Somos nuestros recuerdos… pero a conveniencia
La memoria es la capacidad de usar el conocimiento adquirido como producto de la experiencia, para resolver problemas del entorno
Federico Bermúdez Rattoni, profesor emérito de la UNAM, ha desarrollado una importante línea de investigación que estudia los mecanismos moleculares de plasticidad neuronal y la memoria, situación que lo ha convertido en uno de los estudiosos más influyentes del área en México.
El titular del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva explicó que la memoria es la capacidad de usar el conocimiento adquirido como producto de la experiencia, para resolver problemas que nos presenta nuestro entorno. Se forma en función de la nueva información adquirida. Ésta puede ocasionar cambios en el comportamiento del organismo, lo que nos permite medirla.
Entender la memoria es una de las metas más ambiciosas que han perseguido los especialistas en el sistema nervioso, y por el momento, inalcanzable. En este sentido, desde hace 40 años el laboratorio ha centrado su investigación en comprender la plasticidad neuronal, así como los procesos neurobiológicos que yacen en el aprendizaje y la memoria.
Para no olvidar, consolidar…
Para Bermúdez Rattoni la memoria es un proceso activo y complejo, e implica diferentes estadios: la adquisición, la consolidación, evocación, reconsolidación, la extinción y actualización de la información.
La adquisición ocurre cuando se aprende información nueva a través de los sentidos. En primera instancia, la información guardada es conocida como memoria a corto plazo (MCP), que es susceptible a perderse; su proceso de formación involucra modificación de proteínas preexistentes.
A su vez, la consolidación es el proceso por el cual la MCP se convierte en memoria a largo plazo (MLP). Es un periodo de transición, en el cual se activan vías de señalización molecular, expresión genética y, finalmente, desencadena la síntesis de nuevas proteínas y la formación de nuevas conexiones sinápticas (implica cambios morfológicos de las neuronas). Este proceso puede verse interferido, por ejemplo, en la exposición a una situación estresante, administración de ciertos fármacos o incluso el aprendizaje de otra información.
Durante décadas se pensaba que cuando la memoria se consolidaba, ésta permanecía sin modificación, inamovible y almacenada de manera permanente. Sin embargo, nuevos estudios –en los que han participado Bermúdez Rattoni y su equipo– demostraron que la memoria consolidada, al momento de ser evocada, puede volverse lábil, es decir, puede alterarse o ser actualizada.
En cuanto a la evocación (o reactivación), sostuvo que es la etapa en la cual una memoria almacenada es “reactivada o recordada” para que pueda ser usada como guía de la propia conducta. Después de la evocación, ésta entra nuevamente en un estado lábil y es sujeta a cambios, en especial, cuando hay nueva información. Por ello, también a este estado transitorio se le nombró “actualización de la memoria” y requiere de síntesis proteica.
La extinción, agregó, ocurre cuando memorias asociativas son evocadas y al no presentarse el reforzador las respuestas condicionadas empiezan a reducirse o perderse.
En el caso de la reconsolidación, indicó, se da después de la evocación y mediante la síntesis proteica la memoria es reestabilizada.
Hacker de memorias
“La memoria puede modificarse a nuestra conveniencia”, aseguró el universitario. Esto surgió por una situación en Estados Unidos en la que se indujeron memorias falsas a individuos y se les hizo creer que eran reales. De esta manera, se puede influir, bajo ciertas circunstancias, en las memorias de una persona.
Bermúdez Rattoni refirió que hay diferentes grados de consolidación. Aquellas personas que han sufrido un evento traumático, cuando evocan dicha memoria, recuperan toda la sintomatología que sufrieron durante aquel evento (Post-Traumatic Stress Disorder, PTSD, por sus siglas en inglés).
Los estímulos y las situaciones que amenazan nuestra integridad física o estabilidad emocional se llaman estresores. Estimulan el estado de alerta, la excitación, la atención enfocada y la capacidad de procesamiento mental.
La respuesta ante el peligro (pelea, huida o congelamiento) está guiada por el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal (HPA), el cual regula la producción o liberación de hormonas del estrés (corticotropina, cortisol, corticosterona, adrenalina y noradrenalina). Dichas hormonas participan en los procesos afectivos y en conductas mediadas por el afecto.
Por ejemplo, el estrés afecta los recuerdos durante el proceso de evocación, por otro lado, durante el proceso de adquisición de la información, es el estrés el que facilita la formación de la memoria.
“Cuando hay un evento emotivo es más fácil que lo mantengamos por largos periodos de tiempo, que eventos que no lo son tanto. Esto se debe a que tenemos estructuras cerebrales que intervienen en la consolidación de la memoria. En un evento estresante, se liberan neurotransmisores como la noradrenalina que nos permiten consolidar rápidamente la información”, concluyó.
Muchas memorias
El entendimiento sobre cómo almacenamos nuestros recuerdos, se ha ido recopilando por más de medio siglo, por medio de modelos animales y el estudio de algunos pacientes especiales, y hemos aprendido que la memoria no es una función cerebral estática, única o aislada, sino que se comporta como un conjunto de funciones cerebrales distintas, pero estrechamente interrelacionadas que están orientadas hacia un mismo propósito, por lo que resulta más correcto denominarla en términos de sistemas, los cuales son:
Memoria de corto plazo:
Puede almacenar, por poco tiempo (de minutos a horas), una cantidad limitada de información. Según William James, fundador de la psicología funcional, son siete partículas de información y opera mientras estamos conscientes del conocimiento (cuando nos concentramos).
Memoria de largo plazo:
Es de duración más prolongada va de días, meses y hasta años. Ésta se caracteriza por el proceso de consolidación, la cual, se ha divido en dos tipos:
Memoria declarativa
A veces denominada memoria de trabajo o explícita, se refiere a recuerdos sobre hechos y datos que pueden ser explicados en palabras (información retenida de manera consciente y que puede ser evocada de forma voluntaria). Ésta nos da una identidad, una historia personal y conocimiento del mundo en el que vivimos. Se divide, a su vez, en:
a) Memoria episódica. Eventos específicos que ocurren cotidianamente, y quedan guardados junto con el lugar y tiempo en los que fueron experimentados.
b) Memoria semántica. Almacena nuestro conocimiento del mundo, son los hechos y conceptos adquiridos en nuestra educación de carácter cultural (como una enciclopedia), no está sujeta a un tiempo o lugar específico.
Memoria no declarativa
Referida en ocasiones como memoria implícita, en ella las experiencias previas nos ayudan en la realización de una tarea. Hay varias subdivisiones, definidas por la manera en que se adquiere la información:
a) Memoria procedural. La adquisición de habilidades motoras y cognoscitivas. Se refiere al “saber cómo hacer” distintas tareas.
b) Priming. Tiene la función de recordar algún tipo de información que fue aprendida previamente, tiene un efecto facilitador.
c) Condicionamiento clásico. Hace referencia al aprendizaje asociativo. El principal exponente de este conocimiento fue Iván P. Pavlov, quien observó que ante un estímulo determinado se podía desencadenar una respuesta automática.
¿Dónde se almacena tanta información?
La corteza cerebral es una sustancia gris que forma la capa o estrato más externo del cerebro. Es el sitio donde se encuentran millones de cuerpos neuronales (el soma de las neuronas) y se le ha considerado como el último resquicio donde se integran o almacenan las memorias. Las áreas que destacan son:
a) La corteza prefrontal. Parece estar involucrada en la memoria de trabajo, especialmente en información temporal.
b) La corteza insular. Interviene en memorias mediadas por información afectiva, visceral y espacial.
c) La corteza parietal: Interviene en el almacén de la memoria espacial, particularmente, memorias de referencia y de expectativa.
(Con información de Gaceta UNAM)