¿Qué pueden aprender, los economistas, de las ciencias sociales?

Los economistas puede ayudarse de otras disciplinas con la idea de desarrollar modelos que incluyan en todos los sentidos a las sociedades en donde se aplicarán los modelos económicos previamente diseñados.

Para enriquecer y predecir de mejor manera el comportamiento de la economía, los estudiosos y profesionales de esta rama del conocimiento pueden echar mano de otras ciencias, sobre todo de las sociales. Con esos conocimientos incluidos en los modelos se puede tener un entendimiento más preciso de cómo la economía es una herramienta fundamental para el desarrollo social y de los ciudadanos, además de serlo para los países.

La economía es la ciencia de las decisiones. Es la que ayuda a sopesar entre dos o más opciones y así asignarle valores numéricos a las opciones que se presentan de forma que se tome la más eficiente. La mayor parte del mundo se rige por la economía de mercado en donde se toman miles de decisiones diariamente.

El problema es que en el fuerte caudal de variables que confluyen en una decisión, a algunos factores es muy complicado asignarles valores numéricos, sobre todo a las que tienen que ver con el comportamiento humano.

Adam Smith, uno de los pensadores escoceses más ilustres de la historia, negó explícitamente en “La teoría de los sentimientos morales”, que el comportamiento humano pueda ser descrito de manera precisa en términos racionales. Es decir, una decisión rara vez puede ser medida en términos racionales ya que la gente considera muchos factores que no son siempre racionales, para maximizar su utilidad individual.

Este problema se replica en casi todas las áreas de la micro y la macro economía. Un ejemplo tangible de ello son las innumerables críticas que recibe el Producto Interno Bruto (PIB) como medida de bienestar. Es cierto que la cifra resume el valor monetario de la actividad económica de un país, de todo lo que su economía ha sido capaz de producir a lo largo de un año y por ende, cuánto ha avanzado.

El PIB es la forma más extendida de cuantificar la evolución de la actividad económica de un país. Su rigurosa metodología permite que se utilice en todo el planeta facilitando, así, la comparación entre países. Sin embargo, esos avances mostrados en el número final dejan de lado el progreso general obtenido por las sociedades que se encargan de generarlo.

El PIB no contempla las ventajas que otorga esa economía para que exista movilidad social ascendente, ni las externalidades negativas propias de la actividad económica. Sobre todo falla en cuanto a mejorías perceptibles para los ciudadanos. El progreso social es la capacidad de una sociedad para satisfacer las necesidades fundamentales de sus ciudadanos y establecer los cimientos que permitan mejorar y mantener la calidad de vida, además de crear las condiciones para que todos los individuos alcancen su pleno potencial.

Las soluciones, planteadas por la Organización de la Naciones Unidas (ONU) y por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es la inclusión de dimensiones sociales y medioambientales como complementos al indicador económico.

En ese sentido, un artículo de Project syndicate.org, admite que la economía como ciencia se puede beneficiar enormemente de las ciencias sociales. El problema, señala el artículo, cuando se basan las explicaciones sólo en modelos matemáticos, los economistas enfrentan dificultades en tres áreas: otorgarle un lugar preciso a la cultura, utilizar la explicación en forma narrativa para hacerlo más cercano y en abordar las cuestiones éticas que no se pueden reducir solamente a categorías económicas y por ende, numéricas.

Sobre todo, en el trato que les dan a los seres humanos. Según el artículo, no sólo sus modelos podrían ser más realistas y sus predicciones más precisas, sino que las políticas económicas podrían ser más efectivas y más justas.

La economía debe entender que los seres humanos son culturales y las características de la cultura tienen fuertes componentes intangibles, mismos que no siempre se pueden reproducir en términos matemáticos y por lo tanto los factores requieren de una medición aparte.

Apoyados de las ciencias sociales se pude crear una «humanoeconomía», propone el artículo, lo que permitirá que cada disciplina conserve sus propias cualidades distintivas. Se trata de crear un diálogo entre las disciplinas, en lugar de fusionarlas.

Los métodos econométricos y los modelos matemáticos utilizados por la economía para planear nos muestran sólo una parte del todo global, sin embargo, falta precisión.

El rigor cuantitativo, el foco en las políticas y la lógica de la economía deben complementarse con la empatía, el criterio y la sabiduría, la ética y la cultura que mejor define a las humanidades. El artículo de Project syndicate pide a los economistas hablar con otras disciplinas y pide también permitirles responder.

(Con información de El Economista)

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