Tal vez no hay modo de salir ileso de la amenaza y la contaminación
Padecemos ecoansiedad, mezcla de miedo, ira y frustración por las consecuencias del cambio climático, dijo la escritora
“Si la pandemia nos tiene que enseñar algo, es que no hay hacia dónde correr en el planeta para que se salven unos sí y otros no”, dijo la novelista Fernanda Trías en conversación con la escritora Sandra Lorenzano, directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación Universitaria para la Igualdad de Género.
“¿Hay algún espacio seguro? Tal vez no hay manera de salir ileso y este exponerse constantemente a la amenaza y a la contaminación: eso es vivir”. La escritora uruguaya afirma que esta lección atraviesa su más reciente novela, Mugre rosa, la cual ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Su texto es motivo de la charla Mugre rosa. Memoria, solidaridad y ternura en un mundo desmoronado, que Trías sostiene vía remota desde Colombia, donde vive desde hace siete años, para participar en El Aleph. Festival de Arte y Ciencia, que dedica su sexta edición a reflexionar sobre Las fronteras del medio ambiente.
La escritora se comunica a distancia porque –cuenta– ha estado en cuarentena tras contraer Covid-19, razón por la cual no pudo asistir presencialmente a la Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario, desde donde es entrevistada por Lorenzano.
Mugre rosa es una pieza distópica que, a poco de terminarla, se tornó más bien realista. “Cuando se publica, la realidad parece acelerarse y alcanzar la ficción”, explica Trías. En ella imaginó un escenario en el que una niebla tóxica mata a los peces, contamina campos y ganados, y obliga a la población a confinarse. Entregó el manuscrito en 2019 y al poco tiempo la pandemia de Covid-19 azotó el planeta, lo que vino a aumentar una angustia que –dice– sentía de tiempo atrás.
“Descubrí que esta angustia que siento hace años le llaman ecoansiedad: una mezcla de miedo con ira y frustración ante lo que estamos viviendo a consecuencia del cambio climático. Es una preocupación generacional que se va a ir acentuando”, comparte la escritora.
“Hay tres elementos que están poniendo en riesgo la supervivencia humana: el cambio climático, las pandemias y la sexta extinción masiva de especies, causada por el antropoceno”, observa, y advierte que a lo segundo se le llama pandemiceno, una era en la que la humanidad es susceptible de padecer pandemias simultáneas a causa de la devastación ambiental, y obliga a las especies a migrar a lugares que no acostumbraban y que propician una derrama inédita de virus entre especies.
En Mugre rosa, Fernanda Trías aborda los efectos del antropoceno y su dimensión emocional a partir de una obsesión presente desde su primera novela, La azotea: un miedo al exterior y a la otredad, que explica como un trauma social de infancia: “Fui una niña que creció en dictadura; había una sensación de que dentro de casa era seguro y afuera había peligros sin nombre; no se hablaba de eso a un niño”.
Como uruguaya que conoce los efectos que el autoritarismo, la militarización y el exilio tienen de forma transgeneracional, afirma: “La dictadura es una herida abierta en América Latina”. Una herida que, asegura, sólo puede sanar a través de gestos de reparación de la memoria histórica, y que no ocurren en su país, donde el Estado se ha negado a reconocer de esta manera a las víctimas. “Si no se realizan estos gestos, es más fácil que se repita. Los traumas nacionales se transmiten de generación en generación, mucho más cuando no se habla de eso”, considera.
Sobre el reciente boom de escritoras, Fernanda Trías opina que es un fenómeno de mercado que tiene que darse para que llegue el momento en que ser mujer deje de ser elemento de marketing editorial, y sean los textos los que –como ha señalado Diamela Eltit, dice– pesen más allá del género.
“Pero es muy valioso lo que está pasando con las escrituras de las mujeres latinoamericanas; no diré que es un triunfo, pero sí una batalla de los movimientos feministas. No es casual que coincida que se empiezan a publicar, premiar y nombrar a más autoras con el movimiento Ni una menos, en Argentina, que se expandió por América Latina en 2015. La diferencia de visibilidad la viví en carne propia: vengo publicando desde 2001”, dice.
“Por primera vez vemos lectores varones leyendo a mujeres, hay que celebrarlo, pero no hay que dejarnos deslumbrar y entender que no es para quedarse, hay que ir más allá, cuando ya no importe si escribe una mujer o un hombre”.
(Con información de Gaceta UNAM)