Corrupción, el más caro de los impuestos
Es una noticia que debería ocupar las ocho columnas de todos los periódicos, de todos los noticieros de radio y televisión, debería ser trending topic en Twitter, Facebook, Youtube y demás entes de comunicación digital, pero no es así:
La corrupción cuesta a los mexicanos (a todos) 2 billones 100 mil millones de pesos.
Es 900 por ciento más que la cantidad que se espera obtener por la aplicación del IEPS a la gasolina (previo gasolinazo de por medio) este año.
Los montos varían desde la mordida al policía o al agente de tránsito hasta el funcionario de ventanilla o directores y secretarios, así como a políticos, jueces y magistrados o legisladores. Los corruptos de alto nivel que además de devengar mega sueldos y prestaciones negocian diezmos por obras y servicios, tuercen leyes, defraudan y hacen negocios turbios.
Junto a la inseguridad, la corrupción es uno de los dos mayores problemas del país. Ahora que es percibido más como un problema solamente ético-moral para convertirse en un hándicap económico, el propio sector privado empieza a buscar salidas.
Esta economía subterránea de la corrupción permea la actividad política, los sectores productivos y educativos, es una especie de realidad más profunda donde las cosas suceden con sumo pragmatismo.
Si hubiera alguna comparación posible, diría que es similar a la relación entre la Interet que todos conocemos y la llamada “Deep web” donde la delincuencia puede comerciar con todo, lo mismo armas que drogas, pornografía, que trata de personas y hasta crímenes.
Esta “Deep web” llamada corrupción aloja todo tipo de actos delictivos, no solamente faltas administrativas, o crímenes financieros, sino secuestros y extorsiones al permitir los jueces la libertad de acusados. Corrupción e inseguridad se hermanan.