Chichén Itzá, el valor místico y ancestral de la cultura maya

Desde su descubrimiento, en 1875, se ha pasado por diversos conflictos y acciones para poder proteger la ciudad maya, de los saqueadores

Chichén Itzá es más que una maravilla del mundo. Es una ciudad maya poderosa, extensa, capital guerrera que brilla por su esplendor místico y ancestral; una urbe que cuenta con numerosos palacios, templos y edificios imponentes, como El Castillo, también conocido como El templo de Kukulkán, el Juego de Pelota, El Observatorio, La Iglesia, que resaltan a la vista de los miles de personas que la visitan cada día. Es un patrimonio único y tangible para la humanidad.

Desde su descubrimiento, en el año 1875, se ha pasado por diversos conflictos y acciones para poder proteger la ciudad maya de los saqueadores. Este 7 de julio se cumplen 15 años de que se declaró a la zona como una de las siete Maravillas del Mundo moderno; no obstante, la ciudad maya tiene otras distinciones internacionales y nacionales que resaltan y reconocen el gran valor arquitectónico, cultural y humano de nuestros ancestros mayas.

A partir de 1988, la zona arqueológica se encuentra en la lista del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Se localiza a 115 kilómetros de la ciudad de Mérida, Yucatán, cerca del poblado de Pisté, del cual dista 2 kilómetros el sitio arqueológico.

Francisco Pérez Ruiz, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), explicó que a principios del siglo XX, en los años 30 y 40, la antigua ciudad maya enfrentó una serie de problemas legales por la posesión del sitio en contra Edward Herbert Thompson, quien saqueó miles de piezas arqueológicas del lugar que provenían del cenote sagrado, las cuales sacó fuera del país.

En 1893, Thompson adquirió la hacienda Chichén Itzá, que está a un lado de la zona arqueológica. Ese mismo año y durante 30 más Edward dragó el Cenote Sagrado de Chichén Itzá. Se estima que saqueó más de 30 mil piezas mayas.

Debido a esto, el gobierno mexicano confiscó la hacienda donde estaban los vestigios, pues podría ser dueño de la tierra más no de los elementos mayas que se encontraban en ella, y empezó un juicio largo para poder recuperar la tierra. A pesar de todo lo anterior, el falló de las autoridades fue en contra del gobierno de México.

Argumentó que el cenote sagrado al ser un elemento natural, no se encontraba dentro de las restricciones de propiedad de la nación. “Había saqueado y robado todas estas piezas; sin embargo, en el juicio el hecho se argumentó que como el cenote no era un monumento arqueológico, una estructura, no se consideraba como un saqueo”, precisó el arqueólogo.

Entonces, al supuestamente no haber cometido algún delito, le tenían que regresar la propiedad a los familiares de Thompson, quien ya había fallecido para ese tiempo, a pesar de que las piezas fueron sacadas del país.

Después de este “fracaso” legal, Pérez Ruiz subrayó que el país comenzó a “prender los focos” para determinar que necesitaba con urgencia una ley que pudiera declarar no sólo los monumentos sino también los elementos naturales que estuvieran dentro de el área como una Zona de Monumentos Arqueológicos, para ser protegidos dentro un marco legal.

México realizó una serie de reformas en las políticas, creó la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, el INAH, entre otras modificaciones.

A finales de los años 80, implementan las declaratorias presidenciales, un elemento más de protección, todo esto para llenar ciertos “huecos” legales y que no vuelva a suceder un caso similar al juicio contra Edward Herbert Thompson.

Para esto, precisa, delimitó concretamente el polígono de la zona, argumentando por qué es importante hacer la protección de la ciudad y sus vestigios arqueológicos.

El decreto presidencial se hace en diciembre de 1986, el cual estableció que todos los elementos naturales, culturales que se encuentran dentro del área delimitada quedan protegidos y establece limitantes para la construcción; regula la tierra, los propietarios, ejidos que están dentro del polígono pueden seguir usando la tierra, pero para construir tiene que ser regular por el INAH. Se blinda de manera legal y luego se otorgó otra declaratoria presidencial en noviembre de 1988.

