Valores universales frente a los valores individuales
Las redes sociodigitales se han convertido en una de las principales fuentes generadoras y reproductoras de valores, advierte sociólogo
Ante los hechos de violencia que alteran la convivencia social surgió una corriente de opinión que considera el origen de ésta en la pérdida de valores éticos. ¿Cómo explicar el fenómeno? ¿Es exclusivo del contexto mexicano?
A partir de una investigación sobre las premisas históricas, psicosociales y culturales del país para entender la personalidad de los mexicanos, realizada en 1959, 1970 y 1994 por el psicólogo Rogelio Díaz-Guerrero, y de encuestas aplicadas a jóvenes en 2010 y 2012 por el Instituto Mexicano de la Juventud, la Secretaría de Educación Pública y el Instituto de Investigaciones Jurídicas, Alfredo Guerrero Tapia, académico de la Facultad de Psicología de esta casa de estudios, concluyó que no hay tal pérdida, sino una modificación de valores.
“Lo supuesta pérdida de valores es en realidad un cambio. Ninguna sociedad vive sin ellos. Son importantes porque le dan sentido al comportamiento de las personas y conducen sus acciones”.
Dos visiones
De acuerdo con el experto, las investigaciones interdisciplinarias permiten dar cuenta de las transformaciones, si bien hay dos visiones sobre el cambio de valores: la de quienes sostienen que algunos no se modifican y se mantienen a lo largo del tiempo; y la de quienes piensan que varían según las circunstancias (económicas, políticas y sociales) de cada sociedad y cada época.
Algunos valores son universales, pero otros son propios de cada cultura. Uno de los primeros es el respeto a la vida del otro. Uno local mexicano es el respeto a las personas mayores, a la familia, pero también al machismo, que hoy en día está cuestionado.
En cuanto al concepto de la otredad en el contexto social, Guerrero Tapia cree que es de suma importancia porque las opiniones acerca de los criterios éticos se sostienen en visiones universalistas sobre un ser humano universal que no existe.
“De modo que cuando situamos a las personas en el tiempo y en un lugar determinado, la cuestión empieza a despejarse. ¿De quienes hablamos? ¿Quiénes han cambiado? Los jóvenes, sin duda, y nos referimos a varias generaciones”, indica.
Los sociólogos y demógrafos inventaron diversos conceptos que, aunque arbitrarios y controversiales, son útiles para identificar a las distintas generaciones y entender quiénes son los sujetos que rompen con el universalismo y exhiben las transformaciones. Así, se habla de la generación X, de la de los millennials y de la de los centennials.
La generación X mexicana, por ejemplo, se sitúa en un lapso (1984-2018) cuando se dio un viraje en el modelo económico, pasando de una economía mixta, con un estado social, a una de mercado bajo los postulados neoliberales. En esos 35 años nacieron dos generaciones en las que se aprecian cambios asociados con los valores.
“En términos generales se pasó de los que incluían prácticas de comunidad o sociabilidad a los individualistas, centrados en la persona. Esto tiene una clara relación con la ideología del neoliberalismo, cuyos valores se basan en el individualismo, la competencia, el consumo ilimitado, la excelencia como un atributo personal o privado, el prestigio personal y el dinero”, indica el universitario.
Este desplazamiento al individualismo ha hecho que predomine la emergencia del Yo (concepto evaluado con instrumentos de medición) y lo que se denomina el desbordamiento del narcisismo. Aunque esto no significa que se hayan perdido los otros fundamentos éticos.
Antes de cambiar al modelo económico apoyado en las teorías neoliberales, las instancias que los generaban eran la familia, la escuela, las Iglesias y la televisión.
“Los valores asociados a la familia han cambiado en la generación de los millennials porque, en primer lugar, la composición social ha experimentado variaciones sustanciales. Hoy en día, 30 por ciento de las familias son monoparentales y otros porcentajes representan tipos de familias diferentes a la tradicional. También las redes sociodigitales se han convertido en una de las principales fuentes generadoras y reproductoras de valores.”
Encuestas
Sobre las encuestas aplicadas en 2010 y 2012, destaca que, para la mayoría de los jóvenes, la educación continuaba siendo en esos años algo primordial. “Y siguen considerándola indispensable. Es un valor que permanece y se contrapone. En las encuestas se observa que quienes estimaban la educación pensaban que con ese atributo conseguirían un mejor trabajo y un mejor ingreso, lo cual entraba en contradicción con la realidad”.
De acuerdo con Guerrero Tapia, antes se realzaba el respeto a la familia y la obediencia a la autoridad. Después de 1968 hubo una ruptura con esas ideas, pero en el periodo marcado por el neoliberalismo casi la mitad de los encuestados no vio a la familia como un ente de respeto.
En cuanto a la política, más de 80 por ciento de los encuestados en 2010 y 2012 no creía ni sentía interés en ella porque aseguraban que los políticos eran deshonestos y corruptos.
“Si los jóvenes aún no ven en la política una fórmula de convivencia ni de solución de los problemas, ¿qué les queda? El sujeto directo, aquél que se percibe como fuente de agresión. De ahí que pueda concluirse que la agresión surge en razón de que la mediación (la política) se redujo a su mínima expresión. En buena medida, la violencia es generada por la falta de mediadores institucionales. Por otro lado, si la convivencialidad (objetivo de la política) se da a partir de mediaciones institucionales sostenidas en valores, y éstas se diluyen y los valores se transforman, dicha convivencialidad se pone en riesgo”, dice.
Vivimos en un periodo de incertidumbre que hace que los valores no se interioricen. Esto se observa en el movimiento de las mujeres.
“Algunos estudiosos opinan que no es un movimiento sino un punto de inflexión en la historia de México. Ahora bien, está documentado que la violencia más intensa es la intrafamiliar.
“Puede adelantarse como hipótesis de trabajo que la imposición del neoliberalismo en México generó relaciones muy violentas y autoritarias que cosificaron y anularon a las mujeres, lo mismo que a los jóvenes y a los viejos”, sostuvo el investigador.
En cuanto a la convivencia social, lo que se trastocó es el valor del otro. En un régimen de competencia, el otro no es un amigo sino un adversario, un ente sobre el cual hay que pasar por encima para obtener un lugar. Al revisar los criterios que privaban en la sociedad de los años 60 y 70 del siglo XX, no aparece esa condición exacerbada de violencia.
“Resalta el concepto de la familia, de cierta igualdad en un sistema de ascenso social mediante la educación. Eso se rompió justamente en 1984, cuando se impuso la ideología del neoliberalismo.
“De manera sutil la industria cultural rompió con esos códigos de valoración del otro como persona”, finaliza Alfredo Guerrero.
(Con información de Gaceta UNAM)