El llamado a la toma de conciencia desde el arte
“Rechazamos el arte que se ha vendido al mercado, a los dictados políticos o a lo que está de moda”, dijo colectivo
En 1961 el trabajo artístico de José Hernández Delgadillo adquirió una visibilidad notable en el país. Ese año, el artista originario del estado de Hidalgo comenzaría su participación en el colectivo Nueva Presencia, participando de sus iniciativas editoriales y expositivas.
Este grupo de artistas –en el que también se encontraban Arnold Belkin, Francisco Icaza, Francisco Corzas, entre otros– tenía el interés de continuar el legado crítico y la vocación humanista de la vanguardia histórica mexicana de la primera mitad del siglo XX, aunque bajo nuevas soluciones plásticas y expresando otras preocupaciones propias de su tiempo.
En relación con lo primero, Nueva Presencia se centró en la investigación de nuevas formas de figuración y, en particular, en “un rescate de la figura humana, no sólo como icono sino como referente histórico y social”.
Con esto no sólo ofrecían una alternativa a las fórmulas en las que había degenerado el arte realista sino, también, a las nuevas prácticas no figurativas, mismas que consideraban problemáticas en varios registros.
“Rechazamos el arte que se ha vendido al mercado, a los dictados políticos o a lo que está de moda”, es uno de los puntos que definieron al colectivo, de acuerdo a lo estipulado en el número 1 de la revista Nueva Presencia.
En esa sección, también, se establecía como otra máxima del grupo que “nadie, en especial el artista, tiene el derecho de ser indiferente al orden social.” Esta especie de compromiso motivará mucho de la producción de Hernández Delgadillo hasta su muerte en el año 2002.
1961 también fue significativo en la carrera del artista ya que, ese año, fue acreedor a un reconocimiento en la II Bienal de París con su pintura Hombres. Esta obra presenta dos siluetas antropomórficas, definidas por volúmenes sólidos y con cierta materialidad densa, que representan a una figura masculina, por un lado, y por el otro, a un esqueleto.
Este rasgo expresionista en su pintura fue considerado como parte de la crítica que la intelectual de origen español Margarita Nelken elaboró sobre su pintura. Para Nelken, esta sensibilidad expresionista en juego en las obras de Hernández Delgadillo las ligaba a un continuum estético, cuyos orígenes se situaban en el arte antiguo de México.
Refiriéndose a obras como Hombres, la autora señala la presencia de un drama. “Y el drama, en toda la plástica mexicana, desde la más remota, es el drama por excelencia: el de la presencia obsesiva de la muerte entre las actividades de los humanos, a las que impone insoslayablemente un marchamo de transitoriedad y sarcástica vanidad.”
Aunque Hernández Delgadillo realizó un primer mural a finales de los años 50 del siglo pasado (ca. 1957-59) en la Escuela Belisario Domínguez, durante la mayor parte de la década de los 70 se centró en una producción de pintura de caballete. No obstante, estas piezas cuentan con cierta monumentalidad, también abordada en el trabajo de Nelken. Por un lado, la monumentalidad de las formas reflejada, por ejemplo, en su “síntesis escultórica del cuerpo humano” o en “la simplificación del contorno, en aras de la expresividad del conjunto.” Más aún, la autora señala cómo las obras del pintor de estos años, en las que destacaron los medianos y grandes formatos, eran “murales en potencia”: “Todos sus óleos podrían con naturalidad integrarse a un muro.” Y especula: “Ello mueve a pensar que tal vez sea el destino y completa realización de Hernández Delgadillo, el de la decoración mural.”
Curiosamente así lo fue, aunque no sólo por las razones formales apuntadas por Margarita Nelken en su libro de 1964 El expresionismo mexicano. Después de la serie de represiones sociales ejecutadas por el Estado mexicano en contra de sus ciudadanos en 1968, la producción artística de Hernández Delgadillo se radicalizó en varios sentidos. Por un lado, centró su producción artística en la pintura mural y obra gráfica de contenido político y crítico. Desde 1969 y hasta su muerte, ejecutó más de 150 murales a lo largo del país y en comunidades latinas y de origen mexicano en Estados Unidos. También dio un giro a la idea de autoría presente en sus lienzos de los años 70 al empezar a privilegiar un método de trabajo colectivo, ya sea con las comunidades a las que iba a pintar, con los estudiantes de los centros educativos que decoró de manera significativa o con agrupaciones sociales y artísticas como Arte Colectivo en Acción, con quienes comenzó a colaborar en 1969. Junto a esta agrupación, ejecutó una obra notable ubicada en el CCH Azcapotzalco: Represión y lucha estudiantil y popular (1973). Aunque la mayor parte de las obras de Hernández Delgadillo a partir de 1969 comprenden murales con una explícita vocación política, se deben de considerar otros ejercicios de integración plástica que ejecutó. Ejemplo notable de lo anterior son los murales y esculturas no figurativas que realizó, junto a Arte Colectivo en Acción, en el Centro Residencial Morelos (1971), proyecto urbano diseñado por el despacho del arquitecto Guillermo Rossell.
