El trauma de las víctimas del atentado a una maternidad
El ataque a un centro de maternidad, que conmocionó a Afganistán, un país víctima constante de la violencia, no fue reivindicado
Desde el ataque a mediados de mayo de una maternidad en Kabul donde iba a dar a luz, Zia Gul, que logró escapar, no puede dormir.
“Tengo pesadillas todas las noches. Puedo dormir apenas una hora, a veces una hora y media”, dijo a la AFP.
“Cuando oigo un sonido fuera o petardos pienso que los atacantes han venido a matarme”, explica esta mujer de 28 años, sentada en la única sala de su pequeña casa de un barrio pobre del oeste de la capital afgana.
El 12 de mayo tres hombres armados tomaron durante cuatro horas una unidad de cuidados maternos gestionada por Médicos Sin Fronteras, atacando a las madres y a los recién nacidos.
Murieron 24 personas, entre ellas numerosas parturientas.
Zia Gul logró escapar, pero su suegra murió en el ataque y su cuñada resultó gravemente herida. “Venían conmigo y me esperaban”, cuenta llorando.
La pequeña Roya nació una hora después del ataque, en otro hospital, donde fue evacuada la madre.
Zia Gul tiene la ayuda de los voluntarios del Relief and emergency fund for Afghanistan” (Refa), un fondo de urgencia que ayuda a los padres.
“Muchas familias afectadas tienen ingresos muy bajos, o casi ninguna. Hacemos lo que podemos para darles un apoyo en alimentos y material básicos para los niños”, dice Behzad Ghyasi, jefe de operaciones de Refa en Afganistán, tras llevar pañales, leche el polvo y biberones para Roya.
“Somos muy pobres. Mi marido es sordo. A veces trabaja, pero la mayor parte del tiempo no puede. En los últimos meses, a causa del confinamiento, fue muy difícil”, dice Zia Gul.
La iniciativa Refa fue puesta en marcha por afganos en su país y en el extranjero para ayudar a las familias pobres que apenas sobreviven en medio del confinamiento por el covid-19.
Unas diez familias de las víctimas del ataque de la maternidad también recibieron ayuda.
“No tengo palabras”
El equipo visita a Akram, de 40 años, que perdió a su mujer el 12 de mayo. “No tengo palabras para describir lo que vi”, cuenta este comerciante con la mirada perdida tras haber visto a “unas 20 mujeres muertas”.
Finalmente encontró a la suya en la cama de un hospital.
“Cuando me encontré frente a mi esposa no la reconocí… La reconocí por sus pies”, recuerda
Según Akram, los atacantes dispararon primero contra las víctimas en sus camas. Luego “atacaron con cuchillos” a las que todavía estaban vivas.
Solo fue un día después, gracias a una publicación en Facebook, que Akram pudo encontrar a su hija Maryam, socorrida y llevada a otro hospital.
Mientras el equipo de Refa descarga cajas con donativos, Akram tiene a Maryam en sus brazos, con gestos lentos y prudentes y el aire triste y extenuado.
También tiene dos hijos de seis y siete años y una madre ya mayor. Todavía no sabe quién podrá ocuparse de Maryam cuando vuelva a trabajar a su tienda. “Creo que [mi madre] no tiene la capacidad para cuidarse del niño”, dice.
Para Lyla Schwartz, una psicóloga que ayudó a las víctimas, también hay que pensar en quién se ocupará de las víctimas para que superen el traumatismo.
“Estas familias no tienen acceso a los recursos para ver profesionales de salud mental y recibir el apoyo psicológico que necesitan”, indica esta directora de la onegé Peace of Mind Afghanistan.
El ataque de la maternidad, que conmocionó a Afganistán, un país acostumbrado a la violencia, no fue reivindicado.
(Con información de AFP)