La cuestión de la violencia en Quintana Roo
A diferencia de otras entidades del país, en Quintana Roo no se puede explicar la proliferación de la delincuencia, organizada o no, y la creciente violencia, a partir de los altos niveles de pobreza, marginación o a la falta de oportunidades o el crecimiento económico.
La entidad mantiene un elevado índice de crecimiento en comparación con el promedio del país, sin embargo, este mismo auge ha tenido como una de sus consecuencias no deseadas la atracción de los grupos del crimen organizado que se han ido asentando en el territorio, aunados al surgimiento de bandas locales.
En particular, el narcotráfico encontró un mercado voraz en el destino turístico con la afluencia de consumidores nacionales y extranjeros que aprovechan su estancia para consumir drogas, tal como ocurre en otros desarrollos turísticos del mundo.
Básicamente, dichos grupos ‘trabajan’ en sus respectivas áreas de influencia sin mayor problema, salvo cuando hay algún desequilibrio, el cual puede ser puramente económico o incluso, con fines políticos.
Se entiende, y esto ha pasado y pasa en todo el país, que al ocurrir un cambio en las políticas públicas, se da una modificación indirecta en el equilibrio de poderes fácticos, de tal manera que unos se ven afectados y buscan recuperar su nivel, en tanto otros se sienten empoderados para tratar de abarcar más terreno.
Lo cierto es que todos dependen del turismo. Y es en función de esta realidad que sociedad y gobierno deberían concentrar sus esfuerzos para disminuir los índices de violencia, pues a nadie conviene una caída drástica en el arribo de visitantes.
Los grupos delincuenciales que atentan contra la vida y la seguridad de los quintanarroenses o de los viajeros, deben ser acotados con la ley en la mano.
Y me refiero lo mismo a políticos, cárteles, empresarios o ciudadanos en general que pretendan pasar por encima de la ley para alcanzar sus metas.
Vamos por un Quintana Roo para todos.