El derecho a la educación se cumple a medias en México

El sistema aún deja en el camino a los que menos tienen, sin alcanzar la meta de una educación laica, gratuita y obligatoria e inclusiva

A un siglo de su fundación, la Secretaría de Educación Pública (SEP) todavía encara el imperativo de hacer efectivo el derecho a la educación.

Ese será el gran reto del siglo XXI. Abatir la desigualdad y lograr no sólo que la población acceda a la escuela, sino que permanezca en ella, “pues de cada cien niños que inician su educación primaria, únicamente 27 logran concluir una carrera universitaria”, de acuerdo con especialistas en la enseñanza.

Docentes y directivos con más de 35 años de servicio consideraron que la pandemia “puso en evidencia qué tan lejos estamos de garantizar el acceso a la educación como un derecho humano. Constatamos que aún hay escuelas de primera, de segunda y de tercera”.

Y es que que la Covid-19, por primera vez en la historia, obligó a cerrar por 18 meses más de 220 mil escuelas que dependen de la SEP, y mantener en casa a más de 36.5 millones de alumnos de todos los niveles educativos.

Pedro Hernández Morales, profesor y director con 37 años como educador, apuntó que “lo que inició en 1921 como una gran hazaña educativa, para consolidar la educación laica, gratuita y obligatoria, y la inclusión de hombres y mujeres, cien años después aún deja en el camino a los que menos tienen.

La escuela se va convirtiendo en un embudo, donde los que enfrentan más carencias económicas no logran avanzar, se quedan atorados, ya no en la primaria, sino en la secundaria y el bachillerato”.

La pauperización de las políticas educativa

Al cumplirse un centenario de la gesta alfabetizadora que impulsó José Vasconcelos, 28 millones de mexicanos no han logrado concluir su educación básica. De ellos, 4.4 millones no saben leer ni escribir y la escolaridad promedio en México es de 9.7 años, es decir, apenas de primer grado de bachillerato. En promedio, al país le lleva una década incrementar un año la escolaridad media de sus habitantes.

“Estamos en un momento de transición muy complicado, donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Estamos enfrentando una transición con mucha dificultad, pero con mucha fuerza también, porque en este momento hay una gran disputa por esclarecer realmente a dónde queremos ir, y eso también implica a la SEP”, afirmó Ruth Mercado Maldonado, investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas (DIE) del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

Venimos de un proceso, por lo menos en los últimos 20 años, explicó, “de pauperización de las políticas educativas. Pasamos de secretarios de Educación como Vasconcelos, Jaime Torres Bodet y Agustín Yáñez, con un enorme peso intelectual, a personajes como Aurelio Nuño, cuyo trato hacia los maestros, la escuela y la educación fue terrible”.

La definición de qué educación queremos, reconoció, llega en un momento de profundas contradicciones, aunque “se busca un camino que nos lleve a una mayor justicia social”.

Vasconcelos, hombre fuego

Fundada por decreto presidencial de Álvaro Obregón el 3 de octubre de 1921, la SEP es más que una institución, afirmó Susana Quintanilla Osorio, pedagoga y experta en historia de la educación.

“Es la secretaría más importante del Estado mexicano, no sólo en términos cuantitativos y como rectora de la educación pública en el país, también de la ciencia y la tecnología, y hasta hace muy pocos años, de la cultura. Reunió, en el transcurso de cien años, la mayor experiencia social, porque incluso la población que no fue escolarizada tuvo contacto con la SEP, por lo que podemos considerarla un patrimonio social de México”, apuntó.

Su creación, recordó, está ligada a una generación de intelectuales en la que destacó José Vasconcelos, aunque su paso por la SEP fue de dos años y ocho meses. “Fue una gestión fugaz, pero nos da una idea de su intensidad. Fue la flama encendida. Es el hombre fuego, que atrae y convoca”.

Experta en la historia del Ateneo de la Juventud, del que formó parte el autor de La raza cósmica, advirtió que considerarlo como un equivalente del nacionalismo cultural revolucionario es un error.

“Vasconcelos era un hombre que miraba al mundo. Esa es su gran esencia y fue parte de la grandeza de la SEP que él creó. Y se refleja en el patio mismo de su edificio. Ahí está Buda, está Platón. El nacionalismo fue posterior, y en mucho, para combatir la obra de Vasconcelos.”

En este contexto, afirmó, “hay una enorme voluntad política de Álvaro Obregón, pero también de prioridades, porque en años posteriores hubo mejores condiciones económicas, pero los temas de interés fueron otros. La proporción del producto interno bruto (PIB) que se destinó a educación en este periodo no se volvió a tener hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas”.

