Lamentan muertes por falta de prevención en Italia

Iglesias derrumbadas, casas hechas añicos, escuelas y hospitales destruidos. El polvo y los escombros han sepultado localidades enteras en el centro del país dejando un escenario apocalíptico que ha dejado 247 muertos. «Los daños son innumerables», lamentó el alcalde de Norcia, Nicola Alemanno.

En el cercano pueblo de Accumuli fueron desalojadas cerca de 2 mil 500 personas. El alcalde Stefano Petrucci confirmó que la mayoría eran turistas que se encontraban pasando unos días de vacaciones en la localidad. «Intentaremos ayudarles y darles asistencia pero es mejor si abandonan el pueblo. La herida del Aquila está todavía fresca».

Tan sólo siete años después del devastador terremoto del Aquila, el país revive la pesadilla. En la pequeña ciudad de Los Abruzos todavía recuerdan el trágico terremoto que en 2009 dejó 308 muertos y 1 mil 500 heridos. Hasta Amatrice se acercó a primera hora de ayer el alcalde del Aquila, Massimo Cialente, para mostrar su solidaridad.

«Este terremoto es comparable por intensidad al de Aquila, aunque el escenario sea diferente», dijo el responsable de la Protección Civil, Fabrizio Curcio.

Esta nueva tragedia destapa de nuevo la fragilidad de la infraestructura italiana, tanto en sus edificios modernos como en los antiguos, incluyendo iglesias, hospitales y residencias universitarias de la zona sacudida por el temblor. La debilidad de los inmuebles destaca especialmente en una zona como el corazón de Italia, que es un polvorín geológico.

Mientras que otros desastres naturales resultan impredecibles, los expertos indican que Italia podría hacer mucho más para proteger las vidas de sus ciudadanos y sus infraestructuras de los seísmos.

«En Italia se puede prever un terremoto de 6.3 de magnitud cada 15 años de media. Este dato debería fomentar una mayor cultura de prevención sísmica y protección civil», afirma Fabio Tortorici, que encabeza varios estudios del Instituto Geológico Italiano.

La historia se repite y el terremoto que sacudió en la madrugada del miércoles el centro del país tiene demasiadas coincidencias con el seísmo de la ciudad universitaria de Los Abruzos.

En mitad de la madrugada y en pocos minutos, pequeños pueblos que parecen sacados de una postal y situados en una zona de gran actividad sísmica, quedan destruidos como si fueran una maqueta de juguete. Son edificios construidos con cemento armado y sin las necesarias medidas de protección anti-sísmica.

Algo lógico en el caso de casas antiguas e iglesias del periodo barroco y renacentista. Algo menos explicable en el caso de construcciones más recientes, como el hospital de Amatriciana.

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