Fallan reformas estructurales: nulo crecimiento

Para hablar de los desafíos que representa el lento crecimiento económico, la ineficacia de la política económica en México, la inserción internacional del país en momentos de estancamiento mundial y de las incertidumbres institucionales para la reconfiguración de una política económica más proclive a generar dinámicas de expansión productiva e inclusión social, se reunieron expertos en la Universidad Nacional.

Como parte de los Foros Universitarios La UNAM y los Desafíos de la Nación, se trató el tema Economía: por un crecimiento económico sostenido y un desarrollo social sustentable. Ahí, el director de la Facultad de la especialidad (FE), Eduardo Vega López, señaló la necesidad de evaluar las últimas décadas de acontecimientos económicos y de puesta en vigor de diferentes instrumentos de política; los beneficios alcanzados y los costos económicos, sociales y ambientales que ello ha tenido, así como las debilidades institucionales que enfrentamos para continuar por ese mismo rumbo.

Costos del lento crecimiento

En la mesa 1, Crecimiento Económico, Política Económica e Inserción Internacional, Jaime Ros Bosch, profesor de la FE, resaltó que el lento crecimiento que ha vivido la economía mexicana en décadas recientes ha tenido costos, como impedir la solución de algunos de los grandes problemas económicos y sociales.

En el mundo en desarrollo, México es una de las naciones de menor crecimiento en los últimos 30 años; la pobreza, la desigualdad, la alta informalidad en el mercado de trabajo, el rezago en educación y salud, la bomba de tiempo que representan las pensiones y la violencia asociada al crimen organizado en aumento son, en buena parte, resultado de esa falta de crecimiento, consideró.

La adopción de reformas estructurales –desde la primera ola en los años 80 y principio de los 90 del siglo pasado, y hasta la actual– busca elevar ese indicador; no obstante, ellas no son la clave para sacar a la economía de su lenta trayectoria. “Hasta el momento, los resultados han sido decepcionantes; lejos de acelerar, su avance se ha mantenido por debajo de la tendencia que precedió a la crisis de 2008-2009”.

Las políticas macroeconómicas –fiscal, monetaria y cambiaria– en el periodo referido han sido causa de esa lentitud, y su transformación es una condición para retomar una senda más dinámica de expansión, sugirió el especialista.

Exportaciones

José Romero Tellaeche, director del Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México, expuso que la apertura comercial y de capitales iniciada en 1983, y consolidada con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), colocó al país en una posición vulnerable. “Tenemos una economía basada en exportaciones realizadas abrumadoramente por empresas con algún grado de participación extranjera, que utilizan pocos insumos nacionales y que concentran sus exportaciones en un solo mercado, a pesar del sinnúmero de tratados comerciales que hemos firmado”.

Agregó que, dada la dependencia de nuestro país a Estados Unidos, el único motor de crecimiento es precisamente el desarrollo de esa economía. Además, prosiguió, el mercado interno mexicano es inexistente porque no hay oferta de productos que compitan con los importados.

Irónicamente, calificó, no son los tristes resultados de la apertura comercial y el TLCAN lo que hoy motiva a México a buscar un nuevo camino, sino el rechazo de nuestro principal socio comercial no sólo a nuestro vínculo en ese ámbito, sino también a nosotros como personas.

Por último, Hugo Beteta, director de la sede subregional en México de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, sostuvo que se requiere tejer nuevas narrativas para cambiar el rumbo no sólo en México, sino del mundo. Entre 2000 y 2007, dijo, entramos en una nueva fase de la globalización, refirió, en la que se multiplicó todo tipo de flujos transfronterizos: financieros, de servicios y de inversión extranjera, produciendo la hiperglobalización. Pero a partir de 2008 se observa un estancamiento.

Ante ese panorama, concluyó, un ajuste nación por nación no es la salida; es indispensable una coordinación global de políticas fiscales expansivas, en los países superavitarios especialmente, acompañadas de políticas de ingreso para elevar el consumo. Es importante renovar el multilateralismo, porque la lógica de “sálvese quien pueda” sólo traerá graves retrocesos para las naciones.

El TLCAN, sin aprovechar

El Estado mexicano no supo aprovechar el TLCAN, pues en lugar de ser una plataforma para alcanzar acuerdos complementarios en diversas ramas productivas o lograr la migración laboral reglamentada, lo utilizó como única estrategia de avance, afirmó Norma Samaniego, integrante del Consejo Académico Asesor del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM.

Por ello, aseveró, se requiere que el Estado reconstruya su papel como responsable del desarrollo nacional y aproveche la actual coyuntura crítica con la Unión Americana para rediseñar un plan orientado a insertarse en la globalidad.

Al participar en el panel Mercados del Trabajo, Remuneraciones, Distribución del Ingreso y Pobreza (moderado por Eduardo Vega), Samaniego expuso que México se abrió rápidamente a los mercados internacionales, pero no implementó una política industrial, abandonó el mercado interno y los salarios de los trabajadores cayeron.

“Corea del Sur, por ejemplo, tuvo una activa política industrial, facilitó la competitividad, realizó nuevas inversiones, aplicó incrementos a la educación y a la productividad. En los últimos 30 años su ingreso per cápita se multiplicó siete veces. Si nosotros continuamos con el ritmo de crecimiento actual, para duplicarlo necesitaríamos cien años: es tremendo”, expresó quien encabezó la delegación mexicana en la negociación del acuerdo laboral con América del Norte.

En un momento tan convulso en el ámbito mundial, continuó, es urgente que los países reorienten la globalización; de lo contrario ganarán los movimientos racistas y supremacistas que están surgiendo en diversas latitudes.

En el Auditorio Maestro Jesús Silva Herzog, del Posgrado de la Facultad de Economía, Sara María Ochoa, de la FE, apuntó que México tiene que hacer frente a otros pendientes, como el que cerca de 60 por ciento de la población económicamente activa se encuentre en la informalidad, aunado al desempleo o la desocupación que afecta principalmente a los grupos más jóvenes –de 15 a 19 y de 20 a 24 años–, que son parte del bono demográfico.

Asimismo, subrayó que se requiere de indicadores más precisos para conocer la problemática del mercado laboral y su precariedad, pues hoy en día hay un gran número de personas empleadas por contratos parciales, o sin ellos. Además, muchos de estos trabajadores perciben uno o dos salarios mínimos que no alcanzan ni para cubrir la línea de bienestar mínimo.

“Se debe avanzar hacia la ciudadanía social, es decir, garantizar que haya pisos mínimos de protección social, como el tener un ingreso que permita alcanzar los factores mínimos de bienestar”, remarcó.

Incremento al salario mínimo

Santiago Capraro, también profesor de la Facultad de Economía, coincidió en que una opción para propiciar el crecimiento de la economía mexicana sería incrementar el salario mínimo, con el propósito de reforzar los ingresos de los grupos más vulnerables y fortalecer el mercado interno.

“Si se acude a las fuentes del Banco de México, se encuentra que según este organismo la inflación se ha mantenido a la baja, estable por la política monetaria que se ha aplicado en los últimos 20 años, y que ésta no ha tenido efectos negativos para la población. Pero cuando incorporas la política salarial y la evolución de distribución del ingreso, vemos que para mantener baja la inflación se ha disminuido el poder adquisitivo de los trabajadores, y eso es lo que mantiene anclada la inflación”.

Finalmente, el universitario opinó que se requiere empoderar a los trabajadores para buscar un mayor ingreso. Una vía para ello serían los sindicatos; sin embargo, actualmente menos de 15 por ciento de los empleados mexicanos están sindicalizados, lo que es inferior al promedio mundial, que se ubica en 36 por ciento.

(Con información de Gaceta UNAM)

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