Matan dictaduras a periodistas incómodos: el caso Walsh

La Habana.- El escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh fue asesinado un 25 de marzo, hace 40 años, 24 horas después de denunciar públicamente la existencia de 15 mil desaparecidos, 10 mil presos, cuatro mil muertos y decenas de miles de desterrados en su país.

Testigos del crimen señalaron que Walsh -tras distribuir clandestinamente su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar- resistió a tiros un intento de secuestro mientras pudo y murió acribillado a balazos a los 50 años de edad. Sus restos permanecen desaparecidos.

Walsh, una de cuyas hijas también murió combatiendo a los militares, redactó el histórico texto admitiendo que lo hacía ‘sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles’.

La obra intelectual del fundador de la agencia de noticias Prensa Latina, trascendió el periodismo y la literatura de su época y quedó de ejemplo de lucha para las actuales generaciones latinoamericanas.

Descendiente de irlandeses, Walsh (1927-1977) confesó en una autobiografía que su sueño de niño fue ser aviador, pero debió desarrollar otros oficios, y en 1964 decidió que, de todos, ‘el violento oficio de escritor era el que más me convenía’.

Describió así otros que tuvo: ‘El más espectacular, limpiador de ventanas; el más humillante, lavacopas; el más burgués, comerciante de antigüedades; y el más secreto, criptógrafo en Cuba’.

Durante sus labores en Prensa Latina, a comienzos de 1961, logró descifrar un mensaje de la CIA llegado accidentalmente a los teletipos de la agencia en La Habana y que revelaba la ubicación en Guatemala de bases de entrenamiento de mercenarios que se aprestaban a invadir a Cuba por Playa Girón.

La anécdota fue rescatada con maestría por el colombiano Gabriel García Márquez, otro fundador de PL, quien subrayó que Walsh ‘se adelantó a la CIA’ al revelar sus secretos.

Lo consiguió, precisó, al cabo de muchas noches insomnes, sin haberlo hecho nunca y sin entrenamiento alguno en la materia.

Poco después, el 15 de abril de ese año, tres ciudades cubanas fueron atacadas simultáneamente por aviones militares procedentes de bases de la CIA en Guatemala, preámbulo de la invasión que sería derrotada en menos de 72 horas.

Al día siguiente, durante las honras fúnebres de las víctimas de ese bombardeo, el entonces Primer Ministro, Fidel Castro, denunció el carácter traicionero de la agresión, aunque aclaró que ‘era algo que todos los días se estaba esperando’.

Era la consecuencia de las bases aéreas que todo el pueblo sabe y todo el mundo conoce, porque lo han publicado hasta los propios periódicos y agencias de noticias norteamericanas, agregó.

Más allá de ello, Walsh fue un prolífico periodista, escritor y activo militante, nacido hace 90 años y asesinado hace 40.

Este año, se conmemora también el aniversario 60 de la primera edición de su libro mayor: Operación Masacre (1957).

Esa obra relata de forma novelada el testimonio de varios sobrevivientes del fusilamiento de 12 civiles a manos de la policía de la provincia de Buenos Aires durante el gobierno de facto del general Pedro Eugenio Aramburu.

Autor de otros 14 títulos, incluyendo ¿Quién mató a Rosendo? y El caso Satanowsky y más de 50 artículos de prensa, Walsh ya tenía experiencia periodística cuando llegó a La Habana en 1959 llamado por su compatriota Jorge Ricardo Masetti, fundador y primer director de PL.

Había laborado como corrector y traductor en una editorial de su país y como redactor de varias revistas nacionales.

En uno de sus más conocidos textos, dedicado al comandante Ernesto Che Guevara, Walsh recuerda que ‘nunca sabíamos en PL cuándo iba a venir el Che, simplemente caía sin anunciarse’.

La única señal de su presencia en el edificio eran dos guajiritos (campesinos) con el glorioso uniforme de la sierra (Sierra Maestra); uno se estacionaba junto al ascensor, otro ante la oficina de Masetti, metralleta al brazo, agregó en un artículo publicado por Casa de las Américas.

Muchos tuvieron más suerte que yo, conversaron largamente con Guevara, prosiguió Walsh. Aunque no era imposible ni siquiera difícil, yo me limité a escucharlo, dos o tres veces, cuando hablaba con Masetti. Había preguntas por hacer, pero no daban ganas de interrumpir o quizá las preguntas quedaban contestadas antes de que uno las hiciera.

Walsh dirigió el departamento de Servicios Especiales de Prensa Latina y contribuyó al crecimiento de la naciente agencia noticiosa durante dos años, antes de regresar a Argentina para incorporarse a la lucha contra el represivo Gobierno de la época.

En 1972, desde Buenos Aires, escribió una carta sobre la situación argentina a Roberto Fernández Retamar, actual director de Casa de las Américas, uno de cuyos prestigiosos jurados había integrado años antes.

Lamentaba que ‘el resultado de los mejores esfuerzos intelectuales se quema diariamente y, al día siguiente, se reconstruye y se vuelve a quemar’.

Se despidió de Fernández Retamar rogándole transmitir a sus amigos y compañeros su ‘inconmovible seguridad en la victoria de los pueblos que profetizaba el Che’.

En ese período, escribió en las revistas Primera Plana y Panorama y publicaciones de la Confederación General del Trabajo, entre otras. Junto a varios intelectuales argentinos, editó la revista Militancia en 1973.

Walsh participó como militante en fuerzas de la izquierda peronista y luego en la organización Montoneros, con el nombre de guerra, Esteban.

En 1976, fundó la Agencia de Noticias Clandestina para enfrentar el cerco informativo del régimen y la complicidad de los grandes medios. Cumplió esa importante misión hasta el día de su muerte, y el recuerdo de su ejemplo es conmemorado hoy en varios escenarios latinoamericanos.

(Con información ORBE a través de Prensa Latina)

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