único que dio fue pena ajena.

Por si fuera poco, no faltó el discurso conciliador de no más violencia ni matanzas, justo cuando esta misma semana tanto la delincuencia organizada como el ejército exterminaron, los primeros, a catorce policías; y los soldados, a 14 delincuentes.

Todo esto, además, orquestado con una campaña mediática y en redes sociales que aplastó cualquier intento de defensa por parte de los seguidores de la Cuarta Transformación que o n o sabían cómo responder a la “tormenta perfecta” creada contra el mandatario izquierdista.

Ya para rematar el sainete, se dio una conferencia de prensa por parte de abogado del tal Ovidio, donde agradecen al presidente que se haya portado bien con el hijo del Chapo.

Todos estos ataques se podrían resumir en una frase irónica: “Por el bien de todos, primero los narcos”.

Desde mi punto de vista, esto ha sido una puesta en escena con un guion seguido al pie de la letra por cada uno de los participantes, voluntaria o involuntariamente.

Ante los hechos y el discurso cabría preguntarse si los ciudadanos mexicanos cometimos un error al votar por un cambio de régimen en el país o ha sido Andrés Manuel López Obrador, al momento de elegir la profesión de su vida.

Alguien debería decirle al mandatario mexicano que el pueblo lo eligió para presidente no como predicador.

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