Mentir y engañar las claves del éxito en Wall Street

“Debemos aceptar que solo vemos una fracción de lo que está sucediendo en las finanzas falseadas”, dice catedrática de Stanford

A pesar de una década de reformas tras la crisis global, las compañías financieras todavía emplean trucos para ocultar su verdadera situación. A menudo, estas maniobras son legales. A veces no. Y a veces caen en un área gris que los reguladores aún no saben que deben vigilar.

“No me digan que todo está mejor ahora”, dice Anat Admati, profesora de economía y finanzas en la Escuela de Negocios de Stanford. “Debemos aceptar que solo vemos una fracción de lo que está sucediendo en las finanzas falseadas”.

De hecho, las reglas más estrictas han detonado la imaginación, y siguen apareciendo nuevos ejemplos de prácticas financieras que distorsionan la realidad. Esta es una breve guía de las técnicas del oscurantismo financiero, antiguas y nuevas.

Pintar la fachada

En octubre, los supervisores del Banco Central Europeo reportaron un hecho curioso en algunos de los bancos europeos más grandes.

Más o menos a los 35 días de iniciar una prueba de estrés bajo un escenario adverso hipotético, un indicador clave de la capacidad de los bancos para hacer frente a sus obligaciones se desplomaba, apenas unos días después de que se hubiera calculado que cumplía con un requisito regulatorio. En su reporte llamaron a esta maniobra estrategias de “optimización”.

El indicador en cuestión es el coeficiente de cobertura de liquidez, básicamente la capacidad de un banco para obtener efectivo rápidamente.

La optimización es la manera en que los bancos inflan la cantidad de activos líquidos que pueden informar. Las normas post-crisis establecen que un banco no puede contabilizar como activo líquido ningún bono que haya emitido él mismo y que aún esté en su poder. Los competidores están en la misma situación, poseen bonos propios que no pueden contar como líquidos. Pues bien, intercambiarlos temporalmente resuelve los problemas de todos.

Maquillar el apalancamiento

La crisis financiera suele recordarse como una de origen hipotecario, pero comenzó con el colapso de Lehman Brothers e involucraba la adulteración de los balances. Los bancos se miden por el valor de sus activos, esto es, los valores que poseen y los préstamos que han emitido.

Si un banco tiene una gran cantidad de activos en relación con su capital, significa que se ha endeudado mucho y podría verse en problemas en una crisis.

Lehman hizo que sus activos parecieran más pequeños de lo que eran en realidad. Días antes de que terminara un trimestre, pedía prestado dinero por corto tiempo, ofreciendo a cambio valores como garantía o colateral, y lo usaba para pagar otras deudas. No obstante, enseguida se veía obligado a recomprar el valor y a pedir otro préstamo para hacerlo, volviendo al mismo tamaño que tenía antes de la maniobra. En el segundo trimestre de 2008, unos meses antes de su quiebra, Lehman parecía ser 50 mil millones de dólares más pequeño de lo que realmente era gracias a esas operaciones.

El truco que Lehman usó ya no es posible en Estados Unidos, que ahora exige un promedio histórico de activos para la mayoría de los cálculos de capital, no una sola fotografía aislada. Pero esa es solo una táctica.

Ocultar el riesgo

El capital es la base de un banco y su objetivo es que si algunas de las inversiones salen mal, la institución puede mantenerse con vida.

Los reguladores consideran que un capital por encima del 10 por ciento de los activos es un colchón seguro. Pero a los bancos no les gusta tener tanto capital y una manera de reducirlo es hacer “ajustes de riesgo” a sus activos.

Si miramos las cuentas de cualquier gran banco encontraremos más de un ratio de capital. Está el ratio que los bancos destacan en sus informes, que se ve muy bien, con un promedio de 13 por ciento entre los diez principales bancos de Europa y de 12 por ciento entre los ocho de EU. Y luego está otro ratio de aproximadamente la mitad de esos niveles: 4.7 por ciento en Europa y 6.6 por ciento en Estados Unidos. ¿La diferencia? Que en la primera cifra (llamada Common Equity Tier 1 o capital ordinario nivel 1) los activos brutos se ponderan o “ajustan al riesgo” antes de incluirlos en la ecuación. Los activos menos riesgosos se vuelven esencialmente más pequeños para que la cantidad relativa de capital se vea más grande. Así es: los bancos pueden decidir que algunos activos son menos riesgosos y pueden optar por ni siquiera contabilizarlos. Activos como los bonos del gobierno no cuentan en absoluto, lo que significa que los bancos europeos pueden tener cantidades masivas de bonos griegos e italianos y tratarlos como si tuvieran un riesgo cero.

Reducir los requerimientos de capital

Algunas ponderaciones o ajustes de riesgo parecen razonables, pero siguen siendo más arte que ciencia y son cálculos muy manipulables. Por ejemplo, los bancos pueden pagarle a alguien para que les quite el riesgo, es decir, lo transfieren a un tercero. Este recurso, denominado capital-relief trades u “operaciones de alivio de capital”, ha eliminado cientos de miles de millones de dólares de los balances de los bancos haciendo que parezca que los préstamos otorgados no existen. Estas operaciones toman la forma de pólizas de seguro garantizadas por contrapartes, entre ellas fondos de cobertura.

En un estudio de 2015, la Oficina de Investigación Financiera del Tesoro estadounidense descubrió que 18 grandes bancos del país realizaron en 2014 operaciones de alivio de capital por 38 mil millones de dólares, que podrían haber aumentado el ratio de capital de un banco en hasta 4 puntos porcentuales, haciéndolo parecer más solvente.

El truco italiano

Cuando Monte Paschi, el banco más antiguo del mundo, comenzó a sufrir pérdidas hacia fines de 2008, sus banqueros de inversión externos ofrecieron lo que parecían ser soluciones mágicas. En el caso de la solución que dio Deutsche Bank, Paschi se involucró en dos operaciones diferentes de contratos de derivados. Uno sería un ganador instantáneo que extinguiría las pérdidas actuales, y el otro sería un perdedor seguro, pero en el futuro.

Los balances de fin de año saldrían limpios y los accionistas y reguladores no tendrían conocimiento de que se produjo una pérdida masiva. Paschi tuvo que modificar la declaración de sus finanzas (y recibir rescates del gobierno) cuando Bloomberg News descubrió el ardid en 2013. Deutsche Bank, además de embolsarse millones de euros en comisiones, encontró una manera de evitar que la transacción apareciera en su propio balance al lograr que los dos vehículos de la transacción se compensaran mutuamente. Deutsche Bank también terminó ajustando sus metodologías contables.

Los grandes bancos no rebaten que una regulación más estricta era necesaria tras la crisis de 2008. Pero argumentan que a los reguladores se les ha ido la mano y que las reglas excesivamente estrictas están perjudicando su capacidad de proporcionar crédito a la economía.

El CEO de JP Morgan, Jamie Dimon, aseguró que las regulaciones tras la crisis habían abordado la falta de capital e introducido importantes salvaguardas.

El Bank Policy Institute (BPI), una asociación del gremio que representa a los bancos más importantes de EU y Europa, se ha opuesto a la eliminación de la ponderación de riesgo en los cálculos de capital.

“Es como fijar el mismo límite de velocidad para todas las calles del mundo, ya sea una autopista o una zona escolar”, escribió en 2017 el presidente de BPI, Greg Baer.

Sin embargo, para la profesora Admati de Stanford, la metáfora no atiende la realidad. “Las ponderaciones de riesgo ayudan a los bancos a ocultar, cada vez más, la velocidad totalmente imprudente a la que todavía están conduciendo”, afirma.

(Con información de El Financiero)

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