Replantean el papel del arte ante nuevos autoritarismos

Artistas, académicos y colectivos reflexionan para diagnosticar qué puede hacer el arte ante los nuevos gobiernos autoritarios

Make Fascism Great Again se tituló la conferencia de cierre del ciclo ¡Abajo el muro! Arte y emancipación desde 1989, que reunió en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) a artistas, académicos y colectivos para que se reflexionara qué puede hacer el arte ante los nuevos gobiernos autoritarios; esto a partir de obras e investigaciones desarrolladas desde los derechos humanos, la teoría política, la filosofía y la producción artística.

El nombre de la charla hacía referencia al eslogan pintado en el cabello de una representación de Donald Trump durante la celebración del desfile anual de Düsseldorf en Alemania. En una carroza de carnaval se le mostraba llorando por su derrota en Iowa y gritando a la Estatua de la Libertad: “Haz que el fascismo vuelva a ser grandioso”.

Inicio del fin

Jacobo Dayán, coordinador de la Cátedra Nelson Mandela de Derechos Humanos en las Artes, dijo que se avizora “el inicio del fin”, pues el proyecto civilizatorio surgido en 1948, hoja de ruta para la humanidad, está agonizando. “Se vive una profunda crisis que llevará a la muerte de este modelo que nos duró casi 80 años. El cambio será violento, ya lo está siendo. Las guerras ya están, con diferente formato. Y tendrá que verse si en este nuevo contexto el arte retomará su papel de resistencia, denuncia y memoria”, señaló.

“Estamos en un mundo donde lo normal son Trump y Bolsonaro. El actual se parece cada vez más al de los años 20 y 30 del siglo pasado. Nunca como hoy el discurso del odio ha dejado de estar en los márgenes y se ha convertido en un mainstream. Nunca como ahora el odio, marginación, violación abierta a derechos de todo mundo dejó de ser marginal y es ya parte de la política de estados tan potentes como Gran Bretaña y Estados Unidos”, agregó.

Al referirse a lo que ocurre en este mismo sentido en México, comentó: “Hemos caído en una normalidad cómplice sobre el horror nacional…Vivimos en un lugar donde ya se puede pedir sin pena alguna la quema pública de obras de arte, simplemente porque disgustan”.

Sin detrimento a la lucha “valiente y necesaria” que hacen mujeres en contra de la violencia de género, recordó que en la reciente Feria del Libro de Guadalajara se quemaron libros. “Si nuestra solución es empezar a quemar cosas ¿sabemos a dónde iremos a dar? Hay que llamar la atención al hecho de la quema, más allá del contenido de la obra. Estamos viviendo en un mundo donde esto se vale y esto se aplaude. Ubiquemos el papel del arte desde otro lugar o las escenas del 10 de mayo de 1933 en la plaza pública de Berlín, donde fueron quemados libros y obras de arte, se estarán replicando aquí y allá”, auguró quien fue director de Contenidos del Museo Memoria y Tolerancia.

Imaginario social colectivo

Por su parte, Enrique Díaz Álvarez, filósofo e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, indicó que abrir un espacio de reflexión a 30 años de la caída del muro de Berlín ayuda a interrogar, mapear y rastrear lo ocurrido con las prácticas artísticas desde entonces y cómo éstas han contribuido a la construcción de un imaginario social colectivo.

Autor del libro El traslado: narrativas contra la idiotez y la barbarie, mencionó que no dan miedo Trump ni Bolsonaro sino los millones de personas que votaron por ellos, y se detuvo en lo que consideró dos erróneas visiones de autores contemporáneos sobre el porvenir del planeta. Una de ellas la del fin de la historia de Francis Fukuyama, y la otra la del choque de las civilizaciones expuesta por Samuel Huntington.

“Lo cierto es que estamos como si viviéramos en una época medieval, con muros y vallas. Estamos sacudidos por una violencia sistémica, vivimos en países donde se cultivan migrantes, donde se cultivan sicarios. Experimentamos la administración del miedo y del terror, y esto se debe en mucho a la proliferación de discursos abiertamente xenófobos, racistas y sexistas, que actualmente están en el centro del debate, ni siquiera se esconden.”

Y añadió: “Los poderes están en todos lados, y eso permite pensar en resistencia. El arte es un punto de resistencia. No olvidemos que la guerra siempre está presente, la política perpetúa una guerra sólo que en forma silenciosa”. Díaz Álvarez fue más específico: “El migrante es el chivo expiatorio, el culpable de la falta de trabajo, de la contaminación de nuestro cuerpo social y de la inseguridad. Así lo ven los poderes”.

(Con información de Gaceta UNAM)

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