Buscan víctimas justicia por abuso de dueña del Harlow
La violencia verbal en contra de Carolina y su hija comenzó desde un mes antes de la agresión y la inseguridad continúa, señalan
Mérida, Yucatán. El 26 de marzo pasado se hizo viral un audio que registra el momento en el que la empresaria canadiense Dawn S. amenaza de muerte y golpea a una adolescente. Sin embargo, la violencia verbal en contra de Carolina y su hija comenzó desde un mes antes de la agresión, y la inseguridad continúa.
El estudio de Carolina está ubicado en Paseo Montejo, una de las principales avenidas de Mérida. Escogieron el lugar, dice, hace apenas dos meses, por la vitrina que representa.
Se mudó con su hija desde la Ciudad de México a principios de la pandemia para comenzar una vida cerca de la playa, en la ciudad más tranquila del país mientras ahorraban para comprar una casa.
Tiene experiencia en proyectos comunitarios y artísticos, y en el estudio vende muebles restaurados, joyería, libretas artesanales, jabones orgánicos y ropa de diseñadoras mexicanas, aunque el principal objetivo es desarrollar proyectos fotográficos.
Cuando le rentaron el espacio, le dijeron que a lado, en el mismo edificio y ocupando la mitad de la plaza, había un restaurante exitoso llamado Harlow.
Supuestamente, el flujo de gente daría visibilidad a su propio negocio pero ocurría lo contrario: tapaban la entrada del estudio con mesas y sillas, bloqueando el camino de entrada directa a la galería.
Aunque no habían inaugurado oficialmente, funcionaban como Open Studio y vendían algunas cosas durante el día mientras terminaban de acondicionarlo.
Dawn llegó a pedirle a las dueñas del estudio los papeles oficiales de su negocio como si fuera propietaria del edificio.
Carolina muestra en su teléfono todas las veces que le explicó su incomodidad al administrador del edificio, José U. P., no sólo por la invasión de su espacio sino también por la agresividad con la que respondía Dawn.
Aunque la violencia verbal estaba en contra de las reglas del propio contrato e iba escalando, José U. P. nunca reaccionó de forma contundente.
Ahora, tres semanas después de que Dawn amenazara a una adolescente con matarla y enterrarla, y la golpeara en la nariz destrozando parte del mobiliario en venta, la angustia de Carolina y su hija incrementa.
Apenas hace unos días consiguieron una orden de restricción que tuvieron que solicitar insistentemente a la Fiscalía. El restaurante Harlow está clausurado por no cumplir con requisitos de Protección Civil así que no sabe en qué momento pueden pagar la multa y reabrir.
En el momento de interponer la denuncia, afirma que el personal de la Fiscalía “a todo le ponía pero” y se mostraba poco empático con las víctimas.
Incluso, hace unos días, elementos que se identificaron como de la Unidad de Policía Cibernética le dijeron que tenía una cita por una denuncia contra ella por difamación hacia Dawn, con una actitud que Carolina describió como burlona y desafiante.
La inseguridad que sienten y los gastos económicos y emocionales que trajo consigo la agresión no han terminado.
Ellas han gastado la mayor parte de sus ahorros en un abogado, tomografías y atención médica de la adolescente y en levantar un negocio que no había terminado de despegar.
El estudio permanece cerrado algunos días cuando ella tiene que hacer diligencias médicas y legales, y por el momento no cuentan con los recursos económicos para contratar a alguien más.
Su estado mental y emocional es vulnerable, pues sus planes de establecerse en Mérida por ser accesible económicamente y por la seguridad de la ciudad se revirtieron por completo.
(Con información de La Jornada)