Rupturas y continuidades

Lo que está detrás de la creación de la SEP “es un proyecto que tiene, por supuesto rupturas, pero también continuidades con la última etapa del Porfiriato. Hubo una enorme interacción entre distintas generaciones, acuerdos muy claros en torno al papel que debía desempeñar la educación en términos de construcción de la nación, de un futuro, y hubo un relevo generacional anticipado”, planteó Quintanilla.

Entre los grandes pensadores que pasaron por la SEP ubicó también a Jaime Torres Bodet, quien con 19 años se desempeñó como secretario particular del rector Vasconcelos en 1921. Fue pieza fundamental para impulsar la campaña contra el analfabetismo y las Misiones Culturales, con las cuales se buscó “inundar de libros el país” y preparar a jóvenes para el magisterio, principalmente en comunidades rurales.

Todo ello, en un país en el que había 14 millones 334 mil 780 pobladores, la mayoría residentes en pequeñas comunidades. Los mayores de 10 años sumaban 10.5 millones. De los cuales, 6 millones 879 mil 348 no sabían leer ni escribir, es decir, 65.2 por ciento, de acuerdo con datos del Censo General de Habitantes de ese año. Según cifras oficiales, en 1920 había 8 mil 171 escuelas y 679 mil 897 alumnos, pero para 1924 aumentaron a 13 mil 487 planteles y un millón 44 mil 539 estudiantes.

La investigadora y profesora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas), Luz Elena Galván Lafarga, en su libro Derecho a la educación, destaca que una de las principales acciones de la SEP fue llevar a cabo una gran campaña contra el analfabetismo.

“Vasconcelos infundió un gran entusiasmo entre todos los mexicanos para que realizaran dicha labor. El Departamento de Desanalfabetización funcionó durante más de dos años con reglamento y presupuesto propio. Se dividía en Ejército infantil (niños que alfabetizan a otros cinco menores) y Maestros honorarios (adultos que lograban enseñar las primeras letras a por lo menos 20 personas). Al frente se encontraba la profesora Eulalia Guzmán.”

Siguiendo una larga tradición de formación docente, la SEP también impulsó desde sus primeros años la profesionalización del magisterio, a fin de fortalecer su papel no sólo como alfabetizador, particularmente en las comunidades rurales.

Por ello, lanzó un programa integral de transformación. “Se deseaba un cambio radical consistente en mejorar hogares, métodos de trabajo, la salubridad y el ambiente espiritual”, señala Galván Lafarga.

Magisterio, resistencias y cambios

A esa tarea se suman maestros egresados de las escuelas normales, muchas de ellas fundadas durante el periodo porfirista. En 1922 se crea la primera Escuela Normal Rural, en Tacámbaro, Michoacán, con lo que inició una nueva etapa de consolidación del magisterio.

Francisco Bravo, maestro y director con más de 35 años de servicio docente, destaca que el impulso para la creación de la SEP también parte de los grandes ideales gestados durante la Revolución Mexicana para hacer posible la educación laica, gratuita y obligatoria.

“Este anhelo quedó plasmado en el artículo tercero de la Constitución de 1917. Fue un compromiso fuerte de hacer posible una educación para todos, porque se reconoció que era muy importante para alcanzar la justicia social en el país.”

No obstante, agregó, el papel del magisterio va cambiando, pues para el periodo de la educación socialista, con el general Lázaro Cárdenas del Río, pasaron de los misioneros de Vasconcelos a los impulsores de un modelo educativo que los vinculaba estrechamente con las comunidades, a través de las escuelas rurales.

Hubo un nuevo impulso a la educación con la escuela socialista de Cárdenas, afirmó. Con la creación del IPN continúa esa búsqueda por la igualdad, que va caminando a lo largo de las décadas, hasta lograr, primero, la fundación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg) en 1959, y la entrega de los primeros libros de texto gratuitos en 1960. Para 1971 nace el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) y una década más tarde el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA).

Sin embargo, la ruptura más profunda del proyecto educativo en México comenzó a principios de los años 80, con la llegada del neoliberalismo. “La educación pasó de ser un derecho a ser considerada una mercancía. Lo que generó la resistencia y los movimientos magisteriales. No es coincidencia que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) nazca en 1979”, afirmó Bravo.

Las sucesivas reformas educativas, sostuvo Hernández Morales, “son reflejo de esta disputa por determinar el proyecto educativo nacional. Desde el inicio de este siglo, vivimos un deterioro acelerado de la educación y sus procesos formativos, la desigualdad se ensanchó, y el derecho a la educación para todos quedó como una promesa que aún no se ha logrado cumplir”.

(Con información de La Jornada)

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