Este acentuado compromiso político del artista, pos 68, se manifestó más allá de su producción plástica. De hecho, él declaró que desde inicios de los 70 consideraba su trabajo de pintor como una actividad secundaria ya que se encontraba primeramente “dedicado al trabajo político con obreros y campesinos”. Hernández Delgadillo fue una figura dinámica en la historia de la izquierda en México durante la segunda mitad del siglo XX tanto por su participación en la conformación de organizaciones populares independientes como partidos políticos: el Frente Popular Independiente, el Movimiento Revolucionario del Pueblo, el Partido Popular Socialista y el Partido de la Revolución Democrática. Considerando esta noción de compromiso, el artista mencionó sobre su trabajo: “Entonces explica por qué mis murales tienen el sentido de un gran cartel, un gran llamado a la conciencia, a la lucha, a reconocerse como clase, a reconocerse como obreros, pueblo.”
En 1983, Hernández Delgadillo pintó el mural Marx, Engels, Lenin y el proletariado en el Auditorio Alberto Barajas de la Facultad de Ciencias en Ciudad Universitaria. El trabajo consta de dos secciones, dispuestas en los dos muros laterales del auditorio, uno frente al otro. Una sección de este mural está dominada por los retratos de los tres personajes históricos que aparecen en el título. La otra sección presenta una imagen compuesta, prototípica de la producción del artista, que se refiere al proletariado. Esta imagen conjuga a cinco trabajadores, cuatro hombres y una mujer, en un conjunto dinámico, del cual se extienden sus cabezas, rostros o extremidades. Si se compara esta imagen compuesta del proletariado con las soluciones del mural de 1973 en el CCH Azcapotzalco se puede apreciar cómo las representaciones en Marx, Engels, Lenin y el proletariado resultan un tanto estáticas, restringidas y hasta un poco irresueltas. El mural de 1983 adolece de la expresividad conseguida en Represión y lucha estudiantil y popular a través de la reducción de líneas o trazos así como la “transposición en dinamismo pictórico de las amenazas del hombre contra sus semejantes, más exacto: de unos pocos contra la humanidad…”
La solución final de Marx, Engels, Lenin y el proletariado puede ser expresiva del método de trabajo de Hernández Delgadillo en lo que a pintura mural de este tipo se refería. El artista no consideraba sus obras pictóricas como monumentales, en el sentido de que buscaran cierta perfección o anhelo de trascendencia. De hecho, privilegiaba las acciones más o menos espontáneas al producir sus murales, de manera colectiva, durante el desarrollo de asambleas, mítines u otros tipos de congregaciones políticas y sociales. De esta consideración parte un diseño que cuenta con grandes espacios de color, “que pueden ser rellenados por cualquier persona”, así como formas que buscan una síntesis: “pocos personajes que reflejaran la esencia de la lucha y el movimiento”. Estas consideraciones técnicas en el diseño facilitaban una ejecución colectiva eficiente y ágil.
La segunda sección de Marx, Engels, Lenin y el proletariado también es expresiva de este método de trabajo. Los rostros de Karl Marx, Friedrich Engels y Vladimir Lenin se encuentran fuera de escala y sus imágenes, al parecer, no buscaban una integración coherente con la arquitectura del auditorio. Del mismo modo, si se considera el rico legado de las representaciones de estos personajes revolucionarios en el arte moderno internacional del siglo XX, sus imágenes en el Auditorio Alberto Barajas no constituyen una aportación contundente. Marx, Engels y Lenin conforman una especie de trinidad que resguarda en su centro a una multitud de individuos; sin duda el proletariado al que alude el título. Como sucede con la imagen compuesta del proletariado, esta representación de la multitud es limitada en su dinamismo y experimentación plástica. Esto se vuelve más evidente si se le compara con otras representaciones de acción colectiva visibles en otros murales de esa época; como el conjunto de manos que aparece en Alto a las agresiones del magisterio y la Normal Superior (Tuxtla Gutiérrez, 1984).
Estas limitaciones de orden plástico, como se ha mencionado, pueden ser entendidas mediante el método de producción del mural: a través de una labor colectiva (en ocasiones asistida de individuos sin profesionalización en artes plásticas) y en un tiempo reducido, durante asambleas y mítines. Esta forma de trabajo, sin duda, es un cambio y aportación a la historia del muralismo durante la segunda mitad del siglo XX. Es muy probable que Marx, Engels, Lenin y el proletariado fuera producido en 1983 siguiendo esta fórmula, sobre todo si se considera la actividad política radical que ha caracterizado históricamente a la Facultad de Ciencias. De esta forma, la gran aportación de esta pieza diseñada por Hernández Delgadillo consiste en la introducción de estos tres personajes en un mural dentro de Ciudad Universitaria de una manera que no se había hecho hasta ese momento. Es, sin duda, el mural con una vocación marxista y revolucionaria más explícita dentro del campus modernista.
(Con información de Gaceta UNAM)