Transformación compleja de las familias seculares

Ahora incluye no sólo a aquellos que tienen relación de parentesco, sino también a quienes comparten lazos afectivos y responsabilidades dentro de un hogar

Durante siglos, la estructura de la familia se caracterizó por su rigidez y cualquiera que se saliera del modelo llamado tradicional debía ocultarse. Hoy, otros tipos de esquemas también gozan de derechos; pero, aunque deben tener el mismo rango de valor, en diversas circunstancias aún se les mira como diferentes.

En ocasión del Día Internacional de las Familias, Norma Cruz Maldonado, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS), afirma que este concepto ha tenido una importante transformación, ha evolucionado; incluso, en el tiempo, se ha medido de distinta manera.

Se ha vuelto más complejo, por lo que “ese núcleo no necesariamente se conforma por quienes tienen una relación de parentesco, sino por quienes comparten lazos afectivos y las corresponsabilidades al interior del hogar”, aclara.

Para los mexicanos, resalta la experta, representa solidaridad, la primera red de apoyo cuando alguno de los integrantes tiene problemas. Así se ha visto, por ilustrarlo, durante la pandemia. En este basamento social se ha descargado el peso del cuidado y estrategias de atención de los enfermos.

México se había caracterizado por tener fundamentalmente las familias llamadas de tipo nuclear (padre, madre e hijos); sin embargo, los cambios demográficos y sociales de las últimas décadas –entre los que destacan la caída de la fecundidad, disminución de la mortalidad infantil, incremento de la esperanza de vida, envejecimiento de la población, inserción de la mujer en el mercado laboral y aumento en el nivel de escolaridad de la población– han impactado la dinámica y estructura de los hogares, como se señala en el marco conceptual del Censo de Población y Vivienda 2020.

Célula de la sociedad

La familia es la célula básica de la sociedad que históricamente se había concebido como el grupo de personas que cohabitan una vivienda y, sobre todo, lazos de parentesco. Empero, hay una tendencia creciente de grupos que comparten ese espacio, sin tener ese vínculo. “Eso no quiere decir que no sean parte de ella. Por el contrario, persisten las cuestiones afectivas y la corresponsabilidad, las labores domésticas o el cuidado de menores, por ejemplo”, menciona Cruz Maldonado.

Los migrantes nacionales o extranjeros, permanentes o de paso, también tienden a compartir viviendas, a esto se le llama familias de corresidentes; o bien, los roomies (o compañeros de vivienda) muy en boga, establecen otro tipo de esquema.

Para observar estos cambios, en el Censo 2020 se empleó el concepto de hogar censal definido como la unidad formada por una o más personas vinculadas o no por lazos de parentesco, que residen habitualmente en la misma vivienda particular; alcanzaron la cifra de 35 millones 219 mil 141. En nuestro país, 87 de cada 100 hogares son familiares, mientras que el resto está estructurado de otras formas.

El conteo arrojó que 71 por ciento son nucleares, es decir, conformado por mamá, papá e hijos; mamá o papá con hijos; o pareja sin hijos. Además, 28 por ciento son ampliados, lo que significa que además residen otros parientes como tíos o abuelos; y uno por ciento es compuesto, es decir, constituido por un grupo nuclear o ampliado y al menos una persona sin parentesco.

En tanto, de cada 100 hogares no familiares, 95 son unipersonales o integrados por una sola persona; y cinco son corresidentes, con dos o más miembros sin relación de parentesco con la jefa o jefe de la casa. En esta última clasificación, puntualiza la universitaria, entran los roomies y quienes habitan en instituciones de asistencia, como el caso de las personas mayores.

En 2017, recuerda, el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional identificó 11 variantes de familia. Ahí se incluyen el “nido vacío”, es decir, madres y padres que no cohabitan con sus hijos o nietos; parejas sin hijos, “tendencia detectada desde el 2000 y que se reafirma en el Censo 2020”, o la denominada reconstituida (“mis hijos, tus hijos y nuestros hijos”).

Más jefas de vivienda

También hay madres solteras, solas con hijos, cuyo número se ha elevado por diversas situaciones. De cada 100 hogares, 33 tienen a mujeres como jefas de vivienda (11 millones 474 mil 983), cifra que aumentó durante la última década, pues en el Censo 2010 eran 25 de cada 100.

Al respecto, precisa: es un mito que la mujer cabeza de familia lo sea porque fue abandonada. “Pensar que fueron dejadas por la pareja es un cliché; algunas se separaron o se divorciaron o perdieron a sus esposos por accidente o enfermedad, sus parejas migraron o decidieron tener hijos solas, porque quieren ser madres, pero no esposas”.

Igualmente, hay papás solteros. En estudios realizados por la ENTS se ha identificado que, a pesar de que viven solos con sus hijos, en diversas ocasiones cuentan con una red de apoyo conformada por las mujeres a su alrededor (madre, hermanas, tías), y eso hace posible que sostengan sus hogares y cumplan su rol de proveedores, a diferencia de las mujeres, quienes generalmente absorben la manutención, el cuidado de los hijos y las actividades domésticas.

Otro aspecto que reafirma el Censo 2020 es que cada vez menos hombres y mujeres deciden casarse, ya sea de manera religiosa o civil; “la tendencia es juntarnos o cohabitar”, apunta Norma Cruz Maldonado.

Comenta que los datos deben comprenderse en un contexto geográfico, cultural y económico. Así, se entienden situaciones contrastantes, como que Ciudad de México sea una de las entidades con menor número de hogares familiares y la de mayor número de los no familiares, mientras que Chiapas tiene mayor número de hogares familiares y mayor número de integrantes, de cuatro a cinco.

Reducida, la célula básica

La célula básica de la sociedad se reduce. En promedio se tienen dos hijos, y ese indicador se relaciona con la escolaridad, el mayor acceso de las mujeres a espacios laborales y educativos, el retraso de la nupcialidad y la maternidad, incluso la situación económica, social y hasta ambiental, refiere.

El porcentaje de la población infantil disminuye, la tendencia es hacia un envejecimiento demográfico. La media de edad pasó de 26 años, en 2010, a 29 en 2020, “lo que implica que 50 por ciento de la población es mayor a esa edad y que la base de la pirámide de población ya cambió”.

Un aspecto más a considerar es el incremento de la esperanza de vida (75.2 años), donde además se presenta una situación sexo-genérica porque “las mujeres vivimos más que los hombres”. Todo eso implicará la adopción, en los próximos años, de políticas públicas ya que con el gradual envejecimiento de la población habrá menos integrantes de la familia para cuidar a un enfermo, por ejemplo, alerta la especialista de la ENTS.

Actualmente, las leyes regulan formas de convivencia que antes no estaban consideradas, pero que existían en la vida cotidiana. “Conocíamos a la pareja homosexual; pero ahora, en muchas entidades, ya se puede casar, adquirir derechos y obligaciones, e incluso adoptar hijos. Lo mejor es que ellos mismos se reconocen”. A futuro habrá mayor diversificación y aceptación, opina Norma Cruz.

Hoy, la inseminación artificial y en algunas entidades la gestación subrogada, permiten que hombres y mujeres no necesiten casarse o tener una relación sexual para procrear a un hijo. Corresponde a la sociedad promover la tolerancia y comprensión hacia los esquemas viejos y nuevos; esa es la mejor manera de festejar el Día Internacional de las Familias que se celebra el 15 de mayo.

(Con información de Gaceta UNAM)

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