Congreso caro y despreciado por los ciudadanos
La cúpula del Capitolio de Washington tenía tantas rajaduras como la política norteamericana actual. Su reparación, que ha ocupado buena parte del tiempo de la presente legislatura, ha sobrepasado los 60 millones de dólares.
Pero la cifra es nimia al lado de los 4 mil millones de dólares que ha costado la campaña electoral para elegir a buena parte de los individuos que habitarán el imponente Capitolio los próximos dos años. Este 8 de noviembre, los estadounidenses que vayan a las urnas votarán por los ocupantes de todos los asientos de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Obtener uno de esos curules costará como promedio 8.5 millones de dólares.
Tanto dinero invertido en el Congreso no es equivalente a la opinión que tienen los ciudadanos estadounidenses sobre este importante componente del sistema político de su país. La valoración es pésima; peor incluso que la que cosecharon los bancos en los momentos más álgidos de la crisis financiera que estalló en el 2008. Encuestas recientes muestran una exigua aprobación de un 10% a la gestión del legislativo.
Como señala Noam Chomsky: “Hay un enfado generalizado a la forma en que la sociedad se mueve”(1). Y en el caso del Congreso, hay una dislocación entre el reclamo popular y la agenda legislativa. Muestra evidente es la creciente preocupación ciudadana sobre la violencia social estimulada por la posesión generalizada de armas de fuego. Pero nada avanza el Capitolio en este sentido, habida cuenta que buena parte de los legisladores reciben abundante financiamiento de la Asociación Nacional del Rifle.
Notorio es también el aislamiento del Congreso respecto al sentir popular mayoritario a favor de las relaciones con Cuba. Mientras encuestas recientes muestran amplio apoyo a las relaciones entre los dos países, al fin del bloqueo y la libertad de viajar, el legislativo permanece estancado en el debate de proyectos sobre los viajes a Cuba, las compras agrícolas y el intercambio comercial, presentados con el auspicio de buena parte de los congresistas, pero inmovilizados por el liderazgo del Congreso.
Este 8 de noviembre, junto al nuevo Presidente. se conocerá la conformación del legislativo estadounidense para los próximos dos años. Directivos de Engage Cuba, organización que promueve la normalización de relaciones entre los dos países, se han mostrado optimistas públicamente con la nueva composición que debe tener el Congreso y los mayores chances de hacer avanzar la agenda Cuba en el Capitolio.
Pero, quienes están hoy en los curules congresionales aun tienen chance de librarse del ostracismo político, al menos en el tema Cuba. Todavía les queda casi un mes para el cierre de este periodo legislativo y temas como el de la libertad de viajar a la nación caribeña cuentan con un respaldo amplio en el Senado y creciente en los predios de la Cámara.
Ojalá los legisladores escuchen a la opinión pública de su país y a la comunidad internacional. Le harían un servicio mejor a su encargo supuesto de representantes del pueblo. (Con información de Cuba Debate)