La incomprensión rodeó a Sor Juana en su búsqueda del conocimiento

Buscó entender las catástrofes naturales y fenómenos astronómicos que presenció y que marcan tres actos de la obra La sed de los cometas

Entre la fe religiosa, la convicción científica y las circunstancias cotidianas de la vida, la ópera La sed de los cometas presenta a una Sor Juana Inés de la Cruz muy humana. Un personaje histórico con una fuerte atracción, como es muy sabido, por las artes, la literatura y el conocimiento; pero también ocupada por cuestiones diarias, como los menesteres materiales del convento en donde vive, y con dilemas sobre asuntos políticos que le permitan llevar adelante sus pasiones intelectuales en una sociedad caracterizada por la marginación de las mujeres.

La partitura creada por el compositor Antonio Juan-Marcos, en la que los elementos y la fuerza de la naturaleza se dejan escuchar en atmósferas sonoras que acompañan los diferentes estados emocionales de los personajes, se combina con el libreto de la escritora Mónica Lavín, especialista de la obra y vida de Sor Juana, quien partió de su libro Yo, la peor para darle voz a una figura que estuvo marcada por los fenómenos naturales que le tocó presenciar, e incluso padecer, pero decidida a involucrarse en el debate científico de su época.

La obra fue comisionada por el Festival Cultura UNAM y tuvo su estreno mundial en la función inaugural del mismo, el viernes 30 de septiembre en la Sala Nezahualcóyotl, con la interpretación de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata (OJUEM), bajo la batuta de José Areán como director concertador, y las actuaciones de la soprano Cecilia Eguiarte, las mezzosopranos Frida Portillo y Araceli Pérez, el tenor Enrique Guzmán y el barítono Rodrigo Urrutia. Participó también el Coro de Madrigalistas de Bellas Artes, en un montaje producido por Música UNAM con la colaboración de la Ópera de Bellas Artes.

La “sed” de conocimiento de Sor Juana queda expresada en su voluntad por comprender las catástrofes naturales y fenómenos astronómicos que le tocó presenciar y que marcan los tres actos de la ópera: el paso de un cometa, la lluvia que inunda frecuentemente Ciudad de México, la erupción del Popocatépetl, un eclipse total de sol y un incendio que consumió al Palacio de los Virreyes y significó, metafóricamente, el declive de la monja.

Más allá del personaje histórico, la trama se desarrolla por medio de dúos y tríos en los que Sor Juan dialoga con un Carlos de Sigüenza y Góngora que siente traicionada su amistad, basada en el interés mutuo hacia la explicación científica de las cosas, cuando ella escribe un soneto en el que respalda la idea de que los cometas pueden ser presagios que anuncian desgracias.

También con la esclava mulata Juana de San José, quien sirve a la monja en el convento y no entiende por qué prefiere el encierro a la libertad de la calle, la cual ella añora.

Con la virreina María Luisa Manrique, mecenas y admiradora de Sor Juana, quien sorprendida por la belleza y el significado del arco Neptuno alegórico, que diseñó la monja para celebrar la llegada de los virreyes a la Nueva España en 1680, exige conocerla y, con el tiempo, entablará una cercana amistad que impulsó el talento de la Décima Musa.

Y con su confesor, el padre Antonio Núñez de Miranda, personaje de amplia influencia y autoridad en las altas esferas políticas y eclesiásticas de la Colonia, envidioso de la importancia que adquiere la protagonista por sus méritos intelectuales.

Así, naturaleza y relaciones sociales forman parte del ascenso y el ocaso de la monja y poeta novohispana, de sus alegrías, tristezas y batallas en una época adversa, y de su pensamiento vigente hasta nuestros días. El compositor ha dicho que fue, precisamente, como un cometa, con un paso breve pero muy intenso por el mundo.

Para la semiescenificación de la obra, los intérpretes vocales, caracterizados según la época, se acercaban al proscenio, caminaban entre los músicos o subían a un pequeño escenario colocado detrás de la orquesta, en medio de la zona de coros de la sala. Imágenes del claustro del convento de San Jerónimo y de cometas y otros cuerpos celestes eran proyectados en una pantalla circular que hacía las veces de escenografía.

Al finalizar la función, Mónica Lavín, Antonio Juan-Marcos, la directora de escena, Belén Aguilar, y el director del coro, Rodrigo Cadet, se unieron a los cantantes y músicos para recibir el aplauso del público.

Motivo de orgullo

“Sor Juana es un personaje emblemático. Fue una mujer ávida de saberes, un genio para su época, el siglo XVII. Se brincó muchas de las trancas, porque además trabajaba en el convento como administradora y lo hacía muy bien. Pero sobre todo la recordamos como una de las intelectuales y escritoras más importantes, que extrañamente ha viajado a través de los siglos y que nos significa todavía”, comentó la coordinadora de Difusión Cultural, Rosa Beltrán, antes del inicio de la función.

Explicó que La sed de los cometas es una obra muy especial para Cultura UNAM, ya que prácticamente no se hacen óperas por encargo en el país, “para nosotros es un motivo de orgullo, sobre todo en este regreso después de la pandemia”. Y tras enumerar los fenómenos naturales que incidieron en la vida y marcaron el destino de la monja, comentó: “Todo le será arrebatado, pero ni el fuego, ni el agua ni la oscuridad se llevarán su talento y su palabra escrita, que nos sigue comunicando con tanta fuerza”.

Invitó al público a asistir a las más de cien actividades de esta primera edición del festival, entre las que destacó los conciertos de Música Contra el Olvido, en donde participará la cantante méxicoestadunidense Snow Tha Product, “una de las exponentes más interesantes del rap en este momento, yo digo que es una rapsodia posmoderna”, del 14 al 16 de octubre; el concierto El clavecín del siglo de las luces, a cargo del músico brasileño Bruno Procopio, el sábado 8; el performance queer del artista muxe Lukas Avendaño, los días 8 y 9; el concierto de mambo sinfónico de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, ese mismo fin de semana; las tres funciones para celebrar los 50 años del Taller Coreográfico de la UNAM; y el montaje itinerante de monólogos La cuarta pared, otra comisión del festival que recorrerá varias sedes universitarias en el país.

“Creo que todos, jóvenes y no tan jóvenes, refrendarán en este festival la necesidad vital del arte para el aprendizaje a través de las distintas vías de expresión de lo que somos en este momento histórico”, dijo Beltrán, para finalmente agradecer a todas las dependencias que integran el subsistema cultural de la Universidad: “sin ellas sería imposible haber formado un festival como éste”.

Por su parte, Juan Ayala, secretario técnico de Planeación y Programación de Cultura UNAM y director del festival, comentó que éste fue concebido como una celebración de la presencialidad luego de la pandemia, mientras que José Wolffer, director de Música UNAM, destacó el trabajo colectivo de artistas y técnicos para lograr llevar adelante el proyecto de La sed de los cometas.

La programación completa del festival, que concluirá el domingo 16 de octubre, puede consultarse en la página festival.culturaunam.mx.

(Con información de Gaceta UNAM)

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