Redistribuir la riqueza para acabar la desigualdad social

No se puede hablar de la extinción del neoliberalismo si no hay una política impositiva progresiva, donde los que más tienen más pagan

El neoliberalismo no se termina por decreto, sino con políticas que se orienten a construir un modelo económico y social alternativo, más justo y que se sustente en la progresividad, donde los ricos paguen mayores impuestos y no en mayor austeridad fiscal, afirmó María Cristina Bayón.

En entrevista con Gaceta UNAM, la especialista del Instituto de Investigaciones Sociales, indicó que el modelo exclusivamente centrado en el mercado no es el único posible.

“Tenemos que volver a hablar de Estados de bienestar, de políticas públicas progresivas, de servicios públicos de calidad, de la defensa del medio ambiente, del derecho a la tierra, al agua, etcétera, y acerca de que quienes más tienen deben contribuir a lograr una sociedad más justa”.

Y añadió: no sólo mediante la filantropía, sino a través de pagar más impuestos. “No tiene que ser una voluntad de los ricos, debe ser una política de Estado”.

Agregó que el auge del neoliberalismo y la economía de mercado van acompañados de la concentración de la riqueza y el aumento de la desigualdad.

“Una manera de combatir el neoliberalismo es generar una suerte de contra hegemonía. La primera cuestión tiene que ver con la redistribución de la riqueza.

“No se podrá reducir la desigualdad si los ricos no pagan más impuestos. No se puede hablar del fin del neoliberalismo si no hay una política impositiva progresiva, donde los que más tienen más pagan”.

Otra cuestión importante, acotó, es la del salario básico universal. “Esto quiere decir que hay un piso mínimo de ingresos y también de acceso a servicios de calidad, que nadie puede estar por debajo de él”.

Poder

Bayón consideró que el tema de la redistribución y el tema de la desigualdad tiene que ver con el poder.

“Cuando ganan gobiernos orientados a políticas más redistributivas tienen que tocar a los grupos de poder más concentrados y los cuales no solamente aglutinan la riqueza, sino también los medios de comunicación, el acceso a la justicia, los distintos ejes del poder”.

Un elemento más del neoliberalismo es el ataque a los estados de bienestar, “al Estado como garante de derechos sociales básicos, los cuales se tienden a privatizar y cada quien accede a la salud, la educación, la vivienda que puede pagar y no hay piso mínimo de bienestar garantizado para todos”.

Si hay algo que evidenció la pandemia en el mundo –no solamente en México– fueron justamente los impactos del neoliberalismo, a través del vaciamiento de los servicios públicos, que estaban desmantelados, declaró María Cristina Bayón.

En el libro que coordinó, Las grietas del neoliberalismo. Dimensiones de la desigualdad contemporánea en México, se abordan justamente las grietas generadas por este modelo en términos de la producción de desigualdades abismales.

“Vivimos en sociedades más desiguales que hace 50 años. Tiene que haber no sólo una redistribución de la riqueza, sino también una redistribución del poder y de las fuentes del poder en la sociedad. No puede ser que todo el poder económico, político, mediático, judicial, esté concentrado en unas pocas manos”.

Acotó que el neoliberalismo no es sólo una visión que se sustenta en una economía de mercado o en la centralidad de éste. “Tiene que ver con una sociedad de mercado. ¿Qué quiere decir esto?

“Este modelo supone que los individuos se construyen o deben hacerlo como empresarios de sí mismos y, por lo tanto, como emprendedores y responsables de sus propios problemas, de sus propios destinos”.

¿Qué pasa con esto?, cuestionó la doctora en Sociología por la Universidad de Texas en Austin. “Que se desdibujan las raíces de la desigualdad, de los problemas sociales y se reducen a problemas individuales.

“Esto hace que las personas tengan que cargar sobre sus espaldas con problemas sociales: de vivienda, desempleo, pobreza, discriminación, precariedad laboral, bajos ingresos.

“Bajo este paradigma, los grupos más desfavorecidos no sólo son culpabilizados por sus propios problemas, sino también criminalizados y estigmatizados”.

El caso de México

Enfatizó que en el caso de México se debe garantizar una infraestructura pública de calidad para el cuidado de niños, enfermos y adultos mayores.

“No se trata de dar dinero y que cada quien se las arregle como pueda en el mercado. Tiene que haber una inversión pública muy fuerte en estos servicios, lo mismo sucede en el tema de infraestructura educativa, para que se pueda garantizar educación pública y de calidad para todas y todos”.

Concluyó que cuando los niveles de desigualdad son muy altos esto afecta la convivencia social y pasamos a vivir no únicamente en sociedades desiguales, sino en profundamente fragmentadas y muy poco solidarias.

(Con información de Gaceta UNAM)

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