Neurociencias de la música
La música ha existido en las sociedades humanas desde la prehistoria, y se piensa que esta capacidad cognitiva permitió la cohesión de grupos cada vez más grandes de individuos debido a que nos emociona, nos evoca placer y felicidad. Esto es particularmente evidente cuando estamos en una reunión y aplaudimos en sincronía con la música o bailamos al ritmo de una canción: ¡empieza la fiesta! De hecho, se han encontrado restos de flautas hechas con huesos de aves que tienen más de 40,000 años, sugiriendo que la música es una de las habilidades cognitivas humanas más antiguas.
La importancia cultural de la música y su impacto en la vida moderna es innegable. Sin embargo, los científicos aún no entienden cuál es su origen, porqué tiene esas características y qué beneficio evolutivo tuvo. Algunos investigadores sostienen, como Charles Darwin que es el padre de la teoría de la Evolución, que se desarrolló como una habilidad para atraer a la pareja y para definir la calidad y fortaleza del individuo con quien aparearse y tener descendencia. Otros defienden que funcionó para generar la cohesión entre grupos cada vez más grandes de homínidos. Hay un tercer grupo de científicos que sugieren que no tiene una ventaja evolutiva y que es el resultado fortuito del desarrollo de mecanismos audiomotores que sirven para otras funciones, como el lenguaje.
Por si fuera poco, sus orígenes evolutivos son inciertos, porque el tejido nervioso no se fosiliza y no hay registros de cómo el cerebro de los homínidos se transformó para generar el circuito cerebral de la música. Dadas estas circunstancias y la poca evidencia experimental para probar las ideas mencionadas, los neurocientíficos hemos optado por estudiar la ontogenia y filogenia de algunas habilidades musicales, como la capacidad de percibir y moverse en sincronía con el compás de la música, con el fin de entender el origen y la función de la música.
Estudios de ontogenia en infantes sugieren que la capacidad humana para percibir la música es innata, midiendo en bebés recién nacidos las señales del cerebro cuando escuchan piezas musicales. Se ha encontrado que el cerebro de los neonatos puede identificar la tonalidad y el compás de la música. Pero un problema con estos estudios es que no se puede saber si esta capacidad es completamente innata o se debe a que el bebé estuvo expuesto a la música en el vientre materno.
Por otro lado, los antropólogos de la música sugieren que existen varias características comunes en la música de diferentes culturas en el mundo. Recientemente, un estudio determinó que el cerebro humano, no importa de qué sociedad o país sea, está sesgado para escuchar y producir ritmos de razones de enteros simples, por ejemplo tres movimientos separados por el mismo intervalo que generan una razón de 1:1. Los experimentos sugieren que la extracción del compás de la música y el generar movimientos en sincronía con esa temporalidad es una habilidad que aparece pronto en la vida y todos los seres humanos tenemos la tendencia a ejecutar y percibir ritmos sencillos, aunque también tenemos una capacidad enorme para tocar ritmos complejos.
Observaciones filogenéticas han permitido generar dos grandes conjeturas sobre el origen de la inducción al ritmo de la música. La primera, llamada la hipótesis del aprendizaje vocal, sugiere que la capacidad para aprender las vocalizaciones de otros individuos de la misma especie es un prerrequisito para percepción y seguir el ritmo en la música. Especies con alto nivel de aprendizaje vocal son los humanos, los pericos, algunas aves cantoras y algunos mamíferos como las ballenas y las focas. Esta hipótesis implica que el circuito auditivo y motor necesario para aprender vocalizaciones también se usa para seguir el ritmo de la música.
La segunda hipótesis –audiomotora gradual de la evolución de la inducción del ritmo– sugiere que el circuito audiomotor de todos los primates es capaz de percibir y sincronizarse a ritmos sencillos que son isócronos, es decir, que tienen un compás con el mismo intervalo. Esta noción va en contra de la primera hipótesis porque, con excepción del humano, los primates no presentan un aprendizaje vocal robusto. Además, la segunda idea supone que la gran capacidad del ser humano para percibir ritmos complejos y ejecutar piezas musicales con compases sofisticados se desarrolló gradualmente en el orden de los primates porque su sistema audiomotor está altamente desarrollado y muy conectado entre sí.
En este sentido, estudios neurofisiológicos y de imagen funcional han demostrado que, para poder percibir y ejecutar piezas musicales, el sistema nervioso humano usa un complejo grupo de estructuras cerebrales que determinan cuatro grandes procesos.
(1) El sistema auditivo procesa los estímulos auditivos y extrae los patrones del ritmo y los cambios de tonalidad.
(2) El sistema motor extrae el ritmo y genera una señal interna que predice los eventos regulares de la música y nos permite movernos con mucha precisión a estos sucesos rítmicos.
(3) Los dos sistemas conforman el circuito audiomotor que permite comparar la entrada continua de información auditiva con las predicciones internas y corregir nuestros errores de ritmo, o modular nuestra percepción musical cuando una canción se hace más o menos rápida.
(4) Cada vez que nuestra predicción interna concuerda con la entrada auditiva nos hace sentir placer por que el sistema cerebral de la recompensa se activa.
En conclusión, el cerebro humano posee un avanzado circuito audiomotor que le permite reconocer los patrones de tonos y duraciones en la música, generar expectativas y predicciones sobre qué es lo que sigue en una melodía, y sentir placer al percibir y bailar al compás de una canción. (Dr. Hugo Merchant, Instituto de Neurobiología, UNAM)
(Con información de Gaceta UNAM)