Un mes después, el 9 de diciembre de 1988, la legendaria ciudad maya es declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Para que pudieran tener esta distinción la zona tuvo que pasar varios requisitos, principalmente: contar con una área bien delimitada, la cual es de mil 500 hectáreas, aproximadamente, que los monumentos tengan un Valor Universal Excepcional, que sea lugar de protección, cuidando las áreas naturales y las especies que vivan dentro.

Asimismo, los bienes culturales o naturales deben ser únicos e irremplazables, y tener condiciones de integridad y autenticidad. Deben tener también un sistema de protección y gestión que garantice su salvaguarda; representar fenómenos naturales o áreas de belleza natural e importancia estética excepcional.

¿Qué representa tener estas distinciones?

Para el arqueólogo José Francisco Osorio León, de la sección de arqueología en el Centro INAH Yucatán, ser Patrimonio de la Humanidad representa un compromiso que nos obliga conservar lo mejor posible el sitio.

“A través de estos nombramientos se condiciona unas ciertas situaciones, como el control del flujo de visitantes para evitar excesos que dañen la ciudad, además de conservar y realizar investigaciones”, indicó.

Aunque esta distinción no implica obtener mayores recursos por parte del organismo internacional, si genera un compromiso para seguir conservando el lugar, las zonas verdes, la vegetación, los animales, por parte de las autoridades, la ciudadanía en general, y los investigadores reflexionó Francisco Pérez.

“Es un compromiso que tenemos como investigadores: preservar lo que hay en su interior, estudiarlo y tratar de vincular a las instituciones a fines para obtener recursos para su conservación”, detallaron.

José Arturo Chab Cárdenas, encargado del Centro INAH Yucatán, comentó que la definición correcta de esta gran ciudad maya es Zona de Monumentos Arqueológicos; es decir, un área de importancia cultural para el Estado mexicano, decretada en 1986.

Precisó que esta primera protección permitió que a lo largo de los años esta ciudad recibiera otros títulos de gran importancia para el tema cultural y turístico; convirtiendo a la zona en un polo de desarrollo regional.

Esto, agregó, beneficio a las comunidades aledañas con la derrama que genera el sitio. “Es importante que cualquier reconocimiento que se tenga del patrimonio arqueológico vaya encaminado a u beneficio social de la comunidad y a la par con trabajos de investigación”, afirmó.

Desde que Chichén fue reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, obtiene una protección de carácter mundial, lo que también ha permitido que obtenga el nombramiento de Maravilla del Mundo Moderno, lo que ha generado la atracción de más visitantes y con esto igual realizar proyectos específicos de conservación preventiva. “El hacer trabajos de investigación permite que hoy conozcamos más acerca de Chichén Itzá”, expresó.

En 2007 se realizó una encuesta mundial por internet para decidir qué monumentos de todo el mundo deberían incluirse en esta nueva lista, organizado por el millonario suizo Bernard Weber a través de la fundación New Open World Corporation

Mediante el sitio www.new7wonders.com votaron más de 100 millones de personas. “No es una distinción que se da entre pares, sino que fue entre ciudadanos de cualquier parte del mundo que decidió que Chichén sea conocida como una maravilla del mundo”, indicó Arturo Chab,

Cualquier nombramiento, reitero, permite colocar al sitio en el ojo público y necesitamos apoyo de la ciudadanía para lograr ese reconocimiento de pertenencia.

«Cada uno de los nombramientos que tiene Chichén establece un compromiso del INAH y de la ciudadanía, un sentimiento de pertenencia, de que es necesario proteger y difundir el patrimonio cultural”, resaltó.

Más allá de las distinciones internacionales y decretos, la responsabilidad final es cuidar y preser

var lo que construyeron nuestros antepasados mayas. Igual presionar a las autoridades para que se destinen recursos a su preservación, pero igual, estudios de investigación para poder conocer los secretos que todavía guardan las piedras y montes que rodean esta mítica ciudad maya.

(Con información de La Jornada Maya)

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