Violencia sexual a infantes se ha normalizado en Yucatán
En aras de los llamados ‘usos y costumbres’, las mujeres en muchas ocasiones aceptan que sus derechos sean violentados, dice activista
Mérida, Yucatán. La violencia sexual hacia las infancias es un problema que ha incrementado durante la pandemia en Yucatán. Así lo indicó María Jesús Ocaña Dorantes, directora del refugio Casa Crisal en Mérida, en donde atienden a niñas y adolescentes víctimas de ese tipo de abuso. Lamentablemente, dijo, este fenómeno “se ha normalizado en el estado”.
Entrevistada en el teatro Armando Manzanero, la activista condenó que en aras de los llamados ‘usos y costumbres’, las mujeres en muchas ocasiones aceptan que sus derechos sean violentados. Desde el hecho de no tener derecho a ir a la escuela; hasta no poder elegir con quien compartir su vida.
Todo esto, condenó, implica una desventaja para ellas; y también una aceptación de la violencia para las niñas pequeñas. Fue la pandemia la que puso en evidencia este tipo de violencias; y a manera de ejemplo, María Jesús Ocaña expuso el caso de dos niñas meridanas que sufrieron esclavitud sexual a manos de su madre y abuela.
“Estamos hablando de un ciclo de violencia: las niñas nunca probaron leche, ni alimentos. Ellas eran alimentadas con fluidos naturales de los adultos que las iban a ver; y cuando requerían alimento sólido les daban heces fecales”, compartió la presidenta de Casa Crisal. Así estuvieron, contó, hasta que la más pequeña cumplió tres años; y cuatro la grande.
“Cuando ya no tuvieron la capacidad para llenarse con heces fecales, les dieron Resistol, como a los niños de Chiapas que se ven en la calle. Fue una cosa terrible”, prosiguió. Al no gustarles el Resistol, dijo, las pequeñas comenzaron a llorar de hambre, así que sus agresoras decidieron matarlas.
“Las llevaron desnudas al patio; y como nosotros (en Yucatán) somos muy chismosos y comunicativos -eso fue muy bueno- unos albañiles vieron lo que estaba sucediendo; y fue cuando intervinieron y las rescataron. Es por eso que por hoy están vivas”, sentenció.
La activista destacó que Yucatán no es un estado preparado para abordar el tema de la violencia sexual hacia las infancias, ya que las autoridades no pueden hacer nada si nos los padres de familia no inter ponen una denuncia; y son ellos quienes ejercen la patria protestad. En ocasiones, son ellos mismos quienes lastiman a sus hijos e hijas.
Lamentablemente, abundó María Jesús Ocaña, hay asociaciones que defienden a los papás que están haciendo esto; y cuyos hijos han recuperado gracias a estas instituciones. Se trata de un tema delicado, dijo, no solo en Yucatán, sino en todo el país.
Adultocentrismo
Al hablar de las violencias más recurrentes en el estado, Ocaña Dorantes señaló que el primer lugar lo ocupa la omisión de cuidados, es decir, cuando a los padres no les importa la comida, el sueño y el vestido del menor.
“Como hubo muchos problemas económicos (en la pandemia) entonces los papás empezaron a prostituir a sus hijos; y para ellos es ‘un juego que no les gusta’, porque les lastima, pero ‘está permitido’ porque son sus papás quienes se los presentan”, advirtió.
El problema de esto, explicó, es la descalificación de los adultos hacia los niños. Cuando una niña, por ejemplo, afirma que su tío abusa de ella, la mamá no lo cree y le da más credibilidad al adulto. Es ahí cuando entra el estado a ejercer su tutela.
“Es un trabajo maratónico porque es navegar contra corriente. Los papás son los primeros que se quejan de que el estado les quite a sus hijos, porque les está quitando su modus vivendi, pero ellos (muchas veces) son los que están cometiendo este tipo de abusos”.
En ese sentido, reconoció que la ciudad de Mérida es segura porque “no vamos a encontrar quien nos ‘levante’ en una camioneta”, pero la violencia está en los hogares, aseveró María Jesús Ocaña.
(Con información de La Jornada Maya)