Crean Tecnosoles para el desarrollo de milpas en Cdmx

Comprobada la viabilidad de suelos artificiales para cultivos, hechos en la UNAM con mezcla de cascajo, compostas y biocarbón

A tono con el movimiento mundial de la “Agricultura Urbana” que pretende que las ciudades se vuelvan autosostenibles, en la UNAM crean suelos artificiales para el cultivo de milpas en la Ciudad de México.

Estos Tecnosoles o suelos a la medida son desarrollados por los doctores Victor Peña y Blanca Prado, del Instituto de Geología, la doctora Julieta Rosell y el biólogo Diego Dávila, del Instituto de Ecología, especialistas en plantas de cultivo, y Yesenia Paz Elizalde, pasante en Ciencias de la Tierra de la UNAM.

Son desarrollados para una función específica: el crecimiento de las plantas comestibles que se ensamblan en el agroecosistema y paradigma de cultivo tradicional mesoamericano que conocemos como “milpa” y que está representado principalmente por: maíz, frijol y calabaza.

Los suelos artificiales son una alternativa sostenible para reducir la presión sobre el suelo natural (extracción de tierra negra y tierra de hoja) de los bosques conservados, y eventualmente contribuir a la regeneración de zonas erosionadas.

A partir de mezclas de composta, cascajo y otros materiales, con estos Tecnosoles se pretende contribuir a que la Ciudad de México produzca alimentos para el consumo de sus habitantes.

En la Cdmx, apunta el doctor Peña, solo en el 15 % de su superficie se cultivan plantas comestibles y el 80% de los alimentos que se consumen aquí provienen de otros estados del país o del extranjero.

Para su autosostenibilidad, la ciudad necesita producir también alimentos. Pero —dice el investigador del IG— como ya no hay espacio, una alternativa es usar camellones, jardines y azoteas como zonas de cultivo.
Faltan suelos adecuados

La degradación del suelo no solo ocurre en el Valle de México, donde se asienta la CDMX, sino en todo el país. La mitad de los suelos mexicanos tiene algún grado de degradación, de leve a muy grave.

Hay suelos, asegura la doctora Rosell, que ya no pueden sostener la vida: el cultivo de plantas, la filtración de agua, proveer hábitat a organismos que participan en los ciclos del nitrógeno y fósforo del planeta.

Los suelos son renovables pero a una escala muy grande. Una vida (80 años) no alcanza para ver su renovación, subraya la investigadora del Instituto de Ecología.

Para que se produzca 1 cm de suelo, se calcula que son necesarios entre 400 mil y mil años, agrega el doctor Peña.

El suelo no solo es esa capa donde pisamos; es también una matriz, con una estructura, muy importante de los ecosistemas, puntualiza Rosell.

Ante la falta de suelos adecuados en las zonas urbanas, insiste el biólogo Dávila, tesista en el Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad, los Tecnosoles son una alternativa para generar espacios de cultivo y disminuir la presión sobre el suelo natural de bosques y zonas conservadas.

Cascajo y compostas

Los Tecnosoles son mezclas de materiales heterogéneos. Unos se elaboran de restos de construcción reciclados y otros, de materiales sintéticos.

Al grupo de especialistas de la UNAM le interesa elaborar Tecnosoles a partir de diversos residuos, ya que en la Cdmx se producen diariamente 3 mil toneladas de residuos orgánicos y entre 3 mil 500 y 4 mil toneladas de cascajo.

Procesar estos residuos, anota el doctor Peña, ayudaría a disminuir su volumen y a contar con suelos para convertir azoteas y jardines en espacios para cultivos.

Cuando se compostan residuos orgánicos se reduce hasta en un 80% su volumen original.

“Cascajo hay por todas partes”. En muchas calles hay bastante porque la gente no tiene donde depositarlo. Ese tiradero se podría usar para elaborar suelos artificiales.

Una desventaja del cascajo es que antes de utilizarlo para un suelo artificial, hay que triturarlo hasta convertirlo en partículas de tamaño arena o grava.

Otro inconveniente.

El cascajo, dice Peña, tiene un pH un poco alcalino, y para bajárselo, porque no es bueno para las plantas, hay que acidificarlo con un poco de azufre.

Pionero en el uso de este tipo de materiales para elaborar Tecnosoles, el grupo de los institutos de Geología y Ecología mezcla cascajo triturado con la composta porque ésta contiene los microorganismos que realizan los procesos fundamentales para que los nutrimentos puedan estar disponibles para las plantas.

Nuestros suelos, explica el doctor Peña, están compuestos por una fase inorgánica: el cascajo, que contiene gran cantidad de nutrimentos para que crezcan las plantas. Posee fósforo, potasio, calcio y magnesio.

Sin embargo, como no contienen nitrógeno, se requiere una fase orgánica de composta y/o lombricomposta, las cuales contienen nitrógeno, el elemento que más requieren las plantas para desarrollarse.

La composta es un residuo orgánico procesado principalmente por microorganismos (bacterias, hongos, microartrópodos), a diferencia de la lombricomposta procesada por lombrices (generalmente Eisenia foetida): sus heces contienen microorganismos fundamentales para el funcionameinto del suelo.

Agricultura sostenible

—¿Por qué emplear Tecnosoles para desarrollar la milpa y no otros cultivos?
Por varias razones: la milpa, dice la doctora Rosell, es el ensamble de especies (maíz, frijol y calabaza, generalmente, pero también chile, quelites y muchas otras especies de plantas), cuya interacción propicia ese “suelo rico” que hizo viable el cultivo a gran escala para mantener a las poblaciones prehispánicas.

Esa milpa sobrevive hoy en todas las zonas rurales de México. Es un cultivo de temporal con base en variedades criollas o nativas, adaptadas localmente a un ambiente, a un tipo de suelo y a un régimen de lluvia.

Porque la milpa, agrega la doctora Rosell, fuertemente asociada a aspectos socioculturales de México (festividades especiales, rituales, gastronomía muy regional), es un paradigma de la agricultura sostenible.

Aunque existen variaciones de la milpa, precisa el biólogo Dávila. Tres cultivos por excelencia que la componen son el frijol, el maíz y la calabaza, los cuales forman un ecosistema donde colaboran entre sí y aprovechan sus diferentes características.

El maíz, planta que crece en forma erecta, es sostén del frijol, que se enreda en su largo tallo buscando al sol. La calabaza, más dada a ser rastrera, aprovecha los espacios disponibles en el suelo. Sus grandes y hermosas flores atraen a muchos insectos como escarabajos y abejas, que ayudan a polinizar todo ese sistema.

Además, en las raíces del frijol ocurren asociaciones con bacterias capaces de fijar el nitrógeno de la atmósfera y pasarlo al suelo. El maíz, que demanda mucho nitrógeno, aprovecha en su beneficio esa interacción. Realmente, puntualiza el biólogo Dávila, es un sistema muy interesante tanto desde esa perspectiva cultural como ecológica.

Tecnosoles UNAM

En la planta de composta de CU han probado siete tipos de suelos artificiales, resultado de mezclar diferentes residuos de construcción y excavación con composta, lombricomposta y biocarbón, que mejora muchísimo los suelos.

El biocarbón, que se obtiene por pirólisis (en ausencia de oxígeno), es un material ligero con gran cantidad de poros. Al mezclarlo con residuos y compostas, permite a los Tecnosoles retener gran cantidad de agua y favorece la aireación de las raíces, fundamental para el intercambio gaseoso.

Su capacidad de absorción de iones que se encuentran en las compostas, señala el doctor Peña, le permite al biocarbón actuar como fertilizante de liberación lenta.

“Paulatinamente libera los nutrimentos que requieren las plantas para poder crecer y evita que se pierdan los nutrimentos por la lixiviación a causa del riego o de la lluvia”.

Los resultados son muy alentadores. Cada uno trabajó con un cultivo diferente: maíz, Peña; calabaza, Dávila; y frijol, Yesenia Paz Elizalde.

Las tres plantas pudieron crecer perfectamente en estos suelos y produjeron frutos y semillas, apunta el biólogo Dávila. Unos Tecnosoles destacaron por encima de otros. Los mejores rendimientos se dieron en Tecnosuelos con lombricomposta y biocarbón.
El pasito que falta

—¿En números cómo se traducen estos resultados?
En calabaza, por ejemplo, se obtuvieron porcentajes de entre 72 y 86% de germinación. Redondeando, ocho de cada 10 semillas sembradas, germinaron. Y la sobrevivencia fue, por lo menos, de ocho de cada 10 plantas sembradas.

En el caso del frijol, dice el doctor Peña, la cantidad de vainas que produjeron frijoles “fue tan grade como la que se tiene en cultivos desarrollados en suelos naturales” , y en nuestro caso sin aplicar fertilizantes químicos.

Comprobada su viabilidad y con resultados promisorios en la implementación de milpa en este tipo de suelos, aun “falta un pasito”, dice Rosell.

“Falta verificar que las semillas y frutos derivados de este tipo de cultivos no presenten acumulación de compuestos tóxicos (metales pesados), que pudieran derivar de los residuos de construcción y excavación e incluso de las compostas que conforman los Tecnosoles”.

(Con información de Gaceta UNAM)

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