Chad, el drama de la escasez de agua
Acallada por el estruendo noticioso de los atentados, las guerras y los escándalos políticos, alrededor del lago Chad, en el corazón del África subsahariana, se desarrolla una crisis humanitaria con visos de tragedia.
Este artículo de Lucía Luna, publicado por Proceso, nos muestra precisamente cómo el manejo noticioso de otros medios tiende a ocultar realidades dramáticas y urgentes que requieren nuestra atención por el bien de la humanidad.
En noviembre de 2015 el coordinador de ayuda humanitaria de la ONU para el Sahel, Toby Lanzer, dijo que “la sequía, la pobreza extrema y el conflicto armado en la cuenca del lago Chad, en África, son el caldo de cultivo idóneo para una nueva crisis migratoria”, y advirtió que los líderes mundiales debían “tomar medidas urgentes al respecto”.
Ocho meses después, la propia ONU y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) calculan que entre 2.4 y 2.7 millones de personas se han desplazado en los alrededores del lago Chad debido a la violencia armada, pero en los cuatro países ribereños –Camerún, Chad, Níger y Nigeria– hasta nueve millones de personas podrían requerir de ayuda humanitaria urgente.
Las causas: los refugiados no sólo huyen con lo puesto, sino que abandonan sus actividades productivas; muchos se refugian en comunidades locales ya depauperadas, agotando sus exiguos recursos; un gran número tiene que huir varias veces, en ocasiones arrastrando a nuevas comunidades; las cosechas se han perdido en forma consecutiva, el pastoreo no puede realizarse ni tampoco las actividades de pesca.
A fines de julio Naciones Unidas, a la que muchas organizaciones no gubernamentales que trabajan sobre el terreno acusan de haber abierto los ojos “demasiado tarde” ante el drama que se estaba gestando, reiteró que Boko Haram estaba causando desplazamientos masivos de población, violaciones de derechos humanos y una crisis humanitaria “sin precedentes” en un área que ya de sí profundamente vulnerable.
Ante el Consejo de Seguridad, convocado por el Reino Unido para tratar el tema, el jefe de acción humanitaria de la ONU, Stephen O’Brien, llamó la atención sobre esta “crisis ignorada” y solicitó ayuda internacional urgente para los millones de personas “en riesgo de hambre” y apoyo para combatir el terrorismo.
Ecocidio
De entrada, el lago mismo se está secando. Si bien se trata de un embalse cerrado, con sólo un afluente menor y muy escasa profundidad, que a lo largo de su historia ha mostrado grandes vaivenes, en los últimos 50 años debido a la falta de lluvias, el avance de la desertificación y la sobre explotación humana ha disminuido su superficie en más de 90% y la NASA (agencia aeroespacial estadunidense) calcula que podría desaparecer del todo en veinte años.
Así, mientras en los sesenta el lago cubría un espacio de 25 mil kilómetros cuadrados, ahora rara vez llega a los dos mil 500 km², con mínimos de hasta 900 km², que dejan tras de sí un paisaje desolado de pequeños ríos y lagunas, salpicados por islas en las que se mezcla la vegetación con la tierra seca del desierto.
Esto no sólo ha destruido la biodiversidad vegetal y animal, y alterado las rutas migratorias de las aves, sino que debido al aumento de la salinidad y contaminación del agua ha puesto en serios problemas de abastecimiento a los 20 millones de personas que viven alrededor del lago, distribuidas en Níger, Nigeria, Camerún y el propio Chad.
Ello, a su vez, ha generado múltiples disputas sociales en la agricultura, la ganadería y la pesca, en una región que según Médicos Sin Fronteras (MSF) siempre ha sufrido de pobreza extrema, inseguridad alimentaria, brotes recurrentes de enfermedades infecciosas y un casi inexistente sistema sanitario. “La población necesita servicios tan básicos como alimentación, agua, refugio y atención médica”, afirma Isabelle Mouniaman, responsable de MSF en Nigeria.
“Lo que ví ahí hace unos días fue terrorífico. Gente tirada en el suelo, que no podía ni mantenerse en pie, esperando la muerte. Niños muriendo a diario”, lamentó Toby Lanzer, el coordinador de ayuda humanitaria para el Sahel que había lanzado la alerta previamente.
“Hay una grave escasez de alimentos. Apenas podemos imaginar la dimensión del hambre en las zonas donde aún no ha llegado la ayuda humanitaria. Los niños son los más afectados. No pasa un día sin que un niño muera de desnutrición”, lo secundó Dominik Stillhart, director de Actividades Operacionales de la Cruz Roja.