Los trucos publicitarios no son políticas reales
El texto de Paul Krugman es claramente indicativo de las formas vacías de la política actual, los medios de comunicación y las redes sociales:
¿Alguien recuerda el trato con Carrier? En diciembre el presidente electo Donald Trump anunció, triunfante, que había llegado a un acuerdo con el fabricante de aires acondicionados para mantener 1100 empleos en Estados Unidos en vez de trasladarlos a México. Los medios celebraron el logro durante días.
En realidad, el número de empleos en juego se acercaba más a los 700, pero ¿quién lleva la cuenta? Cerca de 75.000 trabajadores estadounidenses son despedidos cada día hábil, así que unos cuantos cientos aquí o allá difícilmente hacen una diferencia en el panorama total.
Sin importar lo que Trump haya logrado o no con Carrier, la verdadera pregunta era si tomaría medidas para lograr una diferencia duradera.
Hasta ahora, no lo ha hecho; ni siquiera hay un esbozo ambiguo de una verdadera política trumpista en torno al empleo. Además, las corporaciones y los inversionistas parecen haber decidido que el acuerdo con Carrier fue parte de un espectáculo sin sustancia y que, a pesar de toda su retórica proteccionista, Trump es un perro que ladra pero no muerde. Después de una breve pausa, se ha retomado la decisión de trasladar la manufactura a México, mientras que el peso mexicano, cuyo valor es un barómetro de las expectativas que hay sobre las políticas comerciales estadounidenses, ha recuperado casi todas sus pérdidas posteriores a noviembre.
En otras palabras: las acciones mediáticas que conquistan un ciclo informativo o dos no sustituyen a las políticas reales y coherentes. De hecho, su efecto duradero más importante puede ser desgastar la credibilidad del gobierno. Eso trae a colación el ataque con misiles dirigidos de la semana pasada en Siria.
El ataque transformó instantáneamente la cobertura informativa del gobierno de Trump. De pronto los informes acerca de conflictos internos y deficiencias fueron remplazados por titulares sobre la tenacidad del presidente y videos de los lanzamientos de 59 Tomahawk.
Sin embargo, además de su efecto en el ciclo de noticias, ¿qué tanto se logró en realidad con el ataque? Unas horas después del ataque, aviones sirios de guerra despegaron desde la misma base de aviación y los ataques aéreos continuaron en el pueblo donde el uso de gas venenoso provocó que Trump entrara en acción. No hay duda de que las fuerzas de Assad sufrieron pérdidas reales, pero no hay motivo para creer que una acción puntual tendrá algún efecto en el transcurso de la guerra civil de Siria.
De hecho, si la acción de la semana pasada fue el fin de la historia, el efecto final bien podría ser reforzar el régimen de Asad —“¡Miren, se alzó contra una superpotencia!”— y debilitar la credibilidad estadounidense. Para lograr cualquier resultado duradero, Trump tendría que involucrarse de manera continua en Siria.
Pero ¿qué debe hacer? Esa es la gran pregunta… y la falta de buenas respuestas es la razón por la cual el presidente Barack Obama decidió no comenzar algo que nadie sabía cómo terminar. Entonces, ¿qué hemos aprendido del ataque a Siria y sus consecuencias?
No, no hemos aprendido que Trump es un líder efectivo. Ordenarle al ejército estadounidense que dispare unos misiles es fácil. Hacerlo de una manera que realmente sirva a los intereses estadounidenses es la parte difícil, y no hemos visto indicios de que Trump y sus asesores hayan resuelto esa parte. De hecho, lo que sabemos del proceso de toma de decisiones es todo menos tranquilizador. Tan solo días antes del ataque, la administración de Trump parecía mostrar falta de interés en modificar el régimen sirio.
¿Qué cambió? Las imágenes de las víctimas del gas venenoso fueron horribles, pero Siria ha sido una increíble historia de terror durante años. ¿Acaso Trump está tomando decisiones de seguridad nacional, de vida o muerte, con base en lo que ve en televisión?
Algo es seguro: la reacción de los medios al ataque a Siria demostró que muchos expertos y medios no han aprendido nada de los fracasos pasados.
Puede que a Trump le guste decir que los medios tienen un prejuicio en su contra, pero la verdad es que se han puesto a su favor. Quieren parecer equilibrados, incluso cuando no hay equilibrio; han estado desesperados por tener pretextos para ignorar las circunstancias dudosas de su elección, así como su comportamiento errático en el puesto, y ahora comienzan a tratarlo como un presidente normal.
Podríamos recordar cómo, hace un mes y medio, los expertos declaraban con entusiasmo que Trump “se convirtió en el presidente del Estados Unidos actual” porque logró leer un discurso en un teleprompter sin salirse del guion. Después comenzó a publicar mensajes en Twitter de nuevo.
Podríamos haber esperado que esa experiencia sirviera de lección. Pero no: Estados Unidos disparó misiles y una vez más Trump “se convirtió en presidente”. Aparte de todo lo demás, pensemos en los incentivos que esto crea. El gobierno de Trump ahora sabe que puede distraer a los medios acerca de sus escándalos y fracasos si bombardea algún país.
Así que esta es una pista: el verdadero liderazgo significa idear y llevar a cabo políticas continuas que hagan del mundo un lugar mejor. Los trucos publicitarios pueden generar algunos días de noticias favorables, pero terminan haciendo que Estados Unidos sea más débil, no más fuerte, porque le demuestran al mundo que tenemos un gobierno que no puede darles seguimiento.
¿Acaso alguien ha visto alguna señal, cualquiera, de que Trump esté listo para ejercer liderazgo real en ese sentido? Yo no.
(Con información de The New York Times)