No basta decir que hay corrupción, hay que combatirla
Thelma Aldana, la fiscal general, aprendió a la fuerza a olvidarse de algunas rutinas y estar bajo un esquema especial de seguridad, y se acostumbró a vivir amenazada de muerte. Asegura que Dios le ha dicho que debe seguir y que cree vale la pena dar la vida por su país.
«Es difícil de explicarlo. Al principio uno queda paralizado sin saber cómo reaccionar, pero conforme van pasando los días va uno tratando de reaccionar y de saber que nada lo debe paralizar, y que al final algún día tenemos que morir», dice en entrevista con BBC Mundo.
Por desentrañar escándalos de corrupción, Aldana, de 61 años, llevó a la cárcel a un presidente, una vicepresidenta y varios ministros. Ha logrado algo extraño: que las personas admiren a un funcionario público por su trabajo. La felicitan, le piden para sacarse una foto, la abrazan y lloran. Y a ella le dan ganas de llorar también.
Cada día, como si fuera el último
En junio ante las amenazas de muerte en su contra, el gobierno guatemalteco le pidió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que dicte medidas cautelares para garantizar su seguridad y la de su familia.
La oficina del alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos denunció que se incrementaron las amenazas y solicitó que las medidas para protegerla sean efectivas, y la embajada de Estados Unidos ofreció ayuda para su protección.
El gobierno señaló que no escatima recursos para garantizar su seguridad luego de que Aldana dijera haber recibido un aviso de «alerta máxima» ante la amenaza de una estructura criminal que quiere atentar en su contra.
Ella dice que confía en su equipo de seguridad pero más que nada en Dios y acepta que, en definitiva, todo tiene un final. Recuerda una frase del escritor estadounidense Og Mandino sobre vivir cada día como si fuera el último, tomando precauciones.
Y trabajando con más ganas porque sé que eso es lo que le molesta a la criminalidad, que se enojen más pero voy a cumplir, hasta el último día que Dios me conceda de vida con mi obligación que es enfrentar estas mafias criminales de Guatemala», asegura.
«De derecha con pensamientos avanzados»
Aldana llegó su cargo en mayo de 2014 luego de ser presidenta de la Corte Suprema, tras empezar a trabajar como pasante a los 26 años en el Poder Judicial, y su nombramiento no estuvo exento de suspicacias.
«Soy de derecha… de derecha con pensamientos avanzados», señaló cuando su posible llegada al más alto cargo del máximo órgano de justicia del país generaba cuestionamientos en algunos sectores.
Considerada cercana al entonces presidente Otto Pérez Molina, terminó -de la mano de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig)- cavando la fosa del mandatario, quien debió renunciar y se encuentra preso desde septiembre de 2015 por el escándalo de corrupción de La Línea.
Esta estructura criminal tenía como objetivo cobrar sobornos a empresarios y usuarios de distintas aduanas del país a cambio de modificar lo que los importadores debían pagar al fisco.
La investigación implicó 80.000 escuchas telefónicas y 5.000 mensajes de correo electrónico revisados y generó una ola de protestas ciudadanas que, aunadas a la investigación judicial, derivó en manifestaciones sin precedentes en el país y en la caída del binomio presidencial.
Incluso antes de ser elegida al cargo también debió negar tener un vínculo cercano con la entonces vicepresidenta Roxana Baldetti, presa por el mismo caso de corrupción, y rechazó haber salido de compras con ella en un viaje de trabajo a Nueva York.
«Fue un momento difícil, para mí de mucha decepción, de mucha tristeza, de mucha preocupación», recuerda del día en que se dio cuenta que en las grabaciones se implicaba al Presidente.
Cambio de vida
Aldana, quien recientemente confesó que un avión no tripulado ha estado sobrevolando su casa, admite que es complejo investigar una amenaza de este tipo y reconoce que además de incrementar las medidas de seguridad, modificó sus rutinas y que ahora cuenta con vigilancia las 24 horas.
Su vida ha cambiado. Se dedica por completo al trabajo y a cumplir con algunos eventos públicos ineludibles. Por seguridad debió dejar la clase de derecho que daba en la Universidad de San Carlos de Guatemala. No frecuenta sus restaurantes favoritos, ni los centros comerciales que solía visitar los fines de semana y ya no acude al gimnasio.
Cuando deje su puesto en mayo de 2018 sabe que no contará con la protección que tiene ahora, teme que las amenazas continúen pero no quiere abandonar el país. No sólo no tendría el dinero para hacerlo, dice, sino que sería un mal mensaje hacia la sociedad y para el próximo fiscal general: «Lo que tengo que hacer es demostrar que nosotros somos fuertes ante la criminalidad».
Aldana dice que está dispuesta a dar su vida por su país y que Guatemala lo vale. «Lo he pensado y justamente el hecho de ese análisis que hice y de llegar a esa conclusión de que me pueden matar en cualquier momento pero que vale la pena el esfuerzo y el sacrificio me da mucha paz interior y (…) me ha servido de incentivo para trabajar más».
La fiscal agrega que su trabajo no está terminado y que Guatemala necesita instituciones fuertes, y fiscales «empoderados» que no cedan ante nada salvo la ley, «jueces independientes» y «alejar la política del Poder Judicial».
En un momento dice que considera la mujer «más vulnerable» del país, pero en seguida corrige para aclarar que «la violencia contra la mujer en Guatemala es muy profunda y quizá más vulnerables que yo están las mujeres que sufren la violencia doméstica y no sabemos si el propio marido la va a matar hoy o mañana».
Aldana explica que no la han amenazado directamente sino que las advertencias contra su vida se descifraron a través de «métodos especiales de investigación» de la fiscalía y el Ministerio de Gobernación y que, «en términos generales» se siente bien con el esquema de seguridad que la protege.
Sin embargo, admite que es ella la que comete «imprudencias» al acercarse a la gente. «Me ando peleando con los de seguridad (…) Cada vez que salgo a algún lugar público la gente se toma fotos conmigo, me abrazan, lloran, me dan ganas de llorar también con la gente porque estamos pensando en nuestro país», agrega.
¿Cómo quiere ser recordada?
«Muy simple, muy simple», dice. «Como una trabajadora que cumplió con su obligación, nada más».