La búsqueda de la felicidad en tiempos de ‘happycracia’

La filósofa Zenia Yébenes participó en el Diplomado en Neurociencias, Arte y Cultura

¿Qué es la felicidad? ¿Una meta? ¿Es alcanzable o es un deseo permanente que nunca se satisface?

La historia del pensamiento ha dedicado no pocas páginas al tema de la felicidad y muestra cómo el concepto ha tenido diferentes acepciones según la cultura, el contexto o el pensador: ahí están los epicúreos o –en la esquina contraria– Schopenhauer.

Lo que es un hecho en el presente es que en la cultura occidental se vive una dictadura de la felicidad, en la que ser feliz (o aparentarlo, como sucede cada vez más en las redes sociales) aporta valía al individuo sobre el resto.

Es esta noción imperativa de felicidad –que vende millones de dólares en libros, cursos o sesiones de coaching ontológico– lo que preocupa a la filósofa Zenia Yébenes, quien así la describe: happycracia.

Se trata de un modo en que la sociedad capitalista y la cultura de mercado modelan a las personas, desde una perspectiva individualista, para que respondan a ciertos fines, explicó en su ponencia “Narrativas del bienestar emocional, dictadura de la felicidad e intersubjetividad”, impartida dentro del módulo Procesos Afectivos del Diplomado en Neurociencias, Arte y Cultura del Programa Arte, Ciencia y Tecnologías ACT.

Detrás de tal idea de felicidad –explica la autora de Indicios visionarios. Para una prehistoria de la alucinación– está una nueva rama de la psicología: la psicología positiva, cuya base epistemológica encuentra discutible.

Estado contemplativo

“La felicidad como se entendía antes no tiene nada que ver con cómo se entiende ahora: Aristóteles la entendía como un estado contemplativo, que era una finalidad en sí misma; nosotros entendemos la finalidad como un medio: si eres una persona feliz, vas a atraer a más personas, vas a tener trabajo y a ser exitoso, es una cuestión muy instrumental”.

Desde esa perspectiva, casi todas las narrativas contemporáneas sobre la felicidad ven el sufrimiento como el obstáculo a vencer, advierte Yébenes, para quien la noción de resiliencia –concepto muy en boga– es utilizada igualmente como un imperativo de corto plazo.

“Uno proclama su sufrimiento para decir que está a punto de abandonarlo o lo abandonó y es un sujeto prácticamente nuevo gracias a eso. Este planteamiento, que se origina en Estados Unidos, tiene como antecedente las narrativas puritanas, confesionales, de los sujetos que vencen el mal, algo que va a ser superado siempre”, dijo.

Una de las características de esta ideología de la felicidad es su banalidad, asegura, pues no presenta tentativa alguna de profundizar en ningún problema psicológico. “Es un error luchar por no sentir dolor, pues sentirlo nos enseña lo que nos lo causa; y ese aprendizaje requiere tiempo”, señala.

“Todas estas ideologías de la felicidad proponen soluciones muy expeditas, que suponen eliminar cualquier tipo de negatividad pensando en positivo, articulando frases… Es una programación a un nivel bastante superficial”.

Por ejemplo, la psicología positiva, fundada por el estadunidense Martin Seligman, tiene un programa millonario con el ejército de su país para mejorar la resiliencia de los soldados. Yébenes cuestiona cómo esperar que un soldado no se concentre en sus emociones negativas después de una misión sangrienta, quizá una masacre. Este tipo de disciplina utiliza en su retórica un barniz cientificista, que echa mano de estadísticas y datos para adquirir un halo de legitimidad, agregó la investigadora.

Otro fenómeno en este territorio es que, desde la crisis económica de 2008, los índices de medición de progreso en una sociedad han cambiado: ante la dificultad de medirlos en términos económicos, hay gobiernos que ahora pretenden basarse en un índice de felicidad; un criterio profundamente subjetivo. “Estamos en un modelo en el que no ser feliz equivale a estar padeciendo un tipo de imperfección tuya; la ideología de la felicidad se basa en que tú puedes ser feliz, si quieres, independientemente de las circunstancias, o sea: puedes estar desempleado y recién separado, pero tienes la capacidad de ser feliz en medio de todo eso”.

El peligro de un discurso como este es que se utiliza para legitimar el statu quo en países con desigualdad, advierte.

La charla completa de la filósofa Zenia Yébenes está disponible en la página de Youtube del Programa ACT.

(Con información de Gaceta UNAM)

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