El ser humano, el virus más listo del planeta: Banville
El protagonista es una especie de personaje maldito. En parte por su culpa y en parte porque el mundo es como es, patentizó el escritor irlandés
Ciudad de México. El escritor irlandés John Banville (Wexford, 1945) observa una tendencia muy peligrosa de poner violencia cada vez más realista en las pantallas y en la ficción.
“Creo que el mundo está convirtiéndose en un lugar más brutal, no me parece que la novela negra trate de ser más brutal que el mundo”, dijo en conferencia de prensa para presentar su más reciente novela Quirke en San Sebastián.
“Aunque no existe un asesinato que no sea cruel. La mayor parte de las cosas se pueden negar, perdonar e incluso olvidar, pero el asesinato no”, afirmó el autor que trata de retratar la realidad que observa, esa que no cree improbable.
“El ser humano es el virus más listo del planeta”, afirmó desde la virtualidad ante la prensa reunida por la editorial Alfaguara, que publica el libro en español bajo la firma de su alter ego literario Benja-min Black.
Se trata de la octava entrega de la serie protagonizada por el médico forense Quirke, quien se merecía un poco de felicidad y lo situó en la ciudad española en unas vacaciones para disfrutar del sol, un buen vino o comida.
Luego, “se le cae el techo encima”. Su protagonista, que encuentra la verdad detrás de crímenes en Dublín, “es una de esas pobres criaturas que todo lo que toca lo convierte en tragedia, una especie de personaje maldito. En parte por su culpa y en parte porque el mundo es como es”.
El secreto de Christine inauguró en 2006 su literatura del género policiaco, firmada con el seudónimo de Benjamin Black.
Su creación como Banville comenzó en 1970, en la que se permite impregnar de poesía la prosa; también es la identidad con la que le cuesta más trabajo avanzar.
En el intento actual ya lleva cuatro años y medio, “será el último Banville. Siempre es el último”, corrige enseguida.
Black ha sido su personalidad para publicar una docena de novelas negras. Sin embargo, ha decidido enviarlo al exilio, luego de un rencuentro con Quirke, como si fuera un lector en las noches de insomnio, y pensó:
“¡Bueno, esto no está tan mal! ¿Por qué no voy a utilizar mi propio nombre si son mis libros?” Incluso le gustaría que en el mundo angloparlante en algún momento se volvieran a publicar con su propio nombre.
Admitió que odia el tema de los géneros literarios. En las novelas negras hay un crimen, pero no quiere que signifique nada, “para mí, lo que hay son libros buenos, los no tan buenos y los malos”.
El deleite y placer del autor es sentarse ante el teclado. Cuando se pone el sombrero investigador de Black trata de ser un artesano, escribir con la mayor honestidad posible, que se parezca a la vida, no ser sentimental ni aburrido.
“Me gusta el aislamiento y el silencio. Siempre he vivido aislado porque es la vida de un escritor”, respondió al ser consultado sobre el momento actual de pandemia. Parece un alivio no salir a cenas o paseos.
Aunque, “me siento muy culpable con el resto del planeta porque la gente sufre. Esta plaga es horrible.
Parece que Dios ha olvidado a los países latinos, España e Italia”, expresó con pesadumbre en el rostro durante la conversación con la prensa a través de la pantalla, muy de mañana en México, ya entrada la tarde en Irlanda, acompañado por una copa de jugo de manzana.
El periodismo y la ficción son mundos aparte, considera quien primero trabajó en una aerolínea y luego en diarios irlandeses por 35 años. “No escribía, era del tipo que odian los periodistas, lo que hacía era editar, cambiar las palabras”.
Siente admiración por el trabajo que implica comprimir en 600 palabras la descripción de los hechos. “Hay que ser cuidadoso con las palabras. Gracias a Internet, hoy ya no se observan los gigantescos periódicos abiertos como mariposas en los trenes o autobuses, las noticias se leen en los teléfonos.
“No entiendo a los seres humanos. No sé lo que pasa ni qué hacemos aquí. Los científicos dicen que por un accidente de los quarks en algún momento llegamos a la existencia. Por eso supongo que escribo, es un intento de comprender algo, esta situación extraña en la que nos encontramos en el planeta”.
(Con información de La Jornada)