Estudios sobre inseguridad y violencia, y su (mal) manejo en los medios
El artículo ‘Penurias, inestabilidad, familias desintegradas y alcohol traen violencia a grandes ciudades: BID’ publicado en Sin Embargo el 4 de diciembre de 2016, bajo la firma de Carlos J. Vilalta*, es una presentación bastante inexacta del tema.
Pretende explicar la violencia y la inseguridad con argumentos presuntamente extraídos de una investigación seria y avalada por instituciones como el Bando Interamericano de Desarrollo (BID) y el Centro de Investigaciones y Docencia Económicos (CIDE).
En el sumario se destacan como puntos principales y de acuerdo a una presunta Teoría de la Desorganización Social:
- Que el desempleo y la marginalidad socioeconómica aumentan la delincuencia, pero no en todas partes ni en todos los delitos. (Esto se ha convertido en un lugar común que impide ver a profundidad las causas reales pues hay muchos que utilizan precisamente sus empleos para robar y no son solamente los políticos)
- Una de las principales lecciones es que este fenómeno no implica un solo tipo de problemática, sino muchos y diferentes, y sus soluciones varían dentro de cada urbe y de ciudad a ciudad (o sea, es multifactorial sí, pero hace falta precisar cada uno de esos factores más allá de lo que la ‘sabiduría popular’ señala).
- En ella influye una combinación de desintegración familiar, ausentismo escolar y estructura de edad de la población. (Con el debido respeto, la realidad muestra que delincuentes los hay en familias integradas, entre los que asisten puntualmente a las escuelas hasta postgrados incluso, y en todas las edades, no solo entre los jóvenes)
- De acuerdo con un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, la mayoría de los presos en la Ciudad de México y Zapopan consumieron alcohol antes de cometer un delito. (No obstante, el texto dice que el 35% lo hizo frente a un 65%, que no ingirió bebidas alcohólicas)
He aquí el texto:
Ciudad de México, 4 de diciembre (SinEmbargo/BID).– En las dos últimas décadas se ha descrito a América Latina como una región insegura y violenta. Sin embargo, dicha caracterización está basada prácticamente en la tasa de homicidios. Si bien el homicidio es uno de los delitos mejor reportados, éste no provee un entendimiento integral sobre otros delitos violentos. Igualmente, gran parte de la investigación sobre delincuencia en la región tiende a ser descriptiva y anecdótica.
No comprender las causas de la delincuencia y descartar evidencia puede conducir a que los tomadores de decisión implementen estrategias ineficaces, particularmente a nivel local. Así, con base en la Teoría de Desorganización Social, publicamos un estudio para explicar los delitos violentos entre y al interior de ciudades seleccionadas de América Latina.
En nuestro estudio encontramos cuatro condiciones estructurales que parecen contribuir a la delincuencia en estas ciudades.
1. Una son las penurias económicas.
Las conclusiones apoyan el argumento de la Teoría de Desorganización Social de que a las comunidades con recursos económicos bajos se les dificultará más controlar su entorno y contrarrestar la delincuencia y otras conductas antisociales.
El desempleo y la marginalidad socioeconómica aumentan la delincuencia, pero no en todas partes ni en todos los delitos. De igual modo, puede esperarse una mayor delincuencia en las áreas de ciudades donde los habitantes cuentan con más escolaridad, pero aquí tampoco aplica para todos los delitos. Estos resultados eran de esperarse, ya que los niveles de educación superior pueden funcionar como generador de delincuencia, lo que quiere decir que los delincuentes saben dónde viven las víctimas potencialmente adineradas (Brantingham y Brantingham, 1993). Una de las principales lecciones es que el “problema de la delincuencia” no implica un solo un tipo de problemática, sino muchos y diferentes, y sus soluciones varían dentro de cada ciudad y de ciudad a ciudad.
2. La segunda principal condición estructural o factor de delincuencia es la inestabilidad residencial.
La importancia de la migración interna variable parece decisiva. Este fue el único factor de desestabilización social que se probó en el análisis de nivel tanto interurbano como intraurbano, y en todos los estudios de caso. Es de importancia decisiva porque su efecto condicionó el lugar y el tipo de delito. A nivel interurbano, la migración interna fue el factor de riesgo para los delitos contra la propiedad y lesiones, pero fue factor de protección contra homicidios. En contraste, en la Gran Área Metropolitana de Costa Rica también fue factor protector contra robos y careció de efecto respecto a homicidios. Finalmente, en Zapopan y Santiago la migración interna tampoco marcó ninguna diferencia.
Otros estudios han llegado a resultados similares. Por ejemplo, Martínez et al. (2008) encontraron que mayores niveles de migración conllevan efectos positivos inesperados, como el impulso al desarrollo económico y la construcción de una nueva dinámica de la comunidad. Esto demuestra claramente que la inestabilidad residencial tiene efectos locales y requiere mayor atención en las políticas públicas contra la delincuencia, pese a que no pueden formularse generalizaciones para las ciudades de la región.
3. La tercera principal condición estructural asociada a la delincuencia es una combinación de desintegración familiar, ausentismo escolar y estructura de edad de la población.
Las áreas con más padres solteros sufrieron más robos en la Gran Área Metropolitana de Costa Rica, y aquellas con más hogares encabezados por mujeres presentaron más lesiones en Santiago. Sin embargo, estas condiciones no marcaron ninguna diferencia en otras partes. De manera similar, las áreas con más menores que no asisten a la escuela se relacionaron con la mayoría de tipos de delito en Santiago, con excepción de los homicidios, pero aparentemente carecieron de efecto en Zapopan. Por último, respecto a la estructura de edad, la presencia de más jóvenes pareció incrementar todo tipo de delitos en Zapopan. Es claro que esta ciudad necesita poner en marcha programas para jóvenes a fin de combatir la delincuencia. La supervisión de los padres, la asistencia a la escuela y la integración familiar, todo ello vinculado a la estructura de edad, puede contribuir a controlar la delincuencia y la violencia entre zonas habitacionales.
4. Finalmente, el consumo de alcohol es otro factor relacionado con la delincuencia.
Fue de particular importancia en Zapopan: se registraron más lesiones en áreas de la ciudad donde había más locales de venta de alcohol. De nuevo, este hallazgo no es universal; no obstante, estudios anteriores realizados a nivel individual han revelado una correlación entre el consumo del alcohol y la conducta delictiva. Por ejemplo, Vilalta y Fondevila (2013) encontraron que el 35 por ciento de los presos en la zona metropolitana de la Ciudad de México consumieron alcohol antes de cometer un delito. Por otro lado, una mayor cantidad de locales de venta de alcohol podría incrementar la presencia de vigilantes, lo que frenaría el riesgo de que ocurran actos delictivos (Eck y Weisburd, 1995). En este sentido, los locales de venta de alcohol también brindan evidencia de los efectos contextuales.
*Vilalta es investigador en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Se dedica al estudio de los elementos espaciales y temporales del crimen y el miedo al crimen, las políticas de prevención, la estadística criminal y las poblaciones carcelarias. Posee un doctorado en Estudios Urbanos por Portland State University y una maestría en Estudios Urbanos por El Colegio de México.