Apoyo alimentario, símbolo del Tabasco solidario
De regreso al punto de reunión inicial, entre el subir y el bajar reflexioné en lo difícil que es acceder a esas familias, dijo uno de los repartidores
Jalapa, Tabasco. El celular registraba los 35 grados de temperatura, pero el cuerpo percibía 45, y yo, la mera verdad, le creí más a mi cuerpo que sudaba y a mis ojos que estrellitas veían.
Nos habían informado las guías de la ruta a realizarse en la zona rural de Jalapa que más allá de donde terminaba la calle principal de Huacta y Tequila tercera, hay 10 casas apartadas y como la instrucción es entregar los apoyos alimentarios casa por casa, sin pasar por alto ninguna, se acordó ir.
¿Te la vas a aventar tú?, le preguntó uno al otro ¿Qué? Le contestó aquél. ¡La caminata! Y hasta ahí llegó el diálogo, porque ya no hubo respuesta.
Todos nos quedamos mirando la lejanía al mismo tiempo, sin divisar ninguna casa. Todo era lomitas y terrenos empinados. Y justo ahí, recordé la frase: “en un subir y un bajar, ahí está tu pueblo”.
De pronto, no se sabe de dónde, ni de quién era, pero apareció una carretilla; y así, sin más, la llenaron con 10 despensas y partimos, abriendo rejas, esquivando perros, estiércol de vacas y a las mismas vacas, pero al sol no.
Gracias a Dios se me ocurrió conseguir una gorra por la mañana, antes de que los concejales municipales de Jalapa, Martha Elena López Pérez, Gilberto Peláez Pérez y Thelma Guadalupe Torres Morales, dieran el banderazo de salida a los vehículos que llevarían las nueve mil 370 despensas enviadas por el gobernador Adán Augusto López Hernández, que se repartirán en todas las comunidades del municipio, a partir de hoy, culminando el sábado.
Quizá habíamos avanzando 100 metros y cayó el primero pidiendo descanso.
Nadie le hizo bullying, porque además de estar prohibido, se vale y tenía toda la razón. El sol, el peso de la carretilla y la subida, nos cobraba piso.
No fue mucho tiempo de descanso, prestos reiniciamos y como avanzada me adelanté para tomar las primeras fotos de esas entregas. Bajé la lomita y me acerqué a la primera casa que encontré y saludé con un “buenas tardes”, pero no hubo respuesta.
En el interior de las paredes de láminas se escuchaba a un grupo de señoras platicando. “Buenas tardes” repetí y por fin, salió una abuelita y mientras le explicaba el motivo de mi presencia, llegó la brigada y sin contratiempos uno de ellos le dijo:
“Buenas tardes, madrecita, aquí le traemos la despensa que le envía el Gobierno del Estado, para que usted y su familia pueda pasar un poco mejor esta pandemia del COVID-19. Y, por favor, quédese en casa”.
No dijo más, se ajustó el pantalón, acomodó la gorra y el cubrebocas, levantó la carretilla y continuó, cargando y descargando, paso a pasito, teniendo al señor sol como testigo, sin escuchar que ella se quedó diciendo: “No me lo esperaba, no sabía nada. Gracias. Dios me los bendiga”.
Y no se quedó para recibir la parte proporcional que le tocaba de esas bendiciones, porque horas antes, durante los preparativos del banderazo de salida de los camiones, uno de los coordinadores del programa, les recomendó:
“Verifiquen bien, pregunten entre los vecinos si hay casas atrás o en algún recoveco de la comunidad y que no sea visible a simple vista. Que no quede ninguna sin su apoyo”.
“Que no quede ninguna casa sin repartir”, les reiteraron, al tiempo que el subsecretario de Gobierno, José Antonio Alejo y el coordinador general de Centros Integradores, José Teódulo Hernández Sánchez, supervisaban con la mirada los preparativos de las brigadas.
“Mejor me hubiera quedado allá y no estar sufriendo acá”, me dije.
Pero bueno, ya estaba ahí. Además, me regalaron un pozolito blanco, me faltó un dulce de coco y eso que estaba en la “Tierra del dulce”, puff.
También me confortaba que otros estaban repartiendo en los Aquiles Serdán, los Chichonales, los San Cristóbal, Chipilinar, Mérida y Guarumo, entre otras comunidades. Además, sabía que yo solo era un visitante ahí y en cualquier momento podía retirarme y se quedarían solos esas mujeres y hombres anónimos, quienes debajo de la gorra y atrás del cubrebocas lo dan todo, en cada entrega, paso a pasito, teniendo al señor sol como verdugo.
De regreso al punto de reunión inicial, entre el subir y el bajar reflexioné en lo difícil que es acceder a esas familias. Comprendí que ese es el Tabasco que inspiró al presidente Andrés Manuel López Obrador en el comienzo de su lucha.
El Tabasco en donde el atraso y la marginación cohabitan con los sueños y la esperanza. Ese es el Tabasco que requiere ser transformado, esta es la gente que merece ser reconciliada.
Y curiosamente, la ayuda alimentaria, más que un apoyo institucional, es el símbolo del Tabasco solidario que anhelamos.
Es el ícono de la unión entre el pueblo y el gobierno, es la respuesta institucional, la prueba del sí podemos.
La jornada continuó y fue sudorosa. Según cifras oficiales, hoy el Gobierno del Estado entregó tres mil 770 despensas al mismo número de familias, en 22 localidades de Jalapa.
Seguro es el comienzo de una nueva etapa en su historia.
Los concejales municipales en armonía con el Gobierno Estatal están dando muestra de una sinergia institucional prometedora.
Ciertamente, hubo intentos de algunas personas para obtener más de una despensa; pero son los menos, la mayoría sabe que sus vecinos también necesitan el apoyo, que todos estamos en esta crisis unidos y juntos saldremos.
Una a una, casa por casa, pasito a pasito se fueron acabando los paquetes con productos de la canasta básica. Al final, un “nos vemos mañana” fue suficiente, aunque de mi parte sólo fue una promesa de dientes para afuera, porque de seguro mañana no me levanto o no me encuentran.
Mientras tanto, los brigadistas, seguirán con su jornada, hasta cumplir la encomienda de llevar la ayuda a más de nueve mil 370 familias jalapanecas.
(Con información del Poder Ejecutivo de México)