Reconstruyen cambios climáticos causados por asteroide en Chicxulub
El escenario fue catastrófico: pasada la onda de calor, la nube de polvo y cenizas residuales redujeron drásticamente la luz solar en la superficie terrestre, lo que hizo descender las temperaturas progresivamente, deteniendo la fotosíntesis y afectando a toda la cadena trófica, lo que finalmente causó la extinción de una buena parte de las especies, entre ellas, los dinosaurios.
Al final del periodo Cretácico, un asteroide de 10 a 15 kilómetros de diámetro, que se estrelló en lo que hoy en día es el pueblo de Chicxulub, en el estado de Yucatán, lanzó a la atmósfera material sólido a alta velocidad y, globalmente, gran cantidad de polvo y cenizas que alcanzó la tropopausa y ocasionó el oscurecimiento del cielo que pudo ser de semanas y hasta un año. Dicho episodio actualmente se conoce como evento K-Pg (Cretácico-Paleógeno).
Consecuencias del impacto
Al hablar de Enfriamiento y Subsecuente Calentamiento por Polvo y Cenizas Meteóricas por el Impacto del Asteroide en Chicxulub, Víctor Mendoza Castro, del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA), informó que, por primera vez en México, se hizo una modelación preliminar del clima de hace 65.5 millones de años, para conocer cómo era y cómo lo modificó el choque del asteroide, equivalente a millones de bombas atómicas de fisión nuclear, como las que se usaron en Hiroshima y Nagasaki.
La colisión, además, se produjo en una región de roca carbonatada rica en azufre, gran parte de la cual se vaporizó, inyectando aerosoles de ácido sulfúrico en la estratosfera, que también pudieron reducir la radiación solar que alcanzaba la superficie de la Tierra, añadió.
De ese modo, el científico y sus colaboradores (René Garduño y Elba Villanueva, del CCA, y Jaime Urrutia, del Instituto de Geofísica, de El Colegio Nacional, de la Junta de Gobierno de la UNAM y presidente de la Academia Mexicana de Ciencias) realizaron experimentos con la versión hemisférica (norte) del Modelo Termodinámico del Clima.
Nuevos elementos
Ese modelo considera el balance de energía térmica de variables mensuales e incluye elementos como una cubierta de nubes, una capa de hielo permanente correspondiente al glaciar de Groenlandia, y puede incluir la distribución de los continentes tal y como se ubicaban en aquel entonces, pues su deriva hacia el hemisferio norte ha tenido un efecto importante en el clima, en la escala de decenas de millones de años, explicó el especialista.
“Supusimos que la irradiancia solar total (TSI) se redujo 75 por ciento en el lapso de un año (lo cual es equivalente a suponer que disminuyó, en el mismo porcentaje, la entrada de radiación solar a la troposfera), y en los dos siguientes se recuperó de manera exponencial hasta su valor inicial. En un segundo experimento introdujimos, además del polvo y las cenizas, los aerosoles de ácido sulfúrico; estos últimos aminoraron el ingreso de radiación solar por cerca de 10 años.”
Después del impacto, la atmósfera incandescente calentó la superficie de la Tierra cerca de 275°C, por lo que la vegetación se inflamó de manera instantánea, liberando bióxido de carbono (CO2). La descomposición de los animales muertos y la destrucción de la vegetación trajo como consecuencia un incremento en las concentraciones atmosféricas de CO2 y metano (CH4), los cuales supusieron que aumentaron juntos 70 por ciento en un lapso de 30 años, pasando de mil a mil 700 partes por millón por volumen (ppmv) de CO2 equivalente.
La drástica reducción de radiación solar en la superficie terrestre hizo descender la temperatura, sobre todo en los continentes y durante el verano (suponiendo que el impacto ocurrió en invierno), hasta alcanzar valores por debajo de 0°C en grandes extensiones.
En el modelo las temperaturas se calculan como anomalías relativas al valor normal actual de 14°C; de esta manera, si los aerosoles de ácido sulfúrico no son considerados, el máximo enfriamiento continental promedio alcanzado fue de -25.4°C, manteniéndose la temperatura por debajo de 0°C cerca de dos años, y si los aerosoles son tomados en cuenta, el máximo enfriamiento fue de -30.7°C (es decir, en términos absolutos, temperaturas de -11.4 y -16.7°C, respectivamente). En este caso, la temperatura continental se mantuvo debajo del punto de congelación por alrededor de seis años.
Cuando la radiación solar pudo penetrar y calentar la superficie y la atmósfera, se produjo un decremento de la cubierta de nubes, lo cual actuó como retroalimentador positivo. La creciente concentración de CO2 y la radiación de onda larga proveniente de la superficie amplificaron el efecto invernadero de este gas, aclaró junto con Garduño.
A ello se sumó la retroalimentación, también positiva, de la creciente concentración de vapor de agua en una atmósfera cada vez más caliente; “el vapor es un potente gas de efecto invernadero que llevó al sistema climático a alcanzar anomalías de temperatura hemisférica de 9.6°C y de temperatura continental de 13.7°C por arriba del valor normal actual de 14°C, estableciéndose, de esta manera, un nuevo clima después del impacto del asteroide”, concluyeron Mendoza y Garduño.