Políticas para hacer ciencia en clave feminista

El 11 de febrero, Día Internacional de las Mujeres, Jóvenes y Niñas en las Ciencias, es una oportunidad importante para seguir dialogando e impulsar la construcción de vocaciones científicas para niñas, jóvenes y mujeres, además de resaltar la importancia que tienen las epistemologías feministas, la incorporación de valores y saberes vinculados con el sexo y género en la investigación científica, ya que, gracias a esta mirada, las ciencias se transforman y se potencian los beneficios de los saberes para la humanidad.

Estos fueron algunos de los aspectos que se trataron en el espacio de Miércoles para la Igualdad, impulsado por la Coordinación para la Igualdad de Género (CIGU), en el cual la doctora Soledad Funes, coordinadora de la Investigación Científica, y le maestre Rubén Hernández, directore de Políticas de Igualdad y No Discriminación de la CIGU, entablaron un diálogo denominado Políticas para hacer ciencia en clave feminista.

Soledad Funes es la primera mujer en ocupar la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM. Hizo patente su vocación por la ciencia gracias a su maestra de biología quien, en segundo de secundaria, llevó a su clase a una excursión a las playas de Michoacán. Allí descubrió la biología marina. Luego, fue también gracias a su maestra de biología molecular que empezó a interesarse por esta rama hasta convertirse en investigadora del Instituto de Fisiología Celular. De aquí que para la coordinadora de la Investigación Científica de la UNAM, una de las formas para fomentar el acceso a las ciencias sea mediante espacios que permitan a las infancias interactuar y descubrir el mundo que las acompaña.

Construcción de vocación científica desde la escucha
Otra herramienta para impulsar la vocación científica que va de la mano de la creación de espacios es establecer discusiones en el ámbito global a fin de saber qué actividades llaman más la atención de la comunidad. La construcción comunitaria de las discusiones –no tanto desde una posición de autoridad, de especialistas que discuten este tema, sino de personas que viven el día a día y comparten sus experiencias– permite llegar a comprender mejor cómo operan las desigualdades, explicó Rubén Hernández.

En este mismo sentido, para Funes, la perspectiva de la juventud es uno de los placeres que da trabajar en la academia, puesto que todo lo que está pasando es motivado por los cambios y demandas de las nuevas generaciones: “de hecho, una de las formas en que mejor avanza el conocimiento científico es mediante la discusión, la generación de espacios para la convivencia, para el cuestionamiento, para preguntarnos qué va más allá”, comentó.

En investigaciones
Hay aportaciones de las mujeres que han transformado la forma cómo percibimos el mundo. La incorporación de la variable sexo-género en las investigaciones clínicas es una de ellas. Antes se estudiaban sólo a las ratas macho con el argumento de que eran más estables, y ahora sabemos que esto dejó un vacío en la información, señaló Funes. En la investigación no se trata de comodidad, sino de entender los procesos biológicos desde todas las perspectivas.

Los estudios de género vinculados al quehacer científico han permitido diversificar a las propias comunidades. Cuando hay más perspectivas, hay diversidad de pensamiento.

Un aspecto importante por considerar es que la ciencia no es completamente objetiva, agregó Funes. Si entendemos que su interpretación puede tener cierto grado de subjetividad, es cuando tenemos que incidir e incorporar las diversidades de pensamiento, en las que se incluyen las miradas femeninas, puesto que el conocimiento generado, además, tiene una aplicación dentro de la sociedad, sea social, política o médica. “Cuando se hace ciencia se ocupa un lugar ético, un lugar político”, añadió Rubén Hernández.

Materialización
En cuanto a cómo materializar las transformaciones dentro del ámbito científico, Funes mencionó la importancia de establecer políticas de contratación que favorezcan la incorporación de mujeres, lograr que las áreas de trabajo, que las aulas, sean espacios libres de violencia y de discriminación para todos, todas y todes. Además, se podrían mejorar los mecanismos de evaluación de proyectos, que se hicieran por pares ciegos, con el fin de evitar los sesgos.

(Con información de Gaceta UNAM